Columnista | Editorial | Atlántico | Ricardo Varela

Atlántico, el océano que nos une

Ricardo Varela.

Se suele decir que si te vas 15 días de vacaciones todo habrá cambiado cuando regresas a la Argentina. Pero que si volvés 15 años después, todo seguirá igual.

Me encuentro entre los primeros.

Los que siguen ésta página saben que voy a recibir la primavera argentina en el otoño español.

Y también saben que es la primera vez que crucé el Atlántico, no en busca de arenas mediterráneas (que también las habrá), sino de mis raíces. Para compartir algo de esas vivencias necesito volver, y dejar que “decante” el torbellino de emociones que significó para mi encontrarme con el origen.

Cuando vuelva al pago habrán sucedido un sinfín de noticias que hacen que en la Argentina “todo cambie” vertiginosamente.

Ya tenemos nuevos “dólares”: soja y malbec, que prometen no ser los únicos ni los últimos. También tenemos un fenomenal guiño del Fondo Monetario Internacional al plan económico del flamante superministro Sergio Massa: “Reciba mis más sinceras felicitaciones por su nombramiento como Ministro de Economía del República Argentina con mayores responsabilidades, incluso en las áreas de producción y agricultura. Su experiencia, incluso en el Congreso de la Nación Argentina, puede resultar vital para ayudar a que la Argentina y su gente enfrenten sus desafíos económicos y sociales más apremiantes”, señaló Kristalina Georgieva (titular del FMI). Lo cierto es que el organismo evalúa como muy positivos los primeros anuncios y las medidas puestas en marcha desde la llegada Massa a economía.

Cuando vuelva, seguramente también habrán nuevos avances en la investigación del atentado que sufrió la vicepresidente Cristina Fernández, única noticia de trascendencia internacional de nuestro país en los últimos días. Al “lobo suelto” se le habría sumado una especie de jauría que hizo inteligencia en el lugar durante varios días previos, manifestándose además con violencia el 18 de agosto en Plaza de Mayo bajo un slogan que da escalofrío (independientemente de los nombres propios o partidos políticos): “al kirchnerismo: cárcel o bala”. Lamentablemente algunos trasnochados/trastocados leen literal. El riesgo es que también ejecuten literal… .

Vuelvo a Madrid. Uno de mis más amigos llama a la ciudad “la capital mundial de la felicidad”. Durante mucho tiempo pensé que era sólo por su insoportable fanatismo gallina y aquella final de Libertadores de 2018.

Tuve la suerte de conocer Madrid de la mano de Héctor Rodríguez.

A fines de los 90 y comienzos de los 2000, antes de fundar Diario Canning (nave insignia del actual multimedios) me dedicaba a la ingeniería informática (mi profesión universitaria, por cierto). Una de mis pasiones de esa época era la programación de software a medida (fundamentalmente para las áreas administrativas y contables de las empresas). Esto requería muchas horas hombre frente al teclado y también mucha investigación, estudio e intercambio con colegas. Ese intercambio me puso en el camino a Héctor, un “gallego” que en realidad vive en las islas Canarias (en el medio del Atlántico, frente a costas africanas y a tres horas de avión de Galicia). Durante decenas de horas y días de aquellos años intercambiamos información y avances a través del la web, sin conocernos personalmente. Así aprendimos uno del otro y también “vivimos” y compartimos logros personales, profesionales y familiares como el nacimiento de los hijos por ejemplo.

Durante más de 15 años cimentamos las bases de un abrazo que se pudo hacer realidad este 2022 en Madrid. “Espero que te guste mi país”, me dijo cuando le conté que finalmente había sacado pasajes. Sin saber cuan difusas estaban para mi las fronteras de España y la Argentina, Héctor me proponía un encuentro en “la capital” (como la llaman los españoles).

Nos encontramos después de mi visita a Galicia, donde terminaron de desaparecer esas fronteras, y recorrimos Madrid como turistas y también como españoles. Compartimos muchos kilómetros de caminata, exploramos la impresionante red del metro, fuimos de tapeo y aprendí a diferenciar los trenes de cercanía, de los AVE y de los Talgo.

Hay algunos amigos que no hace falta ver con frecuencia para sentir cercanos. Generalmente solo hacen falta un par de horas de charla para “ponerse al día”. Eso vivimos con Héctor en la capital mundial de la felicidad, cuando finalmente nos conocimos personalmente.

Salud amigo, el próximo brindis será en Buenos Aires. Tan lejana y cercana, como nunca antes.

Buena semana.

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