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A cielo abierto

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

Un presidente es un reflejo de su época y, a su vez, desde su centralidad en el poder y el espacio público, un actor que moldea formas y estilos que influyen no solo en la política sino en muchas esferas sociales. Milei conquistó a las audiencias de la tele y de las redes (y luego las calles) a fuerza de gritar sus verdades y barbaridades sin temor a la censura ni a la corrección política, ni tampoco pudor porque se lo juzgue como a un loco. Furia, la revelación de la última edición de Gran Hermano, siguió su manual.

Ese modelo de comunicación genuina y exitosa permeó en todo el espectro de la dirigencia argentina, desde Macri hasta el Cuervo Larroque, y les dio aire a un personaje como Guillermo Moreno, que debería ser recordado únicamente por su escandalosa intervención del INDEC durante el Kirchnerismo para falsear los datos de la inflación, pero a fuerza de polémicas aparece casi como un presidenciable.

La desmesura y la exageración seguramente no sean las mejores herramientas en la construcción democrática porque ofenden y rompen puentes de diálogo que luego entorpecen la vida institucional. Pero, por otro lado, plantean discusiones más honestas y sinceras. A cielo abierto. Sin eufemismos.

Es en ese contexto que podemos entender la aparición de Mauricio Macri de esta semana para relanzar el PRO. El ex Presidente dejó de lado su histórico coacheo para dar un mensaje claro: banca el rumbo económico de Javier Milei, pero está harto de que el todopoderoso asesor Santiago Caputo y la hermana Karina no le dejen colocar dirigentes del PRO en el Gobierno. Habló de áreas de la administración frenadas, de licitaciones que no avanzan. En otro momento, a cualquier dirigente le hubiera dado pudor pedir por lugares para los suyos y señalar acuerdos incumplidos. Antes “la Casta” era más disimulada…

Macri también apuntó a reescribir la historia de su gobierno como un ejemplo en materia de transparencia institucional y del respeto por la independencia de poderes. No recordó, por caso, la “mesa judicial” conformada por dirigentes de su entorno para frenar o impulsar causas según la conveniencia del momento, o las escuchas ilegales que hacía la AFI controlada por su amigo Gustavo Arribas sobre dirigentes políticos de todos los espacios y periodistas.

En el mismo clima de época, Milei admite que la inversión más importante en la Argentina de la última década, la planta de GNL para exportar el gas de Vaca Muerta, no se va a hacer en Bahía Blanca sino en Río Negro porque “Kicillof es un expropiador serial”. Los motivos técnicos que esbozó esta semana YPF son poco más que una excusa: el Gobierno no disimula que saca el proyecto de la provincia de Buenos Aires porque a un adversario político como Kicillof hay que asfixiarlo. Aunque en esa decisión se perjudique a Bahía Blanca y su puerto, un enclave que está lejos de ser una guarida camporista. No importa: todo vale para dejar a Milei como un CHAD, un neologismo de las redes sociales que se usa para designar a una figura de “macho alfa” en detrimento de los “virgin”, caracterizados como débiles.

Sin embargo, aun en medio de tanta incontinencia verbal, al menos hasta este viernes, cuando cerramos esta edición, había un silencio que hacía demasiado ruido: el de los principales dirigentes kirchneristas con respecto a las atrocidades del régimen venezolano. A estas alturas, el fraude electoral es prácticamente lo de menos: la persecución a opositores, las detenciones arbitrarias, la escalada de la violencia… ¿No merecen al menos un tuit de repudio, aunque sea para despegarse? Quizás es simplemente que ven a Nicolás Maduro como un CHAD.

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