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Vecino de Ezeiza fue de vacaciones a Nueva York, quedó varado por tener coronavirus y volvió vacunado

Pudo programar su vuelo comprado en 2020, se contagió de coronavirus y sus vacaciones se estiraron: el tiempo le concedió la vacuna y hasta un trabajo temporal.

Cuando Gonzalo Serrano intentó, por primera vez, darse la vacuna contra el coronavirus en Nueva York, tuvo que inventarse una vida paralela para que el médico creyera que era residente. Había escuchado en la televisión que, a pesar de que todavía no vacunaban a turistas, muchos mentían para ser inoculados. Una vez que se decidió, sacó un turno por internet para vacunarse en una farmacia y completó una declaración jurada, que finalmente fue en vano: los médicos insistieron con el comprobante de residencia.

No había viajado para conseguir la vacuna, pero ya estaba en Estados Unidos, donde los puntos de salud eran una excursión más. Al pasaje lo había comprado cuando ni siquiera existía el coronavirus, con fecha de vuelo para junio del 2020. En marzo la cuarentena le canceló las vacaciones y al boleto decidió usarlo para viajar en abril de este año. El orden y la alteración de los acontecimientos parecían haberlo predestinado a que se vacunara temprano, pero no, todavía no, Gonzalo, turistas todavía no pueden.

Desechó la posibilidad de la vacuna ya que le quedaba apenas una semana y era mejor aprovechar el paisaje neoyorquino, en el que “te sentís en una película todo el tiempo”. Lo que no imaginaba era que, en realidad, su viaje se estiraría un mes y medio más, también por una serie de eventos desafortunados. El primero de ellos, el más desagradable: se contagió de coronavirus.

El pasaje de vuelta a Ezeiza era para el 21 de abril y el 20 sacó turno en una clínica. “Estaba con un pequeño resfrío, soy algo alérgico y el clima era muy cambiante”. Gonzalo se hizo un hisopado gratis que detectaba gripe A, gripe B y Covid. El resultado le llegó en cinco horas. Al leerlo, vio que era negativo en todos, pero coronavirus positivo. “No lo podía creer”.

De inmediato se comunicó con Asistencia al Viajero, Aerolíneas Argentinas, su familia y el trabajo, un estudio contable. Programó el vuelo por 17 días, una cifra importante para vacacionar, siempre y cuando no se tenga que estar aislado. Y se tenga el dinero, no menos importante.

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Estaba alojado en una habitación que alquiló por la plataforma Airbnb, donde vivían una pareja de un español y una colombiana. Ellos entendieron su situación e incluso le propusieron un salvador trato: «Gonzalo, vos te podes quedar acá. Te ofrecemos un descuento del 30%». Aceptó sin pensarlo y se quedó varios días encerrado.

Al noveno día salió. Estaba bien de salud y aprovechó a dar una vuelta por Manhattan, que “al ser una ciudad muy turística, ahora hay varios puestos de salud por todos lados”. Cuando encontró uno se acercó a hisoparse. Le pareció buena idea saber si seguía contagiado de coronavirus.

—¿Hay alguien que hable español? —preguntó ante la dificultad de comunicarse.

—¿Vienes a darte la vacuna? —escuchó que la atendió una chica de tonada caribeña.

—No, vengo hacerme el test rápido. Me diagnosticaron covid hace 9 días y quiero saber si soy negativo.

La chica lo miró confundida.

—¿Vienes a hacerte el test o a vacunarte?

—Me encantaría poder vacunarme también, pero no soy residente.

—Pues… estamos vacunando turistas.

A Gonzalo se le brillaron los ojos al escuchar aquella frase. “¿En serio me puedo dar la vacuna?”, dijo por las dudas. “Sí, pero si sos positivo debes esperar hasta el día 10”. Y así fue: el chico se volvió al hotel y al otro día se presentó en el puesto de vacunación con una puntualidad envidiable. Al aplicarle la Johnson&Johnson se le llenaron las pupilas de lágrimas, recordando lo mucho que se cuidó por preservar la salud de sus padres, que con un pinchazo inesperado agudizó el valor de esos meses de esfuerzo.

“Esa noche me fui a comer a un restaurant bueno, como para cerrar con un broche de oro”. Pero lo que otra vez no sabía Gonzalo era que, una nueva serie de eventos lo llevarían a quedarse aún más tiempo en esa ciudad de película. Tenía tantas ganas de seguir en Nueva York como compromisos en Buenos Aires. Les comentó aquello a la pareja que lo hospedaba y de nuevo le hicieron otra oferta: que se quede a trabajar con ellos, en sus habitaciones que alquilan, como encargado del check-in y limpiando e higienizando cuando haya cambio de huéspedes.

Aceptó sin dudarlo, tal como aceptó prolongar su estadía con ellos y tal como aceptó su segunda oportunidad con la vacuna. Gonzalo extendió su viaje de tres semanas a dos meses. Ahora le toca volver a Ezeiza con una serie de anécdotas inesperadas y una inmunización en su brazo derecho.

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