Clara tenía 52 años cuando la empresa en la que trabajó durante tres décadas cerró sus puertas. Era jefa de producción, madre de dos hijos y llevaba media vida despertándose antes del amanecer. El despido fue un golpe duro. No solo por lo económico, sino por lo que simbolizaba una identidad que se deshacía de un día para otro.
Superación: la historia de Clara
Por Mónica Dreyer.
“Me sentí invisible”, confesó. Como si todo el esfuerzo ya no valiera, como si la edad se convirtiera en un obstáculo más grande que el desempleo. Durante meses, recorrió oficinas con su currículum bajo el brazo, mientras escuchaba frases como "estás sobrecalificada" o "buscamos un perfil más joven".
Pero había que salir adelante, no había otra. Con muchos temores ante lo nuevo e incertidumbres Clara no se rindió. Con ahorros justos y muchas dudas se inscribió en un taller de panadería artesanal que era algo que siempre le encantó y tenía talento. Lo que empezó como una vía de escape se volvió una nueva posibilidad. Y de la pasión, nació un emprendimiento.
Hoy, tres años después, Clara logró reconvertirse, e inauguró una pequeña panadería de barrio utilizando su propia casa. “No sabía que podía reinventarme. Pensé que era tarde o era imposible”, dice.
Cuantas Claras escucho a diario. Personas que tuvieron una crisis importante, se me vienen ejemplos del día a día… Recuerdo una mujer ama de casa, con hijos chicos, quien al perder su marido tuvo que tomar el negocio en un ámbito de hombres y se descubrió a sí misma y además … ¡Podía con éxito! Personas que han perdido sus hijos y de ese gran dolor hicieron una fundación. Otras luego de una enfermedad redescubrieron facetas impensadas. Porque así es reinventarse… es casi como morir para renacer y el proceso es durísimo sin embargo a veces el dolor nos hace más fuertes.
Superarse y reinventarse no es volver a ser el de antes. Es descubrir quién se puede llegar a ser en formas impensadas.