“Matar no es siempre el mismo crimen” es el título del libro que publicó la socióloga y doctora en ciencias sociales Martina Lassalle, oriunda de Alejandro Korn. Allí lleva adelante un análisis sociológico basado en evidencia sobre “las prácticas judiciales de castigo del asesinato”. “El libro problematiza y dialoga con una creencia bastante arraigada en el imaginario colectivo que es que el asesinato es el peor de los delitos, y que recibe los castigos más altos en relación a otras actividades prohibidas por el Código Penal”, cuenta Lassalle y apunta que “la pregunta clave del libro es cuánto vale la vida”.
"Matar no es siempre el mismo crimen": el libro de una socióloga de Alejandro Korn sobre las penas en los homicidios
Martina Lassalle, de Alejandro Korn, realizó una investigación sociológica sobre los diferentes criterios que aplica la Justicia para castigar los asesinatos.
Lassalle, de 35 años, es becaria posdoctoral del Conicet y el libro que publica la editorial Fondo de Cultura Económica es parte del trabajo de investigación que realizó como becaria doctoral en la Universidad de Buenos Aires (UBA). En su carrera académica también pasó por estancias de investigación en la Universidad de Granada, en España; la Universidad de Columbia, en Estados Unidos; y la de Río de Janeiro, en Brasil.
En su análisis de estadísticas judiciales, sentencias y entrevistas a jueces, fiscales y defensores públicos, Lassalle nota una “desproporción” en algunas penas por homicidio en relación a determinados delitos contra la propiedad o de tráfico minorista de drogas. “El homicidio se castiga con penas de entre 8 y 25 años. La media de las penas es de 12 años, o sea cerca del mínimo. Y hay robos con armas con los que te pueden dar hasta 15 años de cárcel”, marca Lassalle.
Las estadísticas también muestran que la mayoría de los asesinatos corresponden a hechos “en riña”, entre varones, lejos de los homicidios en ocasión de robo, que representan el 15% de los homicidios dolosos. “Esos asesinatos en riña entre varones no son tan graves para el sistema penal. De algún modo el sistema judicial considera esperable e imaginable que los varones se puedan matar”, sentencia Lassalle, que en la introducción de su libro hace referencia al carácter histórico de la criminalización del asesinato, y a los diferentes tratamientos que recibió a lo largo del tiempo.
Entre otros patrones que detectó en su análisis, Lassalle afirma que los jóvenes suelen tener penas menores en los homicidios que las personas de mayor edad, “salvo que sea en un delito contra la propiedad, ahí hay como un garantismo selectivo”.
En tanto, las mujeres tienen tres veces más chances de recibir penas perpetuas que los varones, dado que entre ellas hay mayor prevalencia de los homicidios agravados por el vínculo. Lassalle también señala que hay una “mirada patriarcal de la Justicia” en el hecho de que “las mujeres son mucho más responsabilizadas por la muerte de sus hijos que los varones”, aun en casos donde las madres no tuvieron participación en esos hechos.
La docente también habla del componente “clasista” de la Justicia. “Diría que el sistema penal prácticamente solo trabaja con pobres. La pregunta sociológica es por qué es mucho más grave que te afanen el celular a fugar millones de dólares al exterior o evadir impuestos, que implican un atentado mayor contra la propiedad”, afirma.
Apuntes sobre la inseguridad
Consultada por posibles aportes que surjan de su trabajo como investigadora para pensar la problemática de la inseguridad, Lassalle apunta a “incorporar a la discusión lo que está haciendo el sistema judicial”. “Pero para eso hay que saber qué está haciendo el sistema judicial, y sabemos muy poco”, sostiene Lassalle, y marca lo “invisibilizado” que está el rol de la Justicia.
Otro problema que detecta la investigadora es el de “multiplicar la población penitenciaria”: “Si vos empezás a generar una alta rotación de gente que pasa por los penales –y esto va más allá de los homicidios- te entra un individuo que tuvo una conducta por fuera de los márgenes de la ley y te sale lo que se llama propiamente un delincuente. El ciudadano medio tiene que darse cuenta que en cinco, diez o veinte años te lo cruzás en la esquina”.
Por último, remarca la importancia de una política de desarme: “El Gran Buenos Aires está lleno de armas de fuego y una política de desarme es fundamental para mejorar la seguridad pública”.
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