San Vicente |

Cerró un comercio histórico de San Vicente

La librería Ghigliazza bajó la persiana el mes pasado. El recuerdo de un negocio por el que pasaron miles de vecinos.

La histórica librería “Ghigliazza” de San Vicente bajó la persiana de forma definitiva el mes pasado. Fue el fin de la trayectoria para un comercio que se mantuvo por más de 40 años en el pueblo y que fue uno de los primeros en su rubro. Tras el alejamiento de sus dos dueños, la familia decidió ponerle fin al negocio. Estaba ubicada en la esquina de 25 de Mayo y O´Higgins.

La librería fue fundada en 1978 por Carlos Ghigliazza, que se ocupó de atenderla durante décadas junto a su esposa, la docente sanvicentina Lidia Gorosito. Ya grandes y con algunos problemas de salud, se retiraron de atrás del mostrador en 2011 y el negocio fue continuado por uno de sus hijos, Daniel. El pionero del negocio falleció el año pasado.

“Tener una librería y papelería era el sueño de mi papá. Le encantaba el rubro”, comenta a El Diario Sur Eduardo Ghigliazza, hijo de Carlos. “Él trabajaba en Capital y primero compró los locales en la década del 60. Se asesoró y fue adquiriendo la mercadería y abrimos el 17 de diciembre de 1978. Me acuerdo porque yo levanté la cortina. Lo primero que se vendieron fueron unos caramelos para el vecino Luis Paz”, relata.

Para la época de su apertura, solo había otras dos librerías en San Vicente: la de la familia Pascal (donde actualmente se construye el Banco Nación) y la de Edgardo Marini (frente a la plaza Mariano Moreno). “En aquel momento el pueblo llegaba hasta el semáforo. Estábamos al final”, recuerda Eduardo.

Desde siempre el negocio de los Ghigliazza estuvo vinculado a la comunidad del Instituto San José, que queda sobre la misma cuadra. Cada mañana, antes de la hora de ingreso de la primaria y la secundaria, se formaban largas colas de padres, chicos y docentes que buscaban útiles escolares, golosinas y –durante muchos años- fotocopias. Desde el Banco Provincia y la Comisaría Primera también solían ir a la librería en busca de diferentes artículos.

Algunas de las características del negocio eran su gran variedad y su pulcritud. “Tenían una línea escolar muy completa y también artística y hasta de arquitectura. Mi papá se preocupaba mucho por eso. Y mi mamá en el mostrador era muy sociable, la gente la quería mucho”, describe Eduardo.

El 25 de octubre pasado, el local cerró sus puertas de forma definitiva. Ahora la familia lo está remodelando para ponerlo en alquiler. En esa esquina queda alguna parte de la historia de San Vicente.

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