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 Sobre ladrones, víctimas y asesinos

Las armas en las manos equivocadas terminan siempre con sus protagonistas como: muertos o asesinos. Los que tienen que portar armas y defender la propiedad privada de los ciudadanos son los miembros de las distintas fuerzas de seguridad.

Esta semana dos jubilados, uno en Quilmes y otro en Mar del Plata, se hicieron tristemente célebres por matar a dos ladrones que intentaron robarlos en su casa. Con desigual tratamiento periodístico (en ambos casos), colegas de radio y televisión (fundamentalmente) se olvidaron por un rato del coronavirus, las tasas de contagios, los camas de terapia ocupadas y las muertes diarias (provincia por provincia).

“Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón” es un dicho popular que se usa para justificar una acción incorrecta cuando es cometida contra una persona deshonesta. Quienes usan esta frase parten del principio de que una acción mala cometida contra alguien malvado es comprensible y, por tanto, justificable. Casi como si se tratara de un hecho o acto de justicia, o de venganza, lo que también se podría llamar: "dar su merecido". La imagen del refrán se relaciona de algún modo con el imaginario religioso del purgatorio, que en la fe católica representa un lugar en el cual las almas de los pecadores purgan sus culpas para poder entrar al cielo. Algunas acciones en vida pueden implicar la acumulación de indulgencias para reducir el tiempo en el purgatorio. Aunque haya una cierta justificación, quien usa el refrán sabe que hay un acto condenable, solo que aminora su gravedad en virtud de que no ha causado daño a un inocente. ¿O sí?

Hay otra cita bíblica familiarmente emparentada con la del ladrón que le roba a un ladrón: “dar la otra mejilla”. Los apóstoles de Jesús repetían una enseñanza de lo que significaba poner la otra mejilla: no responder al mal con otro mal, sino con el bien, “amando” al enemigo. Esta parábola surgía como una respuesta directa a la ley del talión (la del ojo por ojo, diente por diente), y tuvo mucha influencia en la moral y la cultura contemporánea (tanto de forma negativa como positiva). De lo que nunca habló Jesús (ni sus discípulos) era de lo que sucedería después de poner la mejilla por segunda vez... . Algunos interpretaron (según mayor beneficio) que después de poner la mejilla por segunda vez, la víctima estaba liberado de acción y conciencia ante un tercer (o cuarto) cachetazo.

Tal vez así se pueda empezar a justificar a los “jubilados asesinos”.

El título y la bajada podían inferir y confundir subjetividades. Resulta que la noticia contaba de un hombre que vive solo y de cuatro tipos que entraron a su casa y lo golpearon exigiéndole dinero para robarlo. Al parecer el hombre se hizo de su arma (de la que tiene posesión legal) y disparó hiriendo de muerte a uno y motivando la fuga de los demás. Defensa propia, ¿no? “¿Cómo estamos?” exclamaban los presentadores de noticias, entre indignación y hartazgo.

Sin embargo, pasaron sólo horas y minutos hasta que empezó a circular (y viralizarse) un video en el que se lo ve Franco “piolo” Moreyra (barra de Quilmes) intentando correr con su pierna fracturada en dos partes. Se paraba y se caía indefectiblemente mientras se le acercaba Jorge Ríos (el jubilado en cuestión), arma en mano. En un momento se aproxima un auto de un vecino que sorprendido por el hombre tirado en el piso decide alejarse, mientras Ríos (en plena vereda y ya a 60 metros de su casa) lo ejecuta con dos nuevos disparos.

El viejito pobre e indefenso, víctima de la situación, fue ante la cámara fija: frío y victimario. “Defensa propia”, “emoción violenta”, “estado de schock”, “exceso de legítima defensa”, etc. serán sólo carátulas judiciales para una situación que terminó con dos vidas.

A casi 400 kilómetros de Quilmes, en barrio Peralta Ramos de Mar del Plata, un hombre de 81 años disparó una escopeta en la oscuridad terminando con la vida de un supuesto ladrón que habría roto (¿junto a dos cómplices?) una claraboya para ingresar a su casa. “Homicidio agravado por tenencia ilegal de arma de fuego” fue la carátula dejó al octogenario con prisión domiciliaria.

Todos contra todos, perdemos todos.

Los que tienen que portar armas y defender la propiedad privada de los ciudadanos son los miembros de las distintas fuerzas de seguridad. La alternativa a su mala performance no puede ser que terminemos todos armados, disparando a diestra y siniestra como en el lejano oeste de John Wayne.

Las armas en las manos equivocadas terminan siempre con sus protagonistas como: muertos o asesinos. Y las dos alternativas son una cagada.

Buena semana.

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