"Lo que quiero es despedirme de mis compatriotas. Es fácil tener respeto para los que piensan parecido a uno, pero hay que aprender que el fundamento de la democracia es el respeto a quienes piensan distinto. Por eso, la primera categoría son mis compatriotas y de ellos me despido. Les doy un abrazo a todos".
El mensaje de Pepe Mujica y las fábricas del Conurbano en aprietos
Por Manuel Nieto
El párrafo pertenece a las últimas declaraciones del ex presidente uruguayo Pepe Mujica, que esta semana rebeló que el cáncer de esófago que sufre se expandió a su hígado. “Sinceramente, me estoy muriendo”, afirmó ante un medio uruguayo y pidió a los periodistas que no lo llamen más para pedirle entrevistas: “El guerrero tiene derecho a su descanso”.
Mujica es un ícono de la izquierda latinoamericana y mundial, pero en su lecho de muerte, no llamó a hacer la revolución ni a combatir a los movimientos de ultra derecha que ganan terreno en todo occidente. Buscó, en cambio, mandar un mensaje humilde para sus tres millones de compatriotas, sin distinciones, incluidos, los que estuvieron en el bando que lo sometió a la cárcel durante 15 años de su vida, cuando él integraba la organización armada de los Tupamaros. “El Pepe” pone, por encima de todo, las banderas de la democracia.
Y aunque eso pueda parecer un lugar común, o alguna frase de sobrecito de azúcar, cada vez es más infrecuente encontrar líderes cuyos mensajes tengan pretensiones universales y no sean solo para la propia tribuna. Hablar del “respeto a los que piensan distinto” no garpa, no genera interacciones en las redes sociales. Si Mujica tuviera que presentarse a elecciones como cualquier político en actividad, seguramente sus asesores le recomendarían un tono más enfadado, que sintonice con el enojo de la sociedad y atribuya los problemas de los uruguayos a algún enemigo real o imaginario: la casta, los argentinos que venden “tusi” en Punta del Este o el imperialismo yanqui.
Mientras tanto, en la Argentina de Milei –uno que llegó al poder gracias a la democracia pero jamás se gasta en mencionarla- se vive un veranito con inflación a la baja y aeropuertos explotados por los turistas que pueden aprovechar el dólar barato para vacacionar en el exterior. La costa atlántica y otros destinos nacionales no tienen ocupaciones record, claro está, pero tampoco son un desierto.
Eso sí: aparecen señales de alarma en el sector industrial, con nuestra región como foco de conflicto. La alimenticia Dánica cerró su planta de Llavalol, que había abierto en 1939. En 2023 ya había dado de baja una planta en San Luis y la caída del consumo del año pasado fue la estocada final para que 150 empleados se quedaran sin trabajo.
Solo esta semana, El Diario Sur registró otros dos conflictos con fábricas de alimentos: NS galletas en Monte Grande y caramelos Lipo en Lanús. Según denuncian los trabajadores, las dos adeudan salarios, lo que desembocó en medidas de fuerza. Hay más ejemplos, como el de Granja Tres Arroyos, la principal productora de pollos del país, que presentó un procedimiento preventivo de crisis por una de sus plantas en Ezeiza.
Aunque todavía no se publicaron datos certeros a nivel nacional que permitan calibrar el saldo de la industria en 2024, se prefigura como un sector golpeado por la política económica del presidente que mandó a los empresarios a “adaptarse o morir”. El foco de la “resistencia fabril” estará, naturalmente, en el conurbano, sobre todo en la tercera sección, donde hay mayor empleo industrial. Así, el histórico debate “apertura económica vs proteccionismo” se pondrá sobre la mesa en las elecciones de este año.