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Dormir, mucho más que un sueño

Un viejo axioma reza que es necesario dormir al menos ocho horas por día. Sin embargo, no existe un número mágico, y las necesidades de sueño varían según la etapa de la vida, las genética y las condiciones ambientales.

El sueño es, junto al alimento, el agua y el oxígeno, una de las necesidades básicas para la vida en los seres humanos como en todos los animales. Más aún, la calidad del sueño puede servir como indicador del estado general de un organismo. Se dice que pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo, y sin embargo, el sueño es aún en muchos aspectos, aún una incógnita.

En los animales diurnos – como nosotros -, la actividad ocurre durante las horas de luz, y el ciclo sueño-vigilia coincide a grandes rasgos con el día y la noche. Sin embargo, este ciclo no depende directamente de la luz, sino que está dado por la actividad de ciertas áreas del cerebro que aún libres de estímulos externos, como la luz del sol, mantienen su actividad cíclica. Si un ratón normalmente pasa doce horas despierto y doce horas durmiendo, en condiciones de oscuridad constante – como puede ser, el mantenerlo dentro de una caja cerrada -, dormirá las mismas doce y se mantendrá despierto las mismas doce.

La luz del sol funciona entonces como un ‘dador de tiempo’; indica cuando comienza y cuando termina el ciclo, pero este se mantiene independiente de cualquier estímulo externo. Si al ratón que dejamos dentro de la caja en oscuridad constante, lo alumbramos directamente a los ojos cuando está por dormir, tomará esa referencia para retrasar su ciclo, durmiéndose más tarde y levantándose más tarde. Algo similar ocurriría en los humanos, con las pantallas de los celulares.

Es fácil deducir porque la "deuda de sueño” se ha convertido en uno de los principales problemas de la sociedad post industrial. Con el advenimiento de la electricidad, los seres humanos nos hemos vuelto amos de la luz, con capacidad de influir sobre este ‘dador de tiempo’ natural que es el sol. Y no es el único: factores emocionales, el stress, la cafeína y otros estimulantes actúan también sobre distintos dadores de tiempo interfiriendo con nuestro reloj interno. Hoy, para muchos, dormir es un artículo de lujo.

No existe un ‘número mágico’ para las horas necesarias de sueño. Hay factores individuales cuyas bases aún no son bien conocidos, pero que han llevado a catalogar a las personas en dos grandes grupos: los búhos – que están más activos por la noche – y las alondras – quienes se sienten más productivos en las primeras horas de la mañana-. 

Con la edad, las necesidades de sueño también cambian: mientras que un recién nacido puede necesitar hasta diecisiete horas de sueño diaras, es posible que un anciano no necesite dormir más que cinco o seis. Para la mayoría de los adultos, el consenso suele estar entre siete y nueve.

Existen formas de saber si esas horas de sueño son efectivas. El sentirse somnoliento al manejar, la dependencia de cafeína, la aparición de cefaleas o cambios repentinos de humor suelen ser señales de un dormir insatisfactorio. 
Más allá del número de horas al que apuntar, un factor clave es el de hacer del sueño una prioridad. Comprender que es tan importante como el agua o la comida. Como la dieta o el ejercicio, el buen dormir es uno de los pilares de una vida saludable.

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