Es posible que Javier Milei no tenga otro recurso para ejercer el poder que no sea el del conflicto permanente. Es lo que lo trajo hasta acá. Los gritos y los insultos en los canales de televisión contra los políticos corruptos, contra los programas de asistencia social e ideas tan provocativas como jugar a los dardos con la figura de Alfonsín, prácticamente la única vaca sagrada de nuestra democracia.
Una colección de peleas
Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).
Milei es conflicto o no es. Por eso cada semana se suman varios enfrentamientos nuevos. Algunos tienen lógica desde su mirada del mundo, otros son justos, otros son innecesarios y otros son directamente disparatados. No hay tiempo para hacer una curaduría sobre a quién sirve oponerse y a quién no: lo importante es combatir.
Repasemos los de los últimos días. Lo más notable es la interna a cielo abierto con Victoria Villarruel. El posteo de la vicepresidenta en apoyo a Enzo Fernández con palabras peyorativas hacia Francia llevó a Karina Milei a reunirse con el embajador francés para pedirle disculpas. Desde el Gobierno criticaron a Villarruel por su mensaje y ahora aseguran que el presidente Emmanuel Macron les agradeció el gesto en la reunión del último viernes en la previa de la apertura de los Juegos Olímpicos. En cualquier caso, la relación está rota: en la intimidad de Olivos a Villarruel le dicen “Bicha Cruel” y la critican porque no renuncia a su jubilación de privilegio como hizo el Presidente.
Otro frente que se intensifica es el que mantiene con el gobernador Axel Kicillof. Ahora la disputa entre Nación y Provincia está puesta en la planta de GNL que proyecta construir YPF junto a la petrolera malaya Petronas para exportar el gas de Vaca Muerta. El proyecto original –y el que los especialistas consideran más viable- se pensó para el histórico puerto de Bahía Blanca. Pero hay una alternativa en Punta Colorada, Río Negro, donde la infraestructura tendría que crearse desde cero. Milei apuesta por la opción de Río Negro porque “Kicillof es un expropiador serial”. Así lo dijo, sin esbozar ningún otro motivo técnico.
Del mismo modo, también aseguró que el responsable del Fondo Monetario Internacional encargado de negociar con la Argentina, Rodrigo Valdés, tiene una “mala intención manifiesta” con el país. Lo acusó de haber ayudado al Gobierno de Sergio Massa y haber perjudicado al suyo, y lo vinculó con “ideas comunistas”, a pesar de que se trata de un economista ortodoxo.
En otra categoría de peleas están las personales. La mira del Presidente se puede posar alternativamente sobre una artista como Lali Espósito o un mandatario extranjero como el presidente español Pedro Sánchez. Esta semana le tocó al periodista Marcelo Longobardi, que desde hace décadas defiende ideas liberales con similitudes a las de Milei. Pero como Longobardi ve inconsistencias en el programa económico del Gobierno y también tendencias autoritarias, pasó a ser un “ensobrado”.
Se pelea contra su vice, se pelea con los gobernadores opositores y les saca recursos, se pelea con el FMI, se pelea con los periodistas que lo critican. A este ritmo no le van a quedar personas por ofender al Presidente en los más de tres años de mandato que tiene por delante. Tampoco sus funcionarios están a salvo: cualquier opinión que disguste a la mesa chica del poder los puede poner en la calle. Ese fue el caso de Julio Garro, el subsecretario de Deportes que consideró que la Selección debía pedir disculpas por los cánticos racistas, y que por eso pasó rápidamente a engrosar la lista de decenas de funcionarios que abandonaron la administración Milei.
Esa disposición al conflicto con quien sea y cuando sea está entre las fortalezas y las marcas de estilo del gobierno. Milei no necesita congraciarse con los Garros o los Longobardis de la Argentina porque siente (y hasta ahora con razón) que tiene el apoyo popular, que le dio el mandato de enfrentar a “la casta” (a donde se ubicarían a los Garros y los Longobardis). Esta forma de ejercer el poder podría asociarse con la de un gobierno que tiene “la vaca atada”. ¿Será tan así?
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