En tan sólo 20 días deberán quedar conformadas las alianzas y listas para las próximas elecciones presidenciales. Serán días de frenética negociación, donde los alfiles de cada candidato querrán hacer valer su potencial peso al momento de contar los votos. Por estos próximos días hay estructuras políticas que trabajan todo el año. Se trata de poner en valor lo construido y realizado (o no) para sostener luego nombre y espacios en formato de eslóganes y propuestas (en el mejor de los casos).
¿Condenados al éxito o simplemente condenados?
Por Ricardo Varela.
En ésta oportunidad la elección se da en un contexto desfavorable para el oficialismo gobernante. Los índices inflacionarios complotan contra la economía hogareña, cercenan la capacidad de ahorro (para quienes lo podían hacer) y castigan a los que no llegan a fin de mes.
Durante muchos años se sostuvo que se “votaba con el bolsillo”, independientemente de las ideologías. Se puede coincidir o no con la afirmación, aunque es inevitablemente cierto que el humor social está íntimamente relacionado con el andamiaje de la economía. El gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner no supieron encaminar el barco económico en un contexto internacional desfavorable. Hoy vemos como las economías estables del mundo hicieron saltar sus alarmas con la llegada de índices inflacionarios que los preocupan. Así los Estados Unidos, España o Alemania miran con preocupación que la proyección anual les arroja un índice cercano al 8% de inflación. El mismo porcentaje que nuestro país afecta mensualmente el bolsillo de los argentinos.
El contexto internacional desfavorable habla fundamentalmente de la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias y de los incrementos de los costos de la energía a partir de la restricción que significó la guerra entre Rusia y Ucrania. En el caso particular de la Argentina se suma una sequía histórica que el otoño/invierno promete reparar. Casi todos esas condiciones afectaron igualmente a otros países de la región como Uruguay, Brasil Paraguay Bolivia o Chile, sin embargo sus economías no sufren nuestra inestabilidad. Entre otras muchas cosas, se puede explicar que la endebles económica financiera tiene estricta relación con reservas nacionales. En alguna otra oportunidad escribí en esta misma página que la verdadera independencia es económica y nuestro país viene sufriendo de dependencias económicas hace muchos años.
Probablemente de nada de esto se hablará en las plataformas electorales de los partidos, ni nadie discutirá en torno al modelo de país que nos saque de esta situación fluctuante y de una economía tan endeble que una sequía puede ser determinante. Los dirigentes políticos están más preocupados en desacreditar que en proponer, en señalar los errores históricos de los otros para restarle crédito entre los electores. Los grandes políticos y estadistas del mundo se fijaron un objetivo y fueron “a por ello”. Pensaron en el largo plazo y no en la inmediatez de la elección de los siguientes dos años. Armaron una estructura económica y un proyecto productivo para los que luego articularon todas las demás políticas y decisiones de gestión.
Hace muchos años nuestro país vive construyendo el barco mientras navegamos. Así pasamos de un margen al otro del río de turno, en el que sólo queda pirotecnia dialéctica.
Tal vez sería mucho más sano que alguien se planteará ignorante de la solución económica de la Argentina. Ese sería un acto de fe para quien lo vote. Hoy pasamos de discursos que quieren justificar lo injustificable, a otros que sostienen el mercado como gran solucionador y ordenador y a otros (que es ponerse colorados) prefieren dolarizar la economía como en los países satélites de los Estados Unidos. Si bien es cierto que la Argentina es el segundo país del mundo con mayor cantidad de billetes dólares circulantes por habitante (después de los propios Estados Unidos), entiendo que dolarizar la economía significaría perder soberanía. Por eso creo que si alguien se declara ignorante, pero con voluntad de encontrar los caminos para volver a poner el tren sobre las vías, estaríamos ante una oportunidad nueva. Debatiendo qué tipo de matriz productiva queremos para nuestro país.
Ya escuchamos los discursos sobre las riquezas naturales desaprovechadas y sobre las ventajas que dan nuestros cuatro climas. También sobre el valor que tienen las reservas naturales de gas, de litio y de agua dulce. Parece un consuelo de tontos pensar que estamos destinados (proféticamente) a vivir de esas riquezas mientras que las generaciones actuales sufren la impericia de los dirigentes.
Tal vez sea hora que en este momento (en el que se empiezan a definir los candidatos a gestionar el país de todos) alguien proponga algo distinto. Una medida contracultural, ordenadora, valiente, que mire el largo plazo, que no sólo nos diga que estamos condenados al éxito sino que nos marque el camino para lograrlo.
Buena semana.