A mediados de febrero, un total de 24 personas murieron y más de 80 terminaron internadas por consumir cocaína adulterada. Las imágenes de gente ingresando con convulsiones a distintos hospitales del conurbano bonaerense impactaron de lleno ante la problemática que recién comenzó a hablarse una vez que tocó fondo: las drogadicciones.
Adicciones: un problema que va más allá de la cocaína adulterada
Los hospitales que desbordaron por los casos de cocaína adulterada también sufren durante el resto del año por adicciones que derivan en sobredosis.
La banda encargada de la fabricación y distribución de la cocaína adulterada fue desarticulada a través de una serie de allanamientos que incluyó operativos en Ezeiza y El Jagüel. Sin embargo, pese a terminar con las actividades de narcomenudeo de dicho grupo, la venta y consumo de cocaína sigue existiendo igual que antes y la droga se sigue cargando vidas más allá de ingredientes no convencionales.
Las adicciones a la cocaína es un problema que muchas veces deriva en sobredosis. Para el psicoanalista Federico Lauría, se puede detectar una dependencia al consumo de drogas “cuando una persona tiene abstinencia y necesita cada vez más cantidad de droga para obtener el mismo efecto que antes”. Y explica: “En ese momento es donde se pasa del uso al abuso. Desde el psicoanálisis, se podría decir que las adicciones se detectan cuando se rompen los lazos sociales. Cuando uno no puede estar con la familia, pierde el trabajo o no puede hacer deporte, es porque la sustancia llegó a niveles preocupantes”.
Junto a sus colegas y excompañeros de la universidad, Federico Lauría es uno de los tres creadores de la Asociación Psicoanalítica del Sur, con sede en Remedios de Escalada. El trío que fundó la institución tiene un fuerte interés en todo lo que respecta a adicciones: Juan Carlos Giannettino escribió su tesis sobre la toxicomanía y cómo la cocaína es un funcional al sistema, mientras que Daniel Bensusan decidió cerrar sus estudios teorizando sobre “paco y masoquismo”.
“Los cuerpos se acostumbran a todo tipo de droga. Si uno toma ibuprofenos todos los días, después tiene que tomarse un tafirol. Con la cocaína es igual. Es una cuestión de goce: cada vez se necesita más”, explicó Lauría a El Diario Sur. Y argumenta sobre por dónde viene el goce: “Tiene un parte social pero también involucra a la crianza y los primeros momentos de vida. Es algo muy íntimo que se forma en las primeras prácticas con las relaciones que se tienen con el padre y la madre. En esos momentos se marca tanto el amor como el sufrimiento. Lo político-social también tiene mucho que ver. Si de arriba viene maltrato, violencia y castigo, se moldea cierto humor en la gente. Y por ende en el consumo”.
Para Lauría, las adicciones trascienden “sin importar la persona ni la clase social”. Y cierra: “La gente se muere la sobredosis. Cuando estás metido en la droga, no hay pensamientos, lógica ni ministerio de Salud”.
La droga invisible
Al menos en Argentina, es poco frecuente escuchar que alguien admita ser consumidor de drogas. Sin embargo, como hemos visto en aquella trágica semana de la cocaína adulterada, es un fenómeno que sucede. “Como todas las cosas que están prohibidas, nadie admite que consume cocaína. Se estigmatizó tanto al consumidor porque surgieron desde la contrahegemonía. En su momento nadie decía que bailaba tango porque era problemático”, comentó el psicoanalista Federico Lauría, que sumó: “El consumidor siente que por consumir está en contra del sistema, cuando en realidad está siendo funcional. Piensan que están haciendo la revolución y solo se están matando. La droga idiotiza a mucha gente”.
Prevención al adicto
Entre los lugares que intentan salvar la vida de personas involucradas con la droga, Federico Lauría destacó la labor de “El Hogar de Cristo”. “Tienen un abordaje comunitario para las adicciones que es revolucionario, donde construyeron un modelo que da mejores respuestas que algún centro terapéutico, en donde solo el 3% de las personas que ingresan se rehabilitan”, comentó el psicoanalista a El Diario Sur. Y detalló: “Ellos están hace 10 años con los curas villeros al lado de la cancha de Huracán, en Parque Patricios. Allí los pibes se morían por el paco y la tuberculosis. La idea que es impregnan es la de trabajar con las familias que hay detrás de un adicto. Tienen de revelador que trabajan dentro de la comunidad, buscando construir una vida saludable en el propio barrio sin tratar al adicto como si fuese un enfermo aislado”.