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¿Se lo puede frenar? 

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

Soy uno de los muchos que no se vio venir ni cuadrada la ola violeta de Javier Milei. Podía sospechar que Milei iba a tener un buen resultado, que en el próximo gobierno (que ni de cerca sería de él) los libertarios iban a tener un bloque respetable en el Congreso, que incluso íbamos a tener que familiarizarnos con sus representantes en los concejos deliberantes locales y que se iban a habilitar nuevos consensos sobre la necesidad de un ajuste de la economía. Pero no me era posible sospechar que los cordobeses, santafecinos, mendocinos, jujeños, salteños y santiagueños, entre otros, iban a salir a votar masivamente por el candidato estrafalario de los mensajes violentos, que propone la economía dolarizada y las privatizaciones a mansalva.

Fue en esas provincias del interior en las que Milei cosechó sus principales apoyos. De todas maneras, su crecimiento en el Conurbano y en toda la provincia –donde quedó tercero- es también innegable. Para tener una referencia, en las elecciones legislativas de 2021, José Luis Espert, que se había presentado como candidato a senador con el sello Avanza Libertad, obtuvo el 7,5% de los votos a nivel bonaerense. Milei logró cuadriplicar esa performance y alcanzar el segundo lugar en muchos distritos que son especialmente simbólicos para el peronismo, como La Matanza.

Una hipótesis probable es que la diferencia de apoyos según la geografía se deba a que en la mayor parte del interior no se dieron, como en la Provincia o en la Capital, las elecciones locales al mismo tiempo que las nacionales. Ni en Mendoza ni en Tucumán se puso en marcha la maquinaria electoral de dirigentes locales saliendo a buscar apoyos para sí mismos y para sus candidatos nacionales, algo que sí ocurrió en Buenos Aires, en CABA y en Entre Ríos, tres de las cuatro jurisdicciones en las que Milei quedó tercero. En las otras provincias, se puede inferir que la campaña electoral tuvo menos de territorio y más de mensajes en los medios de comunicación y las redes sociales.

En ese punto, queda claro que Milei está ganando la batalla discursiva: desde hace meses que la conversación política nacional gira entorno a la última ocurrencia del libertario: desde la libre portación de armas hasta la propuesta de esta semana de cerrar el CONICET para que los científicos cumplan con el mandato bíblico de “ganarás el pan con el sudor de tu frente.

Ahora Milei marcha cómodo en el primer lugar. Tiene la iniciativa y es el único candidato que ofrece respuestas y exhibe planes a futuro (el contenido y el daño que pueden provocar esos planes son otra discusión). Solo se discute su programa de gobierno, mientras que los proyectos de Massa o Bullrich están en una nebulosa para la gran mayoría de los votantes. Ninguno de los dos está en una posición cómoda: Massa sigue enfrentando una crisis económica cada vez más difícil de domar, mientras que Bullrich pareciera dudar entre endurecerse para disputar el voto de Milei o ablandarse para representar racionalidad ante las excentricidades del libertario.

¿Será demasiado tarde para frenar un gobierno de La Libertad Avanza? Depende de los votantes. En 2015, la inesperada buena elección de Mauricio Macri en la primera vuelta hizo crecer una ola amarilla que parecía indetenible, sobre todo con el triunfo bonaerense de Vidal. Pero de cara al ballotage Scioli logró achicar considerablemente la brecha. Macri representaba en aquel momento un cambio disruptivo luego de 12 años de Kirchnerismo.

¿Qué pasará con este cambio aún más disruptivo que representa Milei, en el marco de una economía cada vez más precaria y con acumulaciones de fracasos políticos? Puede que la ola crezca y ya no se pueda parar. O que aparezca una nueva mayoría de electores que, en un eventual ballotage, decidan frenar ese avance. En cualquier caso, hace una semana que algo de la Argentina ya cambió para siempre.

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