San Vicente |

El Nene Penida, el zapatero de San Vicente

Tiene 73 años y hace más de 20 que se dedica a reparar calzado, cuando cerró la fábrica Kickers. Dice que en épocas de crisis, tiene más trabajo.

Es otoño y hace un poco de frío, pero el Nene Penida igual se puso pantalones cortos. Si se lo mira de la cintura para abajo, podría decirse que todavía conserva la postura del gran futbolista amateur que supo cautivar miradas y cosechar gran cantidad de elogios entre los sanvicentinos. Pero arriba tiene puesto un saco, y las manos están manchadas con pegamento.

Ángel Penida tiene 73 años (los cumplió este viernes 19 de mayo) y hace más de 20 que se dedica a la reparación de calzado. De joven trabajó en la fábrica kickers, ubicada en el centro de San Vicente, pero cuando cerró, en los años 90, se animó a largarse por su cuenta y en poco tiempo se convirtió en el zapatero más reconocido del pueblo.

"En ese momento me habían ofrecido trabajar en otras fábricas, pero quise quedarme acá. Así que agarré una pinza y un martillo, me armé un taller y empecé a arreglar y fabricar. Enseguida corrió la noticia y desde siempre tuve laburo a dos manos”, comenta el Nene en una charla con El Diario Sur que se desarrolla en su lugar de la calle Cantilo al 200.

Como ya está grande, le dan una mano sus hijos, pero él siempre está supervisando. "Les estoy dando manija para que se pongan a fabricar algo además de las reparaciones. Pero tienen que ser cosas bien hechas, sino la gente te castiga”, reflexiona.

Penida reconoce que su rubro va a contramano de la marcha de la economía. En estos tiempos, con la caída del poder adquisitivo, la demanda aumenta. "Hay un montón de cosas que la gente antes, en vez de arreglarlo, lo compraba nuevo. Y ahora no les alcanza la plata porque aumentó todo, entonces te mandan para que lo repares y tirar más tiempo”, comenta. Y agrega que "en tiempos mejores, se trabaja menos de lo que se debería”.

Los arreglos que hace el Nene son bien accesibles. Solucionar una suela despegada o un abrojo salido puede salir menos de 30 pesos. "Uno se da cuenta de las necesidades que tienen los clientes, entonces no cobra mucho. Ellos quieren que quede bien y además gastar poco”, explica. Además del calzado, su rubro incluye carteras, mochilas y maletas. Y él se encarga de mostrar con orgullo algunas piezas de fabricación propia. "Acá el que viene me encarga y yo le hago lo que quiera”, desafía.

¿Cuál es la mejor y la peor parte del oficio del zapatero? Para ambas respuestas, Penida elige a los clientes: "Hay algunos que porque alguna vez les hiciste algo medio fuera de lo normal, después te traen un zapato y una base que no concuerdan y pretenden que vos lo hagas quedar bien. Y después están los que son conscientes de que uno repara de la mejor manera posible y lo valoran”.

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