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La era de los renunciamientos no tan históricos 

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

María Eugenia Vidal se sumó esta semana a la lista de los renunciantes a ser candidatos a Presidente. Con grandilocuencia, la ex gobernadora bonaerense imitó el “gesto” de Mauricio Macri, Cristina Kirchner y Alberto Fernández, quienes también en los meses pasados fueron bajándose de la carrera presidencial de 2023. La que más lejos llegó fue la vicepresidenta, que prometió no ser candidata “a nada”.

A un lado y al otro de la grieta, estos renunciamientos fueron vendidos por los equipos políticos y de marketing de sus protagonistas como acciones patrióticas, en las que apuntaron a velar por el interés de sus espacios políticos y hasta de la Argentina entera, en detrimento de sus aspiraciones personales. Pero la realidad es que Macri, Cristina, Vidal y Alberto encarnan como pocos el fracaso económico, social y político de la Argentina de la última década. A ninguno “le daban los números” para pelear por la Presidencia.

A cada se le pueden atribuir una suma de errores. Lideraron en malos tiempos para el país. En el último gobierno de Cristina Kirchner se inició el deterioro y los desequilibrios macroeconómicos que se arrastran hasta hoy, con la inflación incluida. Logró devolver al poder al peronismo en 2019, pero sin éxito en la gestión, y asediando de forma permanente al Presidente que ella misma había elegido. Es cierto que logra mantener la cohesión de su intenso sector partidario, pero en casi ningún escenario es imaginable que pueda ganar un ballotage.

En la gestión de Mauricio Macri no hubo ninguna revolución de la alegría: el poder adquisitivo y los salarios cayeron sensiblemente, a la vez que el país quedó condicionado por un endeudamiento gigante con el Fondo Monetario Internacional, que se remolcará durante varios gobiernos. Luego de perder la reelección, Macri parecía destinado a ser “un quemo” a nivel electoral (así lo maltrataron en la campaña de 2021), pero nuevamente logró consolidarse con su imagen de histórico opositor al kirchnerismo, en especial cuando empezaron a subir los niveles de insatisfacción en los últimos dos años. No obstante, con su nombre en la boleta, las chances electorales de Juntos por el Cambio caerían, además de que no reúne los consensos entre los propios que, en otros tiempos, cuando se manejaba en la política como un CEO, ni siquiera necesitaba pedir.

María Eugenia Vidal fue la cara bonaerense del antipático gobierno de Macri, y luego cosechó desaciertos enteramente propios: tras ser derrotada por Axel Kicillof en 2019, rompió su promesa de “seguir junto a los bonaerenses” para ser candidata en Capital en 2021. En la interna del PRO, nunca quedó claro si era halcón o paloma. Supo ser la dirigente con mejor imagen del país, pero hoy quedó contaminada por una suerte de exceso de oportunismo.

El recorrido de Alberto Fernández está más fresco en la memoria de todos. Gozó de una popularidad inédita para un presidente cuando estalló la pandemia en aquel lejano marzo de 2020. Todo lo demás fue cuesta abajo en su relación con la gente: pagó los costos de la crisis económica y de las permanentes tensiones políticas de la coalición de gobierno, que nunca pudo resolver. Sin el apoyo de prácticamente ningún sector del peronismo, estiró todo lo que pudo la ficción de que iba a buscar la reelección, hasta que se bajó con el objetivo de poder “concentrarse en los problemas de los argentinos”, según explicó.

Karl Marx sostenía que la historia sucede primero en forma de tragedia y luego se repite como una farsa. La liturgia del peronismo denomina “el renunciamiento histórico” a la negativa de Eva Perón a ser la candidata a vicepresidenta de su marido en 1951, cuando ya estaba afectada por el cáncer. Si esa escena fue de tragedia, los renunciamientos de 2023 tienen más aspecto de farsa.

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