Las vidas y carreras paralelas de los futbolistas Julián Eseiza y Maximiliano Luayza se volverán a cruzar el próximo sábado en el clásico de la ciudad que los aloja. No será como cuando se enfrentaban en las categorías infantiles, Julián con Estrella del Sur de Alejandro Korn y Maxi con el Deportivo San Vicente. Tampoco como cuando se cruzaban en partidos picantes de inferiores entre Banfield (donde debutó Julián) y Defensa y Justicia (la casa –literal- de Maxi durante varios años).
Los futbolistas de San Vicente Julián Eseiza y Maxi Luayza se enfrentarán en el clásico de Puerto Madryn por la Primera Nacional
Julián surgió de Estrella del Sur y ahora juega en Deportivo Madryn, mientras que Maxi se inició en el Deportivo San Vicente y hoy juega con la diez de Almirante Brown, de la misma ciudad.
Estos dos jugadores de la categoría 2002 made in San Vicente se volverán a ver las caras como en el barrio pero a 1.371 kilómetros, en el muy especial clásico de Puerto Madryn, en la Primera Nacional. Maxi es el 10 y la figura de Guillermo Brown, adonde llegó luego de su debut en Defensa y Justicia y su paso por el ascenso de Chile. Julián es la flamante incorporación de Deportivo Madryn y en solo cuatro partidos como titular ya pagó con un gol.
Ambos dialogaron con El Diario Sur y aseguraron que todavía no tuvieron la oportunidad de verse en la ciudad de las ballenas: lo harán directamente sobre el césped. El partido no solo será especial para la ciudad de Madryn –los dos equipos se enfrentan por segunda vez en la máxima categoría del Ascenso-, sino también para muchos sanvicentinos que los siguen desde chicos y les prestan atención a sus carreras.
Julián Eseiza: “Estoy fuerte de la cabeza y eso me ayuda mucho”
Julián Eseiza llegó a Deportivo Madryn desde Godoy Cruz, donde pasó un año sin tener demasiada continuidad. En Madryn ya jugó cuatro partidos de titular y metió un gol contra Chaco Forever. Dejó el puesto de lateral izquierdo que supo improvisar en Banfield y ahora juega de doble 9 y le saca jugo a su altura de 1.85. Su equipo marcha con expectativas de meterse en el reducido para luchar por el ascenso a primera.
En diálogo con El Diario Sur, se muestra feliz con su presente. “Es un club muy lindo, familiero, que está creciendo mucho y que tiene las condiciones para estar en primera. Puerto Madryn es hermoso y la estoy disfrutando con mi familia”, cuenta Julián, que a sus 22 años es papá de Juano, de tres meses. Su novia y madre del niño es oriunda de San Vicente y vive con él en Madryn.
“Estamos muy bien con esto de que estoy jugando y pude hacer un gol. Todas las cosas que antes veía mal ahora las veo buenas y disfruto al cien por cien. Estoy fuerte de la cabeza y eso me ayuda mucho”, define el zurdo. Y admite que “lo más duro” en la vida del futbolista es “no tener continuidad”, algo que le ocurrió en Godoy Cruz. “El jugador necesita jugar, sentirse importante para el equipo, y así uno va creciendo con el rodaje de los partidos”, apunta.
Sobre las exigencias de la vida del futbolista profesional, dice que se encuentra a gusto. “Me gusta cuidarme y a mi novia también, así que no tenemos problema. Disfruto de la concentración, de cagarme un poco de risa con mis compañeros, de la previa y el post partido. Me emociona mucho cuando salgo de jugar y está mi novia con mi hijo esperándome”, asegura. “No extraño tanto, pero sí algunos domingos me pica el bichito de querer estar allá (por San Vicente) para comer un asadito, tomar unos mates, que los abuelos vean a Juano”, afirma sobre su papá y su mamá, que siempre lo apoyaron en su carrera.
“Siempre que puedo, mis vacaciones son allá en mi casa con mi familia, mi gente. Y si tengo un día libre voy al club (por Estrella del Sur) para ver los partidos que haya. Me pone muy contento el crecimiento”, afirma Julián, que en esos casos se aguanta la tentación de jugar al fútbol con sus amigos: “Me dan ganas, pero prefiero cuidarme y entrenar para mí, ir al gimnasio”. Con todo ese profesionalismo llegará este sábado a su primer clásico patagónico: soñando con un gol que alegre a media ciudad (y amargue a la otra mitad).
Maxi Luayza: “El técnico me pide que me haga cargo de la pelota”
Maximiliano Luayza atraviesa su segundo año en Almirante Brown de Puerto Madryn, donde lleva la camiseta 10, es el encargado de las pelotas paradas y una de las figuras de un equipo que pasa por un mal momento y disputa la permanencia en la categoría. Ya jugó el clásico local, al que define como “picante”. “Actualmente son los dos equipos más fuertes de la Patagonia y la gente lo vive mucho, encima las canchas están a diez cuadras”, relata Maxi.
Surgido del Club Deportivo San Vicente, Maxi hizo infantiles en Lanús y a partir de la octava pasó a Defensa y Justicia. Cambió los largos viajes en tren acompañado por su mamá y sus hermanos por la vida en la pensión en Florencio Varela. Allí debutó en Primera e integró el plantel que ganó la histórica Copa Sudamericana. Luego perdió continuidad y pasó a Trasandino, de la segunda división del fútbol chileno, donde estuvo cuatro meses, hasta que volvió a cruzar la Cordillera para calzarse la camiseta blanca con la banda celeste en Madryn.
“Me está yendo bien y estoy disfrutando. El técnico me pide que me haga cargo de la pelota, que adentro de la cancha haga lo que sienta. Ojalá a fin de año pueda encontrarme con algo lindo, y sino seguiré acá, que la gente me trata muy bien y estoy feliz. Pero la idea es seguir progresando”, asegura.
En Madryn vive solo. Entrena a la mañana y va al gimnasio a la tarde. Aprovecha el tiempo libre con compañeros para jugar a la play, tomar mate en la playa y hacer alguna escapada para ver paisajes patagónicos, en muchos casos con la presencia de ballenas y pingüinos.
“No extraño tanto porque ya me acostumbré desde chico”, cuenta Maxi. Sin embargo, nunca deja de agradecer a sus papás Cinthia y Daniel (camionero en un corralón en San Vicente), que siempre lo apoyaron en su carrera. También tiene dos hermanas y un hermano menor, Thiago, que está en las inferiores de Arsenal de Sarandí. “Es mejor que yo”, promete Maxi. Siempre que vuelve a San Vicente aprovecha para compartir asados con ellos y sus amigos, algún picadito y para visitar el Club Deportivo, donde pide permiso para entrenar (además de ver a su mamá en el fútbol femenino).
Respecto al cruce con Julián del próximo sábado, Maxi dice que “es algo especial”. “Nos enfrentábamos cuando éramos chicos en el barrio y también en Defensa y en Lanús. Es lindo cruzarse con alguien que es del mismo lugar que vos y saber que le está yendo bien”, sostiene. El próximo sábado habrá lugar para un abrazo sanvicentino. Y después: un partido a cara de perro, como los de toda la vida.
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