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Todos locos. Yo, argentino

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

Ricardo Bussi, candidato a diputado nacional por La Libertad Avanza e hijo del represor Antonio Domingo Bussi, sobre los integrantes de la comunidad LGTB: "Son seres humanos que merecen todo nuestro respeto, como los rengos, como los ciegos, como los sordos. Ahora, no sé por qué hay que darle un cargo público por ser travesti, si eso lo pagamos nosotros. El que decide ser travesti que se la banque solo”.

Martín Krause, académico, integrante de la Libertad Avanza y futuro ministro de Educación en caso de que Javier Milei sea presidente: “Los argentinos no cumplimos nada. Dentro de todo, mejor. Imagínense si la Gestapo hubiera sido argentina, ¿no hubiera sido mucho mejor? En vez de matar seis millones de judíos, seguramente eran mucho menos porque hubiera habido coimas, ineficiencias de todo tipo, se hubieran quedado dormidos”.

Emilio Ocampo, “cerebro” de la dolarización que propone Javier Milei y futuro presidente del Banco Central en caso de que sea electo: “Desde que tenemos uso de razón, se nos martilla con que tenemos un Padre de la Patria. Ese es un personaje ficticio. San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”.

Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta de la Libertad Avanza: “El terrorismo de Estado no existe. Acá hubo una guerra”.

Una colección de frases como esa, de integrantes relevantes de una campaña electoral, deberían alcanzar para hundir a un candidato en la consideración de la opinión pública. Sobre todo si el candidato tiene en su registro declaraciones todavía más corrosivas, como simpatía por la venta de órganos u opiniones sobre que el Papa es un enviado del diablo.

Pero resulta que hay millones de argentinos que no están escandalizados. Uno de esos millones es Mauricio Macri, el ex Presidente que llegó al poder en 2015 con un mandato social de fortalecimiento de la democracia y las instituciones ante el hartazgo de gran parte de la sociedad con los modos del kirchnerismo. Macri ahora no deja de dar señales de entusiasmo por el fenómeno Milei. Se siente tan orgulloso como una especie de “padre de la criatura” que esta semana, en plena campaña, pidió que su coalición acompañe las “reformas razonables” que proponga La Libertad Avanza en caso de ganar las elecciones. Lo cruzaron Bullrich y los radicales, pero Mauricio sigue en la suya, blanqueando que a su partido no le va a dar para llegar al ballotage.

El encandilamiento de Mauricio por la figura de Milei es el de todos: los que lo bancan, los que lo que odian, los que le desconfían y los que se limitan a escucharlo para ver si hace alguna de sus locuras (seguramente los 44 puntos de rating del debate presidencial estén relacionados a ese punto).

El juego de oferta y demanda de información en los medios lo deja claro. El viernes a la tarde, por caso, la palabra Milei se mencionaba diez veces en el sitio principal de La Nación, contra siete de Massa y ninguna de Bullrich. En Clarín, cuatro menciones a Massa, cuatro a Bullrich y ocho a Milei. Página 12 tenía nueve menciones a Milei y solo tres al candidato que apoya abiertamente, Massa. Perfil era el caso más extremo: siete menciones para Bullrich y siete para Massa; nada que hacer contra las 25 (¡!) del Peluca.

Solo había un apellido que aparecía en los portales, en promedio, la misma cantidad de veces que el de Milei: el de Martín Insaurralde, con su escándalo en el yate, su centena de viajes al exterior y las acusaciones de enriquecimiento ilícito. Sumado al deterioro económico y a la inflación, el caso Insaurralde ilustra con claridad por qué hay tantos millones de buenos argentinos dispuestos a tolerar los agravios a San Martín, el negacionismo de los crímenes de la dictadura, los ataques a la comunidad LGTB, la banalización del Holocausto y la simpatía por la venta de órganos.

Todos locos. Yo, argentino.

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