Un vecino de Canning compró un vagón de subte que había dejado de funcionar hace varios años, lo reacondicionó y lo instaló en su terreno, donde lo usa como casa de fin de semana para él y su familia. “Mis amigos me dijeron que estoy completamente loco”, dijo en comunicación con El Diario Sur.
Juan Iriarte tiene 44 años, está casado y tiene dos hijos. Se crio en Ayacucho, un pueblo cerca de Tandil, pero vivió casi toda su vida en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Es uno de los tantos que llegó a Canning con la pandemia de por medio, buscando un escape al encierro y tener una casa para los fines de semana.
“Boludeando con el celu, me enteré de un barrio nuevo en un campo que se estaba loteando en Canning”, contó Juan, en referencia al Barrio Estilo Campo, ubicado cerca de la Estancia Villa María. “Pensando en qué podíamos hacer sin gastar mucha plata, encontré una subasta de vagones de subtes en Google y quiénes los habían comprado”, indicó.
“La locura es de a dos”, comentó entre risas. “Fue una idea en conjunto con mi mujer”, sostuvo. Así fue que Juan y Verónica se lanzaron a esta aventura, compraron el vagón de subte por 700 mil pesos y lo reacondicionaron para que sea su casa de fin de semana, en Canning. “Tenía muchas ideas en la cabeza, pero de si algo estaba seguro es que no quería hacer algo tradicional”, señaló.
El vagón perteneció a la Línea B. La compra fue realizada en 2021, pero el vagón había dejado de funcionar en 2016. “Estaba hecho todo un desastre y a la intemperie, con grafitis y los vidrios rotos. Había que tratarlo con mucho cariño y con una visión a futuro”, describió.
El vagón se encontraba en un depósito de Pilar y debían trasladarlo hasta Canning, una tarea para nada sencilla. “Una grúa lo puso en un camión que lo trajo en dos horas. Después, otro grúa que vino de Cañuelas lo acomodó en el terreno”, contó. Antes de traerlo, Juan consultó al desarrollador del barrio si podía hacerlo. “Te lo dejo traer si está bien arregladito’ me dijo, así que yo personalmente me iba a pintarlo al depósito”, dijo.
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Actualmente, el vagón ya está ubicado en el terreno y cuenta con tres dormitorios, un baño y cocina, living y comedor unificado. Todo en 50m². “La obra fue fácil, ya tenía aberturas y todo. Fue hacer la división de los pisos, la conexión de agua y de luz”, aseguró. “Es una casa que funciona”, remarcó.
Vivir en un vagón de subte
“La experiencia de Canning nos encantó. Venimos casi todos los viernes desde CABA y nos volvemos el domingo. Es otro mundo completamente distinto y vemos que continúa en crecimiento”, señaló Juan Iriarte. “La ola de calor, por más aire acondicionado que tenga, es un horno”, comentó. Sin embargo, resaltó que “cuando baja el sol, la chapa se enfría rápido y dormís tapado”.

