Esta editorial hablaba de la presentación
de Marcos Peña en la cena de ADEPA del jueves pasado.
Pero no puedo tomar solo como una noticia que la muerte se llevó a un gran
servidor de la comunidad, el Jefe de Bomberos de Esteban Echeverría, Guillermo Pérez.
En las últimas cuatro horas hice 6
llamados a distintos referentes de la vida social y política de Esteban
Echeverría para comunicarles la noticia. La mayoría no solo mostró el estupor
que genera la noticia, siempre amarga, de la muerte repentina de una persona
joven, sino que también expresaban su reconocimiento a la labor de Guillermo.
La relación de los medios periodísticos con bomberos y policías es diaria. La página policial se escribe chequeando información con policías y
bomberos. Guillermo era para nuestra redacción un llamado diario. La diferencia
entre ambas instituciones es la
permanencia de sus jefes. Mientras que la Policía cambia sus comisarios de
manera continua, los Bomberos Voluntarios mantienen a la misma persona como
Jefe (casi sin excepción) hasta su desaparición física.
Aún con diferentes criterios de "comunicación, reconozco en Guillermo
una persona que amaba su profesión y la ejercía con pasión y amor, sin importarle los afectados o
destinatarios. Si alguna vez lo traicionaba su temperamento, rápidamente "recogía el guante.
Claro que no solo nos relacionamos desde
el periodismo. Por mi participación en diferentes asociaciones civiles de
Canning, Guillermo me elegía para hacer catarsis cada vez que peligraba el
sostenimiento económico del cuartel. Su reclamo era siempre el mismo, la
indiferencia de los countries a la hora de afrontar el compromiso económico
asumido para su mantenimiento. Recuerdo cuando sentados en mi oficina
ingenuamente le dije "no vayas más cuando te llaman los que no les pagan. Con indulgencia ante la barbaridad que
le había dicho me miró y me dijo: "No puedo, yo
soy bombero. Un BOMBERO con mayúscula que socorrió incendios en Canning,
Guillón o Monte Grande y se sumergió en cada inundación de 9 de abril, codo a
codo con la gente. Un BOMBERO que no trabajaba para salir en las fotos, que no
se ponía el traje de héroe para buscar el bronce.
La última vez que lo vi fue en el festejo de
nuestro décimo aniversario, donde fue tomada la foto que ilustra este
editorial. Apenas unos días antes habíamos hablado sobre el aumento del alquiler
del cuartel de Canning. Subía a $ 31.000 mensuales y eso resultaba insostenible. Guillermo me dijo que lo iba a cerrar y
atender desde Monte Grande. Y volvió a decirme que los countries seguían sin pagar. En un intento de buscar una solución le
pedí que me mandara la lista de deudoresmorosos, bajo amenaza de no atenderle más el teléfono para escuchar ese reclamo. Me la envió. Fue nuestro el
último contacto. En una hora llamé a varios presidentes de countries que
figuraban en esa lista (algunos de manera escandalosa, con importes irrisorios
o varios años sin pagar). Todos avergonzados, prometieron regularizar la
situación.
Nunca se lo podré preguntar, pero siento
que su lucha permanente por el cuartel de Canning no era por sí mismo, sino
para continuar el deseo que tenía su antecesor en el cargo, su "gran
jefe", también desaparecido "Minino Giuliani. Creo que Guillermo no se hubiera
permitido clausurar la "obsesión de su
exjefe y de ahí sus permanentes llamados para que lo ayude a difundir entre los
vecinos sobre la importancia de tener un cuartel a cinco minutos del incendio.
A los bomberos solo se los aprecia en momentos de extrema necesidad. Hay quienes nunca en la vida
los llamaron, y también están los que le deben la vida.
Guillermo se fue, dejó una familia,
amigos, que desde hoy lo lloran y extrañan. También dejó una institución que de un modo u otro continuará.
Ojalá el nuevo jefe sienta la obligación "moral y respete su obsesión y lucha
para evitar el definitivo cierre del cuartel.
Hoy es un día muy triste para todos los
que conformamos esta empresa y aunque mi tristeza no debiera afectar mi
prudencia, la tentación de publicar la lista de los que "se hacen los tontos es grande. Entre el dolor me gana, hoy, la prudencia
que Guillermo siempre tuvo para "no mandar al frente a nadie".
Hasta siempre Guillermo, el dolor de las
pérdidas no tiene consuelo, solo cicatriza con el paso del tiempo. Sabé que
dejaste una huella entre los que te conocimos, un hombre de bien. De los que
sus hijos y amigos se enorgullecen. De los que tienen códigos y palabra. De los
que cada vez hay menos.
Columnista |
Hasta siempre querido Guillermo
Para empezar me voy a hacer cargo de algo que no se debe hacer: escribo en carne viva. Hace cuatro horas me avisaron que había muerto Guillermo Pérez.
18 de diciembre de 2016 - 00:00