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"Están viniendo micros de La Matanza"

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

La imprevisibilidad de la Argentina se mostró en su lado más oscuro esta semana. De un día para el otro empezaron a agitarse en las redes sociales rumores malintencionados de saqueos. Y en algunos lugares del conurbano y del país, hubo, lógicamente, algo de agua en el charco. Los agitadores consiguieron mano de obra para ejecutar robos a comercios y generar una imagen desestabilizadora. A la acción se sumaron grupos de jóvenes marginales, para los que el mundo del delito no está nada lejos.

Pero hasta ahí. Quedó claro que no se trató de hurtos famélicos, provocados por personas con necesidades alimentarias. Fueron delitos comunes, con oportunismo por el aumento desbocado de los precios de las últimas dos semanas. La intentona no llegó a prender realmente entre los pobres. Los millones silenciosos que viven de las changas más algún plan no se sumaron. Ciertamente tampoco lo hicieron aquellos que parecen más combativos, que vemos cada semana en un nuevo acampe en la 9 de Julio o en un corte de ruta.

En situaciones donde se cuestiona el orden mínimo y necesario para garantizar la convivencia, uno puede entender por qué, al menos hasta ahora, ningún político fue en serio en contra de las organizaciones y los movimientos sociales: porque se presentan como diques de contención ante amenazas de desbordes como las que hubo esta semana. ¿Qué pasaría en la Argentina del 150% de inflación anual si no estuvieran los Pérsico o los Grabois? Quizás por el momento sea mejor no averiguarlo.

Los rumores tocaron la fibra del miedo y de la paranoia. En los grupos de WhatsApp de San Vicente se leyó una fake news repetida pero que nunca pierde efectividad: “¡Están viniendo micros de La Matanza!” (¿Por qué siempre tienen que venir de La Matanza los micros con los supuestos malhechores?).

Todo hace juego con la sensación constante de los argentinos de que, no importa cuando leas esto, “todo se puede ir a la mierda en cualquier momento”. Son reverberancias de la híper del 89, del 2001 o de la pandemia, donde efectivamente el mundo tal cual lo conocíamos cambió de forma más o menos rápida.

Ni los dirigentes políticos con responsabilidades de gobierno en el oficialismo o en la oposición (al menos los de Juntos por el Cambio) ni los grandes medios de comunicación porteños tuvieron roles de agitadores en la crisis de esta semana. Las acciones surgieron de grupos marginales de las redes sociales que conocen el rol no-neutral de las plataformas. Los algoritmos favorecen la viralización de los contenidos más impactantes, lo que generalmente no coincide con la verdad. El primer hecho de violencia ofreció material para que se agitara un saqueo en cada distrito del conurbano. Las desmentidas y las noticias reales tenían menos alcance, menos viralización.

La “Operación Saqueos” fue, en ese sentido, una muestra más de que los avances tecnológicos de nuestra época ponen herramientas muy poderosas en manos de cualquiera. Ya no hace falta ser Duhalde o Magnetto para agitar una crisis. Con mucho menos, se puede impactar en el clima social. En ese mundo frágil e imprevisible estamos. Y los males endémicos de la Argentina agravan la situación.

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