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Messi rabioso y campeón

Messi rompió la zona de confort que le daba una ciudad que le debe gran parte de su marca internacional. Ojalá se atreva a empezar de cero en otro lado y abra el riesgo de perder. Seguramente para ganar.

De repente Messi se convirtió en cuestión de Estado. O de Estados, si tenemos en cuenta que son varios los países que están pendientes de cómo evolucionará su continuidad profesional.

¿Qué pasó? ¿Cómo se rompió el hechizo entre Barcelona como ciudad (y equipo de fútbol) y su máxima estrella deportiva de todos los tiempos?

Esta semana Messi fue tapa de todos los diarios argentinos y españoles y de una importante cantidad (no medible) del resto del mundo. A partir de esto me interesa compartir algunas reflexiones.

Es común hablar (y escuchar a otros) sobre “el negocio del fútbol”. Muchas veces lo hacen deportistas que se sienten discriminados por el poder económico que gira alrededor del fútbol profesional y marcan (a veces con razón) que el esfuerzo y compromiso que implican otras disciplinas puede ser mayor sin que signifique ningún reconocimiento económico.

Hasta aquí nada nuevo. Algunos se esfuerzan igual (y más) por hacer un deporte que no les reditúa nada económicamente. La pregunta es por qué lo hacen. ¿Es que alguien practica desde su niñez un deporte para que en la adultez le permita vivir de ello? Si bien es probable que muchas familias le pongan fichas a sus “hijos promesa” para “salvarse”, el deporte incluye variables tan aleatorias que es casi imposible garantizar esas inversiones de riesgo, sin riesgo.

Los que hacemos deporte y competimos del modo que sea, ponemos el juego por sobre el resto. Por eso celebro a este Messi rabioso y enojado que dice no va más y rompe las esposas de oro que lo atan a su lugar en el mundo y a su mundo. Venía dando señales a los dirigentes catalanes sobre la escasa jerarquía que tenían los recambios de un equipo que pretendía ganar todo. Lo fueron dejando solo a medida que el paso del tiempo le juega en contra y descansando en su jerarquía individual y descontando que sus genialidades redundarían en eternos logros deportivos.

Ese tiempo se terminó con una derrota humillante para cualquier equipo y que le duele más al que tiene al mejor del mundo. ¿Podemos discutir si Messi es (en 2020) el mejor jugador del mundo? Lo acepto. Ahora, ¿podemos discutir que está entre los mejores 3 desde hace 10 años?

En nuestra grieta de cabotaje nos encolumnan entre Maradonianos o Messistas. No jugarte por alguno de los dos es de “tibio”, entonces están los que ven a Diego como el prototipo de los argentinos (genio, individualista, transgresor, rebelde y border) y a Messi como un chico Rosarino que creció en Europa. Y usan esa figura para “bajarle el precio” al compararlo con ídolo de pueblo y el potrero que nació en una villa bonaerense.

Hoy Messi rompió la zona de confort que le daba una ciudad que le debe gran parte de su marca internacional, y abrió un gran interrogante para lo que viene. Hablan de París, de Manchester, de Milán. Seguramente no irá a jugar a ninguno de esos clubes ad honorem, ni perderá dinero (aunque al cierre de la edición se especula que así lo haría para cumplir el deseo de juntarse nuevamente con Pep Guardiola en la Premier Ligue inglesa).

Lo cierto es que el Messi multimillonario, ganador de todo lo ganable (a excepción de la Copa del Mundo de Selecciones mayores); hombre récord de goles, asistencias y presencias, se hartó de empujar solo del carro, se sintió traicionado y puso al mundo del fútbol en jaque. Tan así es que se expresaron gobernantes locales en Barcelona e internacionales, se solidarizaron colegas y entrenadores, y se armaron singulares invitaciones para convocarlo como la colecta del ingenioso Sacachispas que anunció haber pedido un crédito para hacerle una oferta al astro.

Messi mostró la rabia deportiva de los remeros del Delta, de los atletas del Cenard, de los nadadores de aguas abiertas y de los rugbiers amateurs, y dijo basta para mi. Por estas horas el mismo presidente catalán que le dio la espalda ofreció ahora su renuncia si eso cambiaba su opinión y se quedaba en España. Ojalá no ceda. Ojalá se atreva a empezar de cero en otro lado y abra el riesgo de perder. Seguramente para ganar.

Buena semana.

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