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Festejar sin pirotecnia: el pedido de padres de chicos con autismo en la región

Familias comparten experiencias y destacan la importancia de reducir los ruidos de la pirotecnia. También piden cuidar a los animales.

Más luces y menos ruido. Ese es el pedido que, cada año, vuelve a tomar fuerza en la previa de las fiestas de fin de año de la mano de familias con hijos dentro del espectro autista. En la región, Daniel Maldonado, vecino de Canning, y Andrés Godoy, de San Vicente, compartieron sus experiencias con El Diario Sur para concientizar sobre el impacto que genera la pirotecnia sonora y promover celebraciones más empáticas e inclusivas.

Maldonado es papá de Santino, un niño con autismo, y creador de la Fundación SEAL, por un autismo sin límites. Desde su experiencia cotidiana explicó cómo los ruidos afectan a las personas con hipersensibilidad auditiva. “Para la mayoría de las personas, el ruido urbano es parte del día a día. Para quienes están dentro del espectro autista, ese mismo ruido puede convertirse en una experiencia profundamente angustiante”, señaló.

El vecino de Canning detalló que muchos chicos y adultos con autismo procesan los sonidos de manera distinta, lo que puede derivar en crisis, miedo, llanto, problemas de sueño y hasta retrocesos en los tratamientos terapéuticos. “No se trata de exageraciones ni de falta de límites. Es una condición neurológica real, reconocida, que requiere comprensión y acompañamiento”, remarcó.

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Andrés Godoy junto a Alma y su familia en San Vicente.

Andrés Godoy junto a Alma y su familia en San Vicente.

Desde San Vicente, Andrés Godoy, papá de Alma, una adolescente dentro del espectro autista, compartió una experiencia similar. Contó que su percepción sobre la pirotecnia cambió cuando la situación lo atravesó en lo personal. “Cuando te toca de cerca, la cabeza empieza a cambiar”, sostuvo.

Andrés señaló que como familia toman recaudos especiales. “Hemos pasado Nochebuena lejos, subirnos a la camioneta e irnos para el lado del campo para escapar de los ruidos”, relató. También indicó que conoce a muchas otras familias que adoptan la misma estrategia para atravesar las fiestas sin sobresaltos.

Godoy remarcó que el impacto del ruido se percibe de forma amplificada. “Es terrible, no lo aguantás. El ruido se multiplica. Lo que un oído clásico escucha, ellos lo escuchan mucho más”, explicó.

El vecino de San Vicente participó en campañas de concientización junto a otros padres y destacó la ordenanza vigente en el distrito. “La ordenanza 5123, aprobada en 2019, prohíbe la comercialización y el uso de pirotecnia sonora mayor a 85 decibeles. No se busca prohibir todo, sino reducir lo que hace más daño”, indicó, aunque reconoció que su cumplimiento aún es un desafío.

Ambos coincidieron en que el cambio debe ser cultural y sostenido en el tiempo. “Hay millones de formas de festejar. No es necesario hacerlo con ruido”, expresó Godoy. Y concluyó: “Aunque cada año haya 20 personas menos tirando pirotecnia, ya es un montón”.

“Los animales no pueden identificar el origen del ruido”

Cada fin de año, el uso de pirotecnia sonora vuelve a generar preocupación, no solo por sus efectos en las personas, sino también por el impacto directo en los animales de compañía. Desde Zoonosis de Esteban Echeverría advierten que perros y gatos reaccionan de manera intensa frente a los estruendos, con consecuencias que pueden ser graves.

“El efecto de la pirotecnia sonora es similar al que produce en niños, personas mayores o quienes atraviesan enfermedades: genera miedo, ansiedad y estrés”, explicó José Giordano, director del área. “Sin embargo, en los animales la reacción suele ser más extrema porque no pueden identificar el origen del ruido. Frente al estruendo, se activa una respuesta instintiva: huir, esconderse o incluso agredir por miedo”, explicó

Estas reacciones pueden derivar en episodios de ansiedad, problemas cardíacos y cuadros de estrés prolongado. Si bien algunos animales se adaptan desde pequeños a ruidos fuertes, se trata de una minoría y no puede tomarse como referencia general.

Giordano remarcó que la conducta de los tutores es clave: “Si nos mostramos tranquilos, ellos perciben que no hay una amenaza real”.Además, recomendó colocar una chapita identificadora en el collar con un contacto para evitar que los animales se pierdan y no dejarlos solos ni en espacios desde donde puedan escapar a la vía pública.

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