Columnista | Donald Trump | Estados Unidos | democracia

Nadie sabe cómo vine a para yo, al tercer mundo

Los estadounidenses se saben más vulnerables y las consecuencias de los sucesos del miércoles pasado empiezan a verse. Trump perdió, pero hay algo aún peor en el balance de su gestión: dejó a una sociedad irascible y dividida.

Miles de seguidores del presidente saliente de los Estados Unidos, Donald Trump (que hasta hace unas horas seguía negando el resultado de las urnas) tomaron el Capitolio el miércoles pasado.

Las imágenes que difundieron los medios de comunicación resultaron inéditas en la historia de la democracia de los Estados Unidos.

La irrupción de los fanáticos forzó la evacuación de los legisladores y del propio vicepresidente de Trump, Mike Pence, que dirigía la sesión en la que se iba a certificar la victoria de Joe Biden.

Pese al despliegue de 340 soldados de la Guardia Nacional (la protesta preveía 15.000 participantes), las autoridades tuvieron que pedir ayuda sobre la marcha a cuerpos de policía cercanos y otros 1500 guardias para recobrar el control. Después de casi cuatro horas de enfrentamientos, desmanes , tiros y destrozos, los seguidores de Trump (que marcharon hacia el Congreso incitados por un discurso del propio presidente saliente que vociferaba fraude) fueron controlados.

Sin embargo el saldo de los enfrentamientos (que se dieron hasta dentro del mismísimo recinto de sesiones), dejaron una saldo de 5 personas muertas y decenas de heridos.

La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, al lamentar los hechos, describió la irrupción en la sede del Congreso como "terrorismo de libro de texto" y "una afrenta a la democracia". Finalmente, el Congreso estadounidense ratificó el jueves pasado el resultado de las elecciones de noviembre, y el presidente saliente, Donald Trump, se comprometió a transitar una "transición ordenada" del poder al mandatario electo, Joe Biden.

En el mientras corrió sangre y miles de estadounidenses se espejaron en una situación que solo creían que pasaba en países subdesarrollados. Mientras la televisión debatía si lo sucedido se encuadraba (o no) en un intento de golpe de estado, Trump se iba quedando minuto a minuto cada vez más solo. “La gota que colmó el vaso”, “el punto de quiebre” o “cruzó la línea roja” fueron las palabras más repetidas por alguno de sus colaboradores más cercanos y varios legisladores que el pobre Donald consideraba incondicionales.

Desde legisladores del Partido Republicano hasta miembros de su gobierno, dijeron "ya basta" a las imágenes de decenas de personas quebrando la seguridad, invadiendo la sede del Congreso estadounidense y destrozando varias de sus históricas salas. Al cierre de nuestra edición ya se habían alejado (mediante renuncia indeclinable) dos ministros de Trump.

La constitución de los Estados Unidos fue guía y modelo de la de muchos otros países (incluido el nuestro) y su democracia (y su forma de entenderla) fue hasta casi venerada por propios y extraños. Hoy, los estadounidenses se saben más vulnerables y las consecuencias de los sucesos del miércoles pasado empiezan a verse. Algunos activistas que fueron reconocidos en fotos e imágenes televisivas por las empresas que los tienen contratados perdieron sus empleos y pasaron a engrosar la lista de desocupados. El argumento es simple: violaron la seguridad de una de los edificios más emblemáticos de la democracia norteamericana.

La alternancia entre demócratas y republicanos se viene dando desde la década del 80 en ciclos de 8 años, con la única excepción de Bush padre. Tuvieron 8 años de Reagan, Clinton, Bush hijo y Obama. Las consecuencias de la presidencia “simple” de Trump empiezan a verse. En ésta página lo definí como un populista de derecha, misógino declarado, discriminador y sectario, que había logrado el triste apoyo de inmigrantes que luego le cerraban las puertas a sus compatriotas solo para “volver a hacer grande a América”, según les prometía el platinado (y multimillonario líder). Trump perdió. Por poco margen, pero perdió. Algunos justifican la derrota en el pésimo manejo de la pandemia, otros en la crítica situación económica, mientras los analistas internacionales condenan su política exterior. También se lleva a casa un par de causas judiciales que seguramente lo devolverán a las primeras planas próximamente, pero hay algo aún peor en el balance de su gestión: dejó a una sociedad irascible y dividida. La propia grieta, que alcanzó el miércoles pasado su punto más álgido y emblemático.

Recuerdan aquella campaña contra la violencia en el fútbol de nuestro local TyC Sports: “cuando vos cantas los vamos a matar´, ellos van y matan”. Bienvenido al tercer mundo, Mister Trump.

Buena semana.

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