Javier Milei sigue acumulando frases que, al término de su presidencia, podrán utilizarse como un corpus de estudio sobre la megalomanía o el delirio de grandeza. Esta semana se permitió postularse al Premio Nobel de Economía. “Si nos termina de salir bien, probablemente me den el Nobel junto a Demian (Reidel, su jefe de asesores)”, afirmó en un discurso en Praga, donde el Instituto Liberal de República Checa le entregó una condecoración, que se sumó a un premio otorgado por otra institución similar en Berlín, Alemania.
Del delirio místico al delirio de grandeza
Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).
La percepción de que está para el Nobel se encadenó con la consideración de que es “el máximo exponente de la libertad a nivel mundial”, “el topo que destruye el Estado desde adentro”, y la opinión de que su diatriba anti comunista en el Foro de Davos en enero pasado sirvió para que la ultra derecha ganara las elecciones europeas hace dos semanas. Todo esto suena preocupante, pero al menos el Presidente, con este delirio de grandeza, deja atrás el delirio místico del tramo final de la campaña electoral y el principio de la gestión, cuando se la pasaba comparándose con Moisés.
Milei repite a menudo –para hablar de sí mismo- que la diferencia entre un genio y un loco es el éxito. Podríamos reformularlo y pensar que en la política argentina la diferencia entre un excéntrico y un cínico la marca la consistencia económica del programa de gobierno. Así que la moneda está en el aire. Por ahora, las encuestas (y la baja de la inflación) le dan la razón a “las fuerzas del cielo”, aunque la recesión muestra una cara cada vez más fea.
En ese contexto, el Gobierno logró la aprobación definitiva de la Ley Bases en la Cámara de Diputados. El tema más discutido de la semana fue el de la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias (el más bajo) que, en un rapto de desesperación electoral, Sergio Massa había decidido quitar en septiembre de 2023. Fue el colmo de “la maquinita” y el “siga, siga”, que derivó en la motosierra de Milei. Para ello, Massa había contado con el apoyo de los libertarios en el Congreso y también de los gobernadores, que ahora le reclaman ante Milei por el desfinanciamiento de Nación.
Así que Milei y los gobernadores volvieron sobre sus pasos y ahora pagarán Ganancias quienes tengan ingresos de $1.800.000 brutos en el caso de los solteros, y de $2.200.000 en el caso de los casados con hijos. Se sumarán 800 mil personas a la base tributaria y se incrementará la recaudación aproximadamente en 0,35% del PBI.
El kirchnerismo duro, en tanto, se opuso y se salió con la suya. En los 16 años que pasaron en el Gobierno Nacional solo quitaron el Impuesto a las Ganancias en los últimos tres meses de gestión, pero, repentinamente, lo consideran una inmoralidad. Es cierto que es un impuesto antipático y que, en un contexto de mayor holgura debiera retirarse. Pero con las jubilaciones mínimas en el orden de los 215 mil pesos, lo inmoral parece privilegiar a un grupo que la pasa un poco menos mal.
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