Columnista |

El nepotismo y yo

Ecos de la decisión del Gobierno de separar de sus cargos a familiares directos de cada funcionario.

Es casi un lugar común que trabajar con la familia no es fácil.

Se corren muchos riesgos sobretodo porque se licúan los limites entre lo personal y lo laboral, y porque se puede caer fácilmente en la “sobre exigencia”. También puede pasar que el familiar en posición menor pueda tomarse licencias que el de mayor responsabilidad “sufra” (el primero descansando la relación familiar, mientras que para el segundo esa relación potencia el desagrado). En muchas oportunidades, esto de trabajar con la familia, o en familia, no se trata de una elección y sí de una necesidad. También sucede que cuando se alinean los planetas y los vínculos familiares potencian los resultados laborales, vienen de la mano de profesionalismos (del rubro que sean) y concordia, la cosa se disfruta más. “La cosa” es el producto final pero también el camino que se transita para lograrlo.

Nuestros lectores saben que el multimedios de hoy empezó a gestarse hace casi 13 años en el living de mi casa. Entonces no imaginaba que Matías sería médico, Nico periodista o Paula (flamante) Licenciada en Publicidad. Juancito, que tiene casi los mismos años que el viejo Diario de Canning no definió aún, ya que no volvió a hablar de su pasión de niño por la paleontología y los dinosaurios. Los tres mayores trabajaron y trabajan para hacer realidad el proyecto familiar. Eso no nos evitó enojos, ni que fuera difícil separar el día a día de la mesa del domingo. Cada uno eligió su camino con libertad, apoyados en una creencia irrenunciable: “el que no trabaja en lo que le gusta, es un desocupado”.

Cada uno también eligió sumar su granito de arena en pos de nuestra realidad de hoy: aquel diario son hoy cuatro diarios, más una radio y el portal informativo con más audiencia (espectadores y lectores) de la región. Los que nos conocen saben que somos nosotros los que apagamos la luz y cerramos la puerta de la redacción después de cada cierre los viernes, y somos también nosotros los que a la madrugada siguiente recorremos miles de kilómetros al mes para distribuir las ediciones para que lleguen a tu casa cada domingo. Todo esto para decir que yo me llevo muy bien con el nepotismo.

En el camino se sumaron muchos jóvenes estudiantes y periodistas que nos hicieron crecer, algunos son hoy profesionales en importantes medios nacionales. Mientras tanto, nuestra columna vertebral/familiar se mantuvo.

Siempre concebí a los diarios locales como el semillero de los nacionales, donde se aprendía como en ningún otro lado los caminos hacia la información y, a la vez, se tiene muy cerca al destinatario. Eso daba una gimnasia que posibilitaba dar el salto a los que tenían mejores condiciones. Sin embargo la nueva realidad de la comunicación periodística limó la brecha entre los medios grandes / nacionales y los chicos. El acceso a la información por parte del consumidor final se “democratizó” y en consecuencia lo más importante hoy es justamente eso: lograr la mejor información. El que trabaja así trasciende, ya no necesita (como Dios) “atender” en Buenos Aires.

Vuelvo al eje: me llevo muy bien con el nepotismo. Fundamentalmente porque el nepotismo me dio valor, profesionalismo, confianza y resultados. Y también porque vino de la mano de la rigurosidad, la exigencia, evaluaciones y compromiso.

El Presidente Macri anunció esta semana la imposibilidad que familiares directos convivieran en la gestión pública. Una medida populista y atemporal con la que intenta dar por cerrado el “caso Triaca”. Entre designaciones y ratificaciones, el gobierno nacional nombró a 3208 funcionarios en diciembre de 2015 al asumir la gestión. La medida anunciada esta semana afecta a 38. Se trata del trabajo de 38 funcionarios que nadie evaluó, que deben dejar sus cargos sin que medie ninguna otra explicación que su vínculo con algún ministro. Se trata de un error y una injusticia.

Para cerrar el “caso Triaca” habría que haberle pedido la renuncia. A él. Sólo a él. Y después revisar la tarea de cada uno de sus familiares nombrados en la función pública. Y hacer lo mismo con los que no estuvieran a la altura. La decisión populista de Macri de esta semana, no debiera eclipsar que uno de sus ministros nombró a su casera como interventora de un sindicato intervenido por el Estado, para que fuera el Estado (o sea, todos nosotros) quien le pagara un aumento salarial. Eso no es nepotismo...

Buena semana.

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