Niños, adolescentes, adultos, perros, patos, gallos, conejos, abejas y hasta pavos reales. Todos ellos conviven en perfecta armonía en “Las Tierras de Avalon”, un barrio que se formó en la ciudad de Canning cuyas casas son de barro y en el cual sus habitantes buscan la conexión con la naturaleza.
El "ecobarrio" de Canning que tiene casi 30 casas de barro: "Aprendemos a vivir en comunidad"
La historia de este sitio comenzó en 2010, cuando una pareja que tenía su casa en Palermo se mudó a Canning para vivir rodeados de naturaleza.
Dicho lugar se encuentra ubicado sobre la calle Galeano al 5000, a menos de 5 kilómetros de la Rotonda de las Mujeres, y pertenecía al tío abuelo de Juan Laso, quien actualmente tiene 46 años y fue el fundador del lugar junto a su mujer, Carla Weimberg, en 2010.
“El tío César y la tía Tere vivían y eran de los primeros habitantes de esta zona. De chico yo venía mucho a visitarlos y así conocí Canning”, contó Laso, quien recibió a El Diario Sur en Las Tierras de Avalon. Y añadió: “Cuando fue el momento de decidirnos por una vida en la naturaleza sabíamos que esta era una opción, así que nos mudamos para ahí con el tío, que todavía vivía”.
Antes de mudarse a la región, la pareja vivía en Palermo. “Teníamos un centro cultural donde había diferentes talleres, actividades y eventos. Ahora podemos realizar esas actividades, pero en otro tipo de entorno”, explicó. Cabe destacar que Laso se dedicaba al yoga desde hacía ya muchos años, y también al teatro.
“Antes de venir acá nosotros organizábamos retiros de yoga en la naturaleza, para acercar a la gente a esa experiencia, con comida orgánica. Hicimos más de 30 retiros y como no había un lugar pensado para esto, decidimos hacerlo nosotros”, contó el vecino. Y remarcó: “No queríamos que fuera solo una experiencia de fin de semana, sino de toda nuestra vida”.
Fue con esa idea que se instalaron en la ciudad, donde armaron su casa de barro, para estar todavía más conectados con la naturaleza. Con el pasar de los años, se mudaron allí varios de sus familiares y posteriormente vecinos que también querían optar por ese estilo de vida. Actualmente el lugar cuenta con 27 casas de barro y más de 60 personas que las habitan, entre niños, adolescentes y adultos.
En el predio se realizan retiros y diversas actividades vinculadas al yoga, y hasta cuentan con un salón común para reuniones. También hay huertas y le ponen mucho empeño a darle paso al desarrollo de plantas nativas.
“Se trata de aprender a vivir en comunidad, algo que consideramos muy importante en nuestros tiempos, así que estamos muy contentos y esperamos que esto siga creciendo”, concluyó.
Las casas de barro
“El motor para crear nuestras propias casas de barro fue un video que vimos de Jorge Belanko, cuando estábamos decidiendo qué tipo de construcción hacer, donde comenta las diferentes maneras de bioconstrucción”, explicó Carla Weimberg a El Diario Sur.
Sobre los materiales que utilizan para la realización de estas casas, detalló: “Las bases están hechas de hormigón y de hierro. A partir de los 30 centímetros de altura empieza lo que sería la pared de barro”. Para esto, contó que utilizan una mezcla hecha de tierra, arena, bosta, agua y paja. Además, realizan estructuras con pallets y también usan vidrios, botellas y hasta inodoros o bañeras.
“Los techos son vivos, tienen una capa de tierra de 10 centímetros, son pesados pero frescos, y en el invierno mantienen muy bien el calor. Los pájaros hacen nidos y hay plantas colgantes, se generan ecosistemas”, subrayó.
“Mi hija empezó su vida acá y cada día tiene una aventura nueva”
El Diario Sur también dialogó con dos vecinas que se instalaron en la zona desde hace varios años y contaron su experiencia. Una de ellas es Cecilia Caradona, quien tiene 38 años y se instaló en la zona desde hace 4 años. “Mi hija empezó su vida acá y cada día tiene una aventura nueva en la naturaleza, va a jugar a la casa de distintos vecinos, se genera algo muy lindo”, sostuvo.
“Me gusta abrir la ventana y tener pájaros, sonidos. Como vecinos nos ayudamos mucho, hacemos mingas y compras comunitarias. Son cosas hermosas que hoy en día se están perdiendo”, remarcó.
Por su parte, Liliana Pombo, de 71 años y mamá de Juan Laso, expresó: “Nosotros vivíamos en Palermo, y por más macetas que pusiéramos en la terraza era imposible tener contacto con lo natural, pero acá no hay límites, sólo los ponemos nosotros con nuestras estructuras”, aseguró la mujer.
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