A los 82 años, los vecinos de San Vicente Ciro Covaleda y Aurelia Laveski pudieron cumplir el pasado sábado el sueño de casarse por Iglesia. La ceremonia tuvo todo lo que desearon. Ella usó un vestido blanco de cola y un peinado “a lo Lady Di”. Él estrenó un traje azul con zapatos a tono. La parroquia estuvo colmada de sus familiares, amigos y vecinos. A la salida les tiraron arroz y luego se fueron a una quinta, donde se hizo una fiesta que se extendió hasta las cinco de la mañana. Ahora, solo piensan en cumplir con el deseo que escucharon durante toda la celebración: ¡Que vivan los novios!
Vecinos de San Vicente se casaron por Iglesia a los 82 años: la historia de Ciro y Aurelia
Celebraron su amor con una fiesta para familiares y amigos. En la Parroquia de San Vicente, cautivaron con su elegancia y les tiraron arroz.
Aurelia y Ciro se conocieron en San Vicente en 1997 y fueron afianzando su relación en el programa “Abuelos Bonaerenses”, que fomentaba el deporte y las actividades lúdicas entre adultos mayores. Desde 2005 que se pusieron en pareja, ya con más de 60 años, y en 2008 se casaron por civil. Desde entonces viven juntos, en la casa de Ciro, en el centro de la ciudad. Este sábado dieron el sí por Iglesia.
“Fue la fiesta que soñaba. Yo soy creyente y para mí era muy importante que nos casáramos ante los ojos de Dios. A esta edad puedo decir que cumplí mi sueño y que estoy muy feliz con Ciro que es un gran compañero”, refleja Aurelia en una charla con El Diario Sur. Ciro, desde la otra silla del comedor de la casa, suma: “Fue perfecto como salió todo. Fue un esfuerzo económico, pero valió la pena porque es inolvidable y es algo de una sola vez en la vida”.
Las historias de Ciro y Aurelia hasta que se conocieron fueron muy distintas. Hija de un inmigrante ruso, ella nació en el Chaco y llegó a Buenos Aires para trabajar como empleada doméstica. A los 19 años se casó y tuvo dos hijas. “Pero a los tres años me separé porque mi marido tomaba mucho y me golpeaba. Crie a mis hijas sola”, cuenta Aurelia. Tuvo diferentes trabajos a lo largo de su vida y su familia creció hasta tal punto que hoy tiene tres nietos, cinco bisnietos y un tataranieto de meses.
Ciro, en cambio, se mantuvo soltero. “Tenía novias pero eran cosas de touch and go”, lo embroma Aurelia. Vivió hasta los 60 años en el campo de su padre, ubicado sobre la Ruta 58, donde se dedicaba a la cría de animales. “Estuve mucho tiempo recluido en el campo. Es un trabajo muy sacrificado, todo el mundo que lo vivió lo sabe. Después me vine al pueblo y ahí apareció Aurelia”, cuenta Ciro.
Con la pareja ya consolidada, en 2008 tuvieron su casamiento por civil. Para Aurelia, católica activa en la Iglesia y en actividades sociales, recibir el sacramento seguía siendo un sueño. Lo pudieron llevar adelante a partir del fallecimiento del primer esposo de la mujer. Y con el respiro que dio la pandemia, lo concretaron con la ayuda de la familia de Aurelia y de los padrinos de la boda, Tito Tarelli y su esposa Lilia, amigos del flamante matrimonio.
Todavía con la emoción de la fiesta a flor de piel, Aurelia y Ciro tienen pendiente una estadía en un hotel que recibieron como regalo de bodas; esa será su Luna de Miel. Y también piensan en hacer más viajes juntos, como los que hacían antes de la pandemia. “Nada está descartado”, acota Ciro.
“En el matrimonio hay que tener tolerancia y compañerismo para que el amor funcione”, resalta ella. Y agrega, entre lágrimas: “Me da mucho orgullo que mis dos hijas lo quieren a Ciro como si fuera un padre propio, ellas que no tuvieron a su papá al lado cuando eran chiquitas. Ahora está él, que es un gran compañero”.