El jefe de gobierno de la Ciudad pateó el hormiguero y cambió el escenario político de cara a las elecciones (no sólo las de la Ciudad sino también las nacionales). Contra todo pronóstico (como el nombre de la gira con la cuál Joaquín Sabina anda despidiéndose de los escenarios en varios países del mundo) resolvió complicar las estrategias electorales “cadeneras”.
El día que Horacio mató al padre
Por Ricardo Varela.
¿De qué se trata? Como en todas las elecciones, en las próximas hay candidatos “fuertes” y otros (muuuuchos otros) que sólo acompañan mezclándose en largas listas sábana que nadie lee.
En la selección nacional de fútbol el “cadenero” sería Lío, algo así como: “Messi y 10 más”. Es que la figura del astro convoca por sí sola. Sólo así se explica que tengamos chicos de nuestro conurbano con la camiseta del lejano (y frío en casi todas las acepciones de la frialdad) París Saint Germain. En la política argentina no hay Messis. Ni siquiera alguno que pueda jugar a su lado y devolverle la pelota al pie. Para certificarlo basta recordar que los últimos dos gabinetes fueron definidos por sus presidentes como: a) el mejor equipo de todos los tiempos (MM) y b) un equipo de científicos que reemplazaba al de los CEOs (AF). Ambos, por distintos motivos, hicieron agua. Sin embargo, hay algunos políticos que ostentan mejores imágenes positivas que negativas y mayores intenciones de voto que otros (siempre en las encuestas de las que habitualmente desconfío). Estos más “aceptados” por la opinión pública (que vota) son los cadeneros (los que tiran de la cadena de la lista de candidatos ignotos o poco atractivos).
Horacio Rodríguez Larreta llegó a éste 2023 después de gobernar la ciudad de Buenos Aires (la más rica del país) desde diciembre de 2007. Vale recordar que si bien ejerce la máxima responsabilidad (como Jefe de Gobierno) desde 2015, sin embargo (tanto propios como extraños) todos coinciden en señalar que los éxitos de los 8 años de gestión del “Macri porteño” se los debe a la capacidad de trabajo diario y lealtad del (hasta hace pocos días) aplicado Horacio.
En otras palabras podríamos decir que hizo todo el camino, y todos los deberes, para ser ungido como el candidato a presidente 2023 una vez que ya no tiene reelección porteña. Larreta es uno de los fundadores del PRO y de repente cuando siente que le llegó su momento, Macri le juega a las escondidas primero, y lo manda a competir con la siempre camaleónica Patricia Bullrich (que acumula más cambios de camisetas que el delantero uruguayo Sebastián Abreu: 31 clubes en 26 años de carrera). Macri lee que “la gente” quiere orden, mano dura y apego a la ley, y que la Piba (como la bautizó Moyano padre cuando era ministra de De la Rúa) estaría en mejores condiciones que Larreta, que aparece como el dirigente moderado de su espacio. El recuerdo del “gradualismo” al que le adjudica parte de su fracaso como presidente, lo asusta a Macri. Ahora quiere cirugía mayor, esa que pregona a los gritos (y cuatro vientos) el desaforado Javier Milei. “Mauricio sabe que estamos perdiendo votos con Milei. Fíjate que su candidatos van desde chicas que muestran sus curvas en aplicaciones a cambio de plata hasta candidatos a gobernadores que proponen libre portación de armas para salir a los tiros contra los chorros y aún así sigue teniendo la misma intención de votos”, dice un referente regional que frecuenta la quinta Los Abrojos. Escucho y callo. Y pienso en el contexto y en el autor de aquella famosa frase: “a los botes”.
En este contexto, Larreta decidió matar al padre y separó la elección de la Ciudad en nuevo formato “concurrente” (algo que puede definir dentro de sus facultades como Jefe de Gobierno). Así, los porteños votarán electrónicamente en boleta única a sus candidatos locales (Jefe y vice de gobierno, y diputados de la Legislatura porteña) y en la tradicional sábana a los candidatos nacionales a presidente, vice y legisladores del Congreso nacional.
Psicológicamente hablando, matar al padre representa la oportunidad que tienen los jóvenes para reafirmarse y madurar, así como para conocer de forma más profunda, lejos de las estructuras familiares impuestas, quiénes son ellos y quiénes son sus padres. Esto permite, de hecho, varias interpretaciones. Una de las más aceptadas es la de Freud, que asemeja este momento de inflexión en la vida de la persona que logra liberarse de las ataduras que heredó y es capaz de valerse por sí misma, para enfrentar su propia vida.
La movida de Larreta es arriesgada pero necesaria para un dirigente político que está dispuesto a matar o morir. Es la misma alternativa que tuvo (en distintos momentos de su pálida gestión) Alberto Fernández con su relación fraternal/maternal con Cristina Fernández y nunca logro romper.
Como a Cobos, la historia (y el tiempo) los juzgará… (a todos).
Buena semana.