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Dramático relato de una enfermera de Lomas: "La gente no sabe cómo se vive en la terapia intensiva"

Ghoryelis Diez es vecina de Lomas y trabaja en la zona roja con los pacientes más complicados por el coronavirus. Su historia.

El sistema de salud se encuentra cada vez más saturado por la segunda ola del coronavirus, y los trabajadores de la salud no dan a basto para atender la alta demanda de pacientes en grave estado. Ghoryelis Diez, una vecina de Lomas de Zamora que trabaja como enfermera, habló con El Diario Sur y contó cómo se vive el día a día en la terapia intensiva de un hospital, el área más crítica y en donde se da la mayor lucha contra la enfermedad.

"Es muy estresante, a pesar que uno tenga experiencia y se supone tiene que estar acostumbrado se llora mucho", aseguró la mujer de 26 años, que supo ser parte del Hospital Lucio Meléndez de Adrogué y hoy trabaja en dos establecimientos privados de la Ciudad de Buenos Aires: la clínica Trinidad y el Sanatorio Güemes.

Todos los días viaja de su casa hasta el territorio porteño para atender a los pacientes que deben ser internados con coronavirus, en donde se deben lidiar con muchas cosas: falta de camas e insumos, personas que no se dejan atender y una recarga laboral producto de las bajas que padece el personal de salud.

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"Cada enfermero debería atender a dos pacientes ventilados, o uno ventilado y dos lúcidos. Pero ahora tenemos tres en grave estado cada uno, e incluso llegamos a tener cuatro. Es demasiado para el área de terapia intensiva, hasta la jefa del sector está tomando pacientes", relató a este medio.

El desgaste también repercute en la salud, no solo al estar expuesto al coronavirus -algo que a ella le ocurió-, sino también por otras enfermedades y lesiones. En su caso, tuvo que tomar licencia por tener una tendinitis en las manos, producto de atender a los pacientes y romper ampollas de medicamentos.

El último adiós

La segunda ola del coronavirus impactó en la población más joven, dado que las nuevas cepas son más peligrosas y los adultos mayores poco a poco están siendo vacunados. "Tuvimos muchos pacientes de unos 30 años. Hay un chico de 22 años enfermedades que falleció en tres días", aseguró la enfermera lomense. "No lograr salvar al paciente es lo mas frustrante", agregó.

Si bien por los protocolos los familiares no pueden visitar a quienes están internados -salvo contadas excepciones- los médicos y enfermeros se las ingenian para que puedan estar en contacto. "Hacemos videollamadas con nuestros teléfonos. A veces es cuando despiertan y están un poco mejor, otras lo hacemos para que se despidan antes de ponerles el respirador, porque muy poquitos salen", señaló.

Para Ghoryelis, la pérdida de una persona es el momento más duro que un enfermero puede vivir: "Lo vemos luchar los últimos días porque se le da hasta la última esperanza para que pueda recuperarse. Hay diferentes máscaras de oxígeno y cuando tiene la última que pende de un hilo te pones mal".

Cómo se transita la enfermedad

Al igual que muchos de sus compañeros, la joven enfermera se contagió de coronavirus. Ocurrió el año pasado, mientras trabajaba en el Hospital Lucio Meléndez, y pese a sus conocimientos, contó que no reconoció los síntomas de la enfermedad: "Tenía cansancio corporal, pero pensé que era por el cansancio laboral que tenía. A la semana me hicieron el test de anticuerpos y me dio alto, ahí supe que era positivo".

En diciembre la vecina de Lomas de Zamora pudo recibir la primera dosis de la vacuna, y en enero le colocaron la segunda para culminar con el plan de inmunización. Sin embargo, llegó lo que menos esperaba: el recontagio.

"Me desperté un día con malestar en la garganta, pero esta vez decidí hisoparme, y me llamaron para decirme que di positivo", contó. Si bien se siente "preocupada" por volver a contraer la enfermedad, se siente segura de que la vacuna la va a ayudar a transitarla de la forma más leve.

Vivir lejos de la familia

En su vivienda en Lomas de Zamora, la joven enfermera vive con su hijo pequeño, su mamá, su hermana, su cuñado y sus dos sobrinos. Sin embargo, durante cinco meses decidió no verlos para no ponerlos en riesgo. Sin embargo, tras pasar la enfermedad, decidió hacerlo cuidando todos los protocolos.

"Era un tortura no ver a mi hijo, y tuvimos un contacto con todos los cuidados", señaló. Fue así que decidió volver con ellos, pero con su segundo contagio todos debieron aislarse. "Tengo miedo y me da culpa, porque algunos son de riesgo", dijo.

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