Esteban Echeverría | Monte Grande | amigos | asado

Empezaron como un equipo de fútbol de barrio en Monte Grande y la amistad está intacta hace 60 años

En la década del 60 competían en torneos locales con el nombre "Once Corazones". Ya todos son mayores de 70 y mantienen como ritual un asado de fin de año.

Pasaron más de 60 años desde que el equipo de fútbol barrial de Monte Grande Once Corazones empezó a competir en ligas locales hasta el asado del último sábado, que compartieron con El Diario Sur. En todo ese tiempo hubo encuentros y desencuentros, pérdidas, derrotas y victorias. Y un ritual que nunca se perdió: el de la reunión de fin de año que solo no lograron concretar en una oportunidad.

Un grupo de amigos se reúne todos los diciembre desde 1961

Su historia comenzó en el 1960, cuando un grupo de jóvenes amigos de 15 y 16 del barrio en Monte Grande se acercaban a ver los partidos que jugaban los domingos el club El Pampero, en un antiguo campo sobre la avenida Bruzone, en Luis Guillón. En la semana entrenaban con los del club, que eran entre 10 y 15 años más grandes, y los fines de semana, cuando les faltaba alguno, comenzaban jugar con ellos.

“Tuvimos que cambiar el nombre del equipo porque ya no nos dejaban anotarnos en los torneos. De cada diez, ganábamos ocho campeonatos”, le explicó a El Diario Sur Carlos Casas, uno de los pocos integrantes del grupo que está desde los inicios de El Pampero. En 1965 cambiaron su nombre a Once Corazones y así lo mantuvieron hasta mediados de la década del ’80, cuando se disolvió el equipo pero su amistad continuó.

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El grupo de amigos de Monte Grande que se reúne con un asado de por medio una vez al año.

El grupo de amigos de Monte Grande que se reúne con un asado de por medio una vez al año.

En las típicas reuniones de diciembre, el grupo estaba conformado por unas 30 personas, pero en la del pasado fin de semana asistieron menos de 15. “Hoy faltan muchos que por edad y cronología fueron falleciendo, quedamos los más jóvenes. Quedó una hermandad barrial que nos acompañábamos siempre, desde jugar al futbol como salir a bailar, comer asados y la reunión de amigos”, contó Marcos Córdoba, de 72 años.

“Esto es como decir una mística, 60 años de reuniones es como si tuviéramos una religión. Acompañarnos tanto tiempo, recordar anécdotas, nuestra juventud, nos divertimos y no queremos cortarlo. Muchos de nosotros sufrimos problemas de salud y juntarnos nos hace bien espiritualmente también, es como una misa”, describió Marcos.

“Nos conocíamos del barrio y adentro de la cancha nos conocíamos todos. Jugábamos muy bien, por algo algunos después jugaron en clubes como Banfield, Chacarita, Atlanta y otros más. Éramos como el semillero de Zona Sur, muchos equipos importantes venían por jugadores de Once Corazones”, destacó Carlos Casas.

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Antonio Horacio Lobos, ex jugador y parte del grupo de amigos de Monte Grande que se reúne con un asado de por medio una vez al año.

Antonio Horacio Lobos, ex jugador y parte del grupo de amigos de Monte Grande que se reúne con un asado de por medio una vez al año.

El Garrincha de Monte Grande

Antonio Horacio Lobos es parte del grupo de amigos que se inició jugando al futbol en Once Corazones y que hace 60 años se reúne a comer asado todos los meses de diciembre. Por algunos problemas de salud no pudo estar presente en las últimas reuniones, pero sus amigos siempre lo recuerdan por su habilidad con la pelota.

“Si no fuera por el alcohol, habría sido un Maradonita, un Bochini o un Ángel Rojas del futbol argentino. Garrincha le decían”, manifestó Marcos Córdoba sobre Antonio Lobos, quien jugó en varios equipos de la Primera División en Argentina, como San Lorenzo, y también en el futbol extranjero, en México.

El que se fue y volvió

Luis Cabrera es integrante del grupo, tiene 67 años y hace pocos meses pasó por una situación crítica en su vida, la cual pendía de un hilo. Luis se encontraba trabajando en el mantenimiento de un frigorífico en Monte Grande, cuando se cayó de un techo de ocho metros de altura. Se abrió la cabeza y pasó dos meses internado. “Teníamos miedo de que no vuelva”, relató Gabriel Casas, uno de sus amigos.

Tras dos meses hospitalizado, Luis comenzó a estar mejor de salud y lentamente se fue recuperando, pero perdió casi toda su memoria. Alguna cosas aún las recuerda, aunque le tuvieron que enseñar, nuevamente, cómo vivir. Incluso, tuvo que aprender a hablar de nuevo y aún a día de hoy hay palabras que no las sabe. “Por eso le decimos el que se fue y volvió, es un crack”, comentó Gabriel Casas, otro integrante del grupo de amigos.

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