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Triunfalismo, advertencias y la moda de ser desagradables

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

El Gobierno de Javier Milei sostiene su triunfalismo ante los resultados de su plan económico. La inflación de enero dio 2,2%, al acuerdo con el FMI “solo le falta el moño” y el dólar no va a aumentar aunque lo pidan los “econochantas devaluadores”. Atado a la caída de la inflación, también bajaría la pobreza hasta un 35% a nivel nacional.

Pero los festejos no están exentos de opacidades. Aunque el gobierno los fulmine en las redes sociales, una paleta variada de economistas no deja de señalar que el peso “súper apreciado” no parece sostenible. La fiesta del turismo en el exterior es una señal ineludible. "El récord de gasto en dólares con tarjetas de crédito y las largas colas para cruzar a Chile a comprar más barato son claros síntomas de atraso cambiario”, dijo esta semana el economista Christian Buteler. Y advirtió que para mantener este valor del dólar el gobierno necesita “múltiples restricciones y una constante intervención del Banco Central”.

La inflación es otra variable que genera debate. La cifra del 2,2% para enero que difundió el INDEC fue cuestionada por unos 30 sindicatos a nivel nacional. “No son ciertos los números que se comunican oficialmente”, sostuvieron desde sindicatos como UPCN, Bancaria, Luz y Fuerza, Judiciales, Aceiteros, entre otros. Estiman que hay “un desfasaje cercano al 15%” con los salarios reales y subrayan que esto afecta a las negociaciones paritarias.

Las voces más ecuánimes no acusan al INDEC que preside Marco Lavagna de “truchar” el índice de inflación sino de mantener una canasta de consumo que viene del 2004 y no refleja los hábitos actuales. En la Ciudad de Buenos Aires, por caso, con un sistema de medición actualizado, la inflación de enero fue del 3,1% y el acumulado anual da 100%, contra el 84% del INDEC. Entre las señales de que algo no cuadra, por ejemplo, está el aumento de la carne, que fue del 10%.

En su defensa, el vocero presidencial Manuel Adorni recordó que la metodología para medir la inflación es la misma que se utilizaba en el gobierno anterior, por lo cual la mejora es indiscutible. En este punto el oficialismo goza de la ventaja de que sus principales opositores no tienen autoridad moral para hablar de inflación (por los resultados de sus gestiones) ni mucho menos de la transparencia de su medición (por las irregularidades que cometieron o avalaron). ¿Imaginan lo ridículos que quedarían Cristina, Kicillof, Massa o Guillermo Moreno rasgándose las vestiduras por los aumentos de precios o los tecnicismos del INDEC?

Así las cosas, Milei acelera a fondo. No hay focus groups, timbreos buena onda ni fotos con bebés. Hay insultos y megalomanía para mostrar convicción en que el modelo funciona. Hasta el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri se subió a la moda de ser desagradable y ahora difunde en sus redes spots en los que discute con vecinos en la calle: algún publicista le vendió que eso “garpa” porque la gente está enojada y quiere ver ese sentimiento reflejado en sus líderes. Marcas de época.

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