San Vicente |

La historia de María Rosa Luna, una mamá del corazón

Era maestra de la escuela 16 y cada tarde recibía en su casa a decenas de chicos carenciados de los que se ocupaba. Decidió transformar el dolor de su infancia en amor a los demás.

María Rosa Luna tiene 68 años y todavía llora cuando recuerda un acto de su escuela primaria en el que esperaba la llegada de su mamá para que viera su participación. Pero su mamá nunca apareció. “Cuando yo tenía cinco años, ella decidió irse y dejarme acá”, cuenta, cruzada por el dolor. 

Esa escena resume buena parte de su infancia, alejada de sus hermanos, al cuidado de su tía Mina. Pero con el correr de los años, y al frente de su propia familia, María Rosa logró revertir esa cruz. Su casa se llenó de chicos carenciados “económicamente y también de afecto”. Dedicó su vida a atenderlos y ahora disfruta cuando, por Facebook, le escriben para agradecerle por su tarea o para avisarle que nació otro de sus nietos del corazón. 

Como la mayoría de las mujeres de su generación, eligió la profesión de ser maestra entre otras pocas opciones. Fue una apasionada del contacto con los chicos. Tal es así que cuando la nombraron directora de la escuela 16 de San Vicente nunca quiso dejar de estar al frente de tercer grado. Se jubiló en 2011, con casi 50 años de trayectoria. 

Cada tarde, su casa era una especie de club. “Venían los chicos para tomar la merienda o para ver películas, porque en esa época no tenían televisor en las casas”, comenta. Otros se quedaban por días cuando había algún problema familiar. Fabián, el que más recuerda, estuvo dos años viviendo con María Rosa. “Y si las mamás los dejaban solos, por ahí también iba para las casas de ellos y les hacía de comer o les buscaba la ropa para lavar”, asegura.  

Su Ford Falcon –dice- era “como el micro de Muratore”. Pasaba a buscar a los chicos en barrios carenciados para llevarlos a la escuela. “Y nunca me robaron nada. Y mirá que venía gente con necesidad en serio, pero jamás. Yo los ayudaba pero también les ponía límites”. 

María Rosa tiene cuatro hijos del corazón. La convivencia de ellos con los circunstanciales que llegaban cada tarde después de la escuela era “difícil”. “A veces pensaban: ‘uh, otra vez hay que sacarle los piojos a alguien o bañarlo’. Uno de ellos cerraba su placard con llave para que no le diera su ropa a los demás”, rememora. 

Sobre la fecha que se celebra este domingo, María Rosa deseó “que todas las madres sepan valorar a los hijos que tienen al lado”. Por otra parte, recordando su historia personal y la de familias que conoció, opinó: “Creo que no hay que juzgar a ninguna madre. Cada una sabe por qué toma las decisiones”. 

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