La avenida Hipólito Yrigoyen es una marca ineludible para todos los vecinos de la zona sur del conurbano. Todavía denominada “Pavón” en el habla popular de los más nostálgicos, su traza de 63 kilómetros va desde el Puente Pueyrredón, en el límite de la Capital con Avellaneda, hasta Brandsen. En ese recorrido, atraviesa 18 localidades y es testigo del descenso de los edificios metropolitanos hasta las estructuras más bajas de comercios, fábricas, talleres, hoteles alojamiento y casas, para terminar en el campo, adentrada en la llanura pampeana. Un paseo de una hora es un compacto de toda la identidad bonaerense.
¿Avenida Pavón o Hipólito Yrigoyen? Nombres, historias y recorridos de un ícono de zona sur
Yrigoyen nace en Avellaneda, en el límite con Capital Federal, y llega hasta Brandsen. Es un polo productivo y demográfico con relevancia nacional.
Alrededor de “La Pavón” se teje desde hace más de un siglo el pulso comercial, productivo y hasta político de un sector de gran relevancia para la provincia. Ciudades como Lanús, Remedios de Escalada, Banfield, Lomas, Temperley, Adrogué, Burzaco, Glew, Guernica y Alejandro Korn suman más de un milón de habitantes. Son parte de la poderosa tercera sección electoral, de gran relevancia a la hora de definir gobernadores y presidentes, y generadora de intendentes con un peso importante.
Esa “Gran Vía del sur”, que en casi todo su trayecto hasta Alejandro Korn va paralela a las vías del Ferrocarril Roca, es el acceso que toman cientos de miles de personas cada día para entrar y salir de la Capital Federal. Circulan más de 20 líneas de colectivos y también varias empresas de combis.
Nacida como “Camino Real” a principios del siglo XIX, era utilizada para transportar ganado desde el sur hacia los mataderos de la ciudad de Buenos Aires. Fue de tierra y luego de adoquines, siempre con más avances en el sector norte que en el sur. El salto clave fue en 1994, cuando fue ensanchada y repavimentada en las partes que todavía conservaban los viejos adoquines. Desde entonces hubo arreglos locales hechos por los municipios.
El nombre fue eje de confusiones y controversias a lo largo de las décadas. Camino Real, Calle Honda, Calle Oscura, Martín Rodríguez y Necochea fueron algunos, hasta que se unificó el de “Avenida Pavón”.
El primer cambio a Yrigoyen vino en Avellaneda en 1948, pero por disputas políticas, meses más tarde, solo en ese distrito pasó a ser Presidente Perón. Mantuvo esa seña hasta la Revolución Libertadora de 1955, que insistió con el clásico Pavón, aunque en el resto de la traza ya era Yrigoyen. Finalmente quedó unificado como Yrigoyen en 1987. Pasaron más de tres décadas y el nombre “nuevo” todavía no quedó completamente instalado. En 2011, hubo un proyecto de concejales de Lomas para que pasara a conocerse como Néstor Kirchner, pero no reunió consensos.
En paralelo, mucha gente se refiere a la avenida como ruta 210, porque la mayor parte de la traza coincide. En los sectores más rurales, como en Alejandro Korn, Domselaar o Brandsen, lo más común es llamarla “la 210”. En las localidades del norte coincide con la traza de la ruta 205, pero no es un dato que haya calado en el habla popular.
La arteria principal del sur no está caracterizada por homenajes ni monumentos. Tampoco abundan los espacios verdes en sus alrededores ni edificios públicos vistosos. La fuerza de la avenida no está en la estética, sino en su motor productivo. A un lado y al otro se acumulan las casas de repuestos para autos, los corralones de materiales y todo tipo de comercios dedicados a la venta de insumos para la producción y el trabajo. Los semáforos, los lomos de burro y en algunas zonas los baches también son protagonistas. Hacia arriba, el enjambre cables presenta otra de las postales clásicas.
No hay prácticamente restaurantes de categoría. Abundan las parrillas al paso, los kioscos y, entre Burzaco y Alejandro Korn, los puestos gastronómicos informales, que en los últimos meses se multiplicaron, como ante cada crisis económica.
63 kilómetros intesos
Más allá de eso, hay lugares icónicos en Pavón. En Avellaneda, la vista del “elefante blanco”, ese mega edificio de viviendas abandonado hace años; también la estación Darío Santillán y Máximo Kosteki. Lanús tiene la municipalidad, el Bingo, la estación, el Museo Abremate y los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada. Ya en Lomas de Zamora, marcan el pulso las casonas de Banfield, la Plaza Grigera, la Catedral, la sede del Club Los Andes, el ingreso a la peatonal Laprida, el puente del Coto de Temperley y el puente de Turdera. Lomas presenta los últimos edificios: de ahí en más la altura desciende bruscamente.
Adrogué tiene sobre Pavón al Boulevard Shopping, en donde se ubica el McDonalds más austral de la arteria. Sigue Burzaco, con el parque industrial, las casas de repuestos y la mítica Rotonda de Los Pinos, con el bizarro hotel alojamiento que le dio su nombre. Longchamps, Glew y Guernica exponen con orgullo los letreros con sus nombres.
En el camino a Alejandro Korn, aparecen los primeros trazos importantes de campo. Un poco escondido, sobre la avenida Independencia, está el monumento a la primera aviadora nacional, Carola Lorenzini. Y llega el cruce con la avenida Presidente Perón, para ir a San Vicente y luego, ya en plena zona rural, está el cruce con la ruta 6, que marca el fin del conurbano y el comienzo del interior bonaerense. Con ese mismo paisaje, la ruta 210 pasa por la entrada de Domselaar y por la puerta del castillo Guerrero, para morir en Brandsen.
“Pavón”, Hipólito Yrigoyen o la ruta 210, con ese conflicto de nombres y de identidad, es una versión resumida de la enorme provincia de Buenos Aires: la conexión con la Capital, la fuerza del trabajo y la producción, la pobreza, el ingenio, la riqueza y los dejos criollos que se ven en el campo. A diferencia del Camino de los Siete Lagos, en la Patagonia, o la Ruta del Vino, de Mendoza, no figura en ninguna guía turística. Pero es ineludible.