Hace al menos 40 años que el Estado Nacional argentino reparte alimentos para los sectores más vulnerables. Un primer antecedente en democracia lo marcó el Plan Alimentario Nacional (PAN), a través del cual el Gobierno de Alfonsín distribuía cajas con algunos productos de primera necesidad. Originalmente ese programa iba a durar dos años, pero se mantuvo durante toda su gestión.
Jugar con fuego
Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).
Ya en la década del 90, con el desempleo en aumento, especialmente en el Conurbano –con sus fábricas muy golpeadas por el modelo económico del menemismo- el entonces gobernador Eduardo Duhalde hizo de la asistencia social una marca de gestión, con la red de “manzaneras” que lideraba su esposa Chiche. El estallido de la crisis de 2001, con la pobreza tocando picos históricos, requirió un cambio de escala: la red tradicional de “punteros políticos” para entregar los alimentos ya no fue suficiente, y aparecieron como actores de primera magnitud los piqueteros y movimientos sociales.
Esos mecanismos para la ayuda social se perpetuaron en el tiempo, con el impulso del Kirchnerismo, que los empoderó y hasta los institucionalizó como intermediarios de los planes sociales. El Gobierno de Mauricio Macri mantuvo el status quo en la política social y de entrega de alimentos, y el de Alberto Fernández la incrementó, primero con la urgencia de la pandemia y luego con el deterioro económico producto de la mala gestión.
El Gobierno de Milei apunta desde el primer día a reducir los planes sociales y también a “terminar con los intermediarios”, con el objetivo de que los recursos del Estado lleguen de forma directa a los beneficiarios. Así se lograría saltear el circuito conformado por los movimientos sociales, que da lugar a coacciones, desvíos de fondos y utilización política de las familias más vulnerables por parte de lo que el oficialismo considera “gerentes de la pobreza”. El rol de los movimientos sociales no se puede reducir a un slogan ni mucho menos a denuncias sueltas de corrupción, pero el Gobierno tiene toda la legitimidad para canalizar los programas sociales y la entrega de alimentos de la manera que considere más efectiva.
El problema es que hay cinco mil toneladas de alimentos que, de no haber sido por una denuncia iniciada por el medio El Destape, y luego por la presión de la Iglesia, se hubieran vencido en los galpones en los que se acumulaban. Un error así de grosero solo se puede explicar por la ineptitud de los funcionarios, en el marco general de una ideología que desprecia el Estado, es decir, aquello que tiene que gestionar. También hay un evidente desconocimiento de lo delicada que es la situación social en la Argentina en los últimos años, pero especialmente con la nueva recesión. Experimentar a cielo abierto con la política alimentaria es jugar con fuego. Por eso aunque el Gobierno Nacional suspenda asistencias a comedores y merenderos, las provincias y municipios continúan abasteciéndolos: nadie quiere presenciar un espectáculo de mayor dramatismo.
El Gobierno reconoció que los alimentos se están por vencer luego de salir a instalar durante una semana de que se trataba mayormente de yerba mate, y de que no había riesgos de pérdidas de los productos. Finalmente utilizaron un chivo expiatorio: echaron al secretario de Niñez y Familia, Pablo De la Torre, que había llegado de la mano de su hermano, ex el intendente peronista (y luego PRO) de San Miguel. Al funcionario despedido también lo denunciaron en la Oficina Anticorrupción por supuestos manejos fraudulentos y el presunto pago de sobresueldos en su área. Así engrosó la lista de más de 30 funcionarios que dejaron el Gobierno en estos seis meses.
Las famosas cinco mil toneladas de alimentos finalmente serían distribuidas por el Ejército (¿Esto será necesario o se trata de una extraña maniobra de marketing político?) y Javier Milei y todo el Gobierno cerraron filas detrás de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, una amiga fiel al Presidente, pero que no tiene experiencia en la gestión pública y está gestionando áreas tan delicadas como las de Desarrollo Social, Educación y Trabajo. Desatada la crisis por los alimentos, Milei dijo que Pettovello es la mejor ministra del área social desde el regreso de la democracia.
El tuit del Presidente en apoyo a su amiga llegó desde Estados Unidos, donde realiza una nueva gira de reuniones con empresarios para buscar inversiones en la Argentina. Así pudo sumar una nueva foto para su álbum: ahora con el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que se suma a la de Elon Musk del mes pasado. Son pares para quien se siente “uno de los tres máximos referentes de la libertad a nivel mundial”. El tema es que esa narrativa se estrella contra los acuciantes problemas de la crisis argentina, como los paros de trenes o el desabastecimiento de gas. Milei dio una buena señal al designar a Guillermo Francos como jefe de Gabinete, valorado por su temple y su capacidad de diálogo. Francos trabajó con Cavallo, con Scioli, con Alberto Fernández. Es indisimulablemente “casta”, pero ofrece capacidad de gestión. ¿Será suficiente?
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