San Vicente |

Las mil historias del cementerio de San Vicente

Juan Quílici trabaja en el predio hace 37 años e inhumó los restos de miles y miles de vecinos. Hoy es el director y sigue visitando a diario la tumba de su madre. Cuenta los detalles de su tarea.

Por Manuel Nieto

La primera vez que Juan Quílici entró al Cementerio Municipal de San Vicente tenía seis años. Fue en el entierro de su madre, en 1962. Ella tenía 22. Las muertes de seres queridos que siguieron a esa fueron distintas, porque le tocó estar del otro lado: su primera esposa, que tras sufrir un cáncer fulminante lo dejó solo con dos hijas pequeñas para criar, y su padre, que lo había abandonado de niño.

Juan tiene 60 años y hace 37 que trabaja en el cementerio. Empezó como empleado raso, carpiendo la tierra para los funerales. Ahora vive enfrente, donde también tiene un puesto de flores. Y por su experiencia y dedicación fue escalando hasta que en 2015 lo nombraron director. Tiene a su cargo el predio histórico, que abarca 34 mil metros cuadrados y, según calcula, cuenta con unos 28 mil cuerpos sepultados, y el más moderno cementerio parque, de más de 100 mil metros cuadrados.

Pero para él la historia se construye en el cementerio viejo, alrededor de la tumba de su madre, donde también están su padre y su primera mujer. “Visito esta sepultura casi diariamente. Es una forma de expresar el cariño hacia las personas que están acá. Aunque en realidad sabemos que esto es ficticio. Es solo una forma de descargarnos”, reflexiona.

Juan dice que cuando empezó, a los 23 años, se sintió cómodo de entrada: “Quería estar cerca de mi madre y hacer algo por ella. Y todavía lo siento así. Este trabajo es el que me gusta. Creo que ayudamos a la gente en el momento más difícil”.

No cree en los espíritus ni en los fantasmas, y asegura que en su larga trayectoria no le tocó presenciar nada sobrenatural. De todas maneras, le sigue teniendo respeto si tiene que entrar a la noche. “Yo me he pasado toda mi vida acá, pero sigue siendo el cementerio”, remarca con su acento campero y abre más los ojos, como inyectándole solemnidad al predio mortuorio. “Pero miedo no tengo”, se ataja. “Los peligrosos somos los vivos, no los que están acá. Yo hago este trabajo para cuidar a los que ya no se pueden defender solos”, lanza.

En tantos años, algunas historias lo impactaron. Cuenta que en la década del 20 un gaucho entró de noche a visitar la sepultura de su madre. El hombre tenía miedo y llevaba un cuchillo en la mano. Se arrodilló ante la tumba y lo clavó en el piso, sin darse cuenta que también había incrustado su poncho. Cuando quiso levantarse y sintió el tirón en el cuello, sufrió un infarto por el susto.

Diez años atrás, Juan encontró el cadáver fresco de un hombre que se había disparado frente a la sepultura de su esposa.

Argumenta que a la muerte no le tiene miedo porque está familiarizado con ella. Pero admite que a medida que se pone “grande” lo quiebra despedir a un amigo. “Siento que estoy más próximo”, advierte. 

También hay algunas tareas que ya no quiere hacer. “Los nichos llevan doble ataúd, uno de madera y otro de metal. Y a veces, por lo que los cuerpos van largando, el metal se pica y se pincha. Entonces hay que sacar al fallecido y ponerlo en una metálica nueva. Es tétrico y duro”, sostiene, con la impresión que le estrecha la boca.

Otras luchas se dan con quienes practican rituales paganos. Durante la noche, los serenos están atentos y no suelen darse ingresos al cementerio. Pero durante el día, entran con elementos como velas y monedas para dejar en las tumbas. Inclusive se encuentran restos de alguna macumba. La anécdota de Juan es que hace algunos años entró una mai umbanda en la noche e hizo algunos destrozos, y tras ser descubierta estuvo presa seis meses.

El director del cementerio se pone nostálgico al recordar tiempos pasados. “Hasta los años 90 venía mucha gente. El Día del Padre o el de la Madre circulaban 12 mil personas a lo largo del día. Ahora, con más población, no llega ni a la mitad”, afirma. “Es como antiguamente los corsos, que se llenaban de gente y hoy ya no va nadie”.

El cementerio en números

28 mil

Muertos habría en el cementerio viejo

34 mil metros cuadrados

Mide el predio histórico

108 mil metros cuadrados

Es el tamaño del Cementerio Parque, que fue inaugurado en 2002

1866

Ese año se fundó el cementerio. Tenía un segmento aparte para sepultar protestantes

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