Lomas de Zamora |

La pandemia llenó de incertidumbre y angustia a la calesita de Don Juan

La cuarentena frenó la mudanza del carrusel al Parque Finky. Tras el desarme del juego en Plaza Grigera, el matrimonio que lo atendió durante 45 años lleva más de dos meses sin poder trabajar.

La cuarentena complicó la situación de miles de vecinos de Lomas de Zamora. Si bien era necesario el aislamiento para prevenirse del coronavirus, muchos están viviendo días de angustia por la falta de ingresos. Lamentablemente, la histórica calesita de Don Juan, un ícono de la región, no escapa a esa incertidumbre.

Antes de que se implementara la cuarentena, se había empezado a trasladar el carrusel hacia el Parque Finky, después de varias décadas de alegrar a los chicos en la Plaza Grigera. Con mucha angustia y nostalgia, el miércoles 26 de febrero comenzó el desarme del juego y en pocos días quedó completamente desmontado. Las partes estaban listas para ser colocadas en su nuevo espacio.

El problema surgió en la segunda quincena de marzo. El coronavirus empezó a avanzar en el país, se declaró la emergencia sanitaria en Lomas de Zamora y el Gobierno Nacional determinó el aislamiento social obligatorio, paralizando todas las actividades que no fueran imprescindibles. Fue ahí cuando la calesita, que estaba a punto de ser instalada en Finky, quedó a la deriva en el momento más importante de la mudanza.

Don Juan y su familia con la calesita en Plaza Grigera.

“La parte grosa empezaba esa semana. No sabemos cuánto vamos a poder terminar de armarla. El señor que la tiene que venir a armar es de Merlo y no lo dejaron venir. Nosotros pedimos permiso en Finky para que venga, pero a él de su distrito no se lo permitieron porque tiene un horario reducido, así que no se puede”, expresó Sonia, hija de Don Juan, en charla con El Diario Sur.

Si bien ya está construido el sector del kiosco que manejará el matrimonio, la calesita quedó desarmada en varias partes a la intemperie. “Está todo en Finky, otra opción no tenemos. Las partes están ahí porque no hicimos a tiempo de poner los techos. Eso es lo que nos aflige, esperemos que no se arruinen mucho. Encima en estos días hay lluvia”, se preocupó Sonia, y remarcó: “Nosotros lo que queremos es por lo menos terminar de armarla. Trabajar, será dentro de unos meses, pero por lo menos terminarla”.

En paralelo, las obras que se habían anunciado para renovar la Plaza Grigera también quedaron en stand by. El sector donde estaba la tradicional calesita se ve vacío y abandonado desde hace semanas. El cuartito que era un kiosco sigue en pie, pero cerrado. Ni Sonia ni sus padres saben qué ocurrirá en ese espacio donde hoy hay una imagen nostálgica y triste en medio de la pandemia.

“Lo único que quedó en la plaza son las rejas. Dicen que lo de la plaza no lo van a hacer con todo esto (la cuarentena). No sé cómo va a quedar después esa parte de la plaza porque quedó ahí abandonada. Cuando la cuarentena se levante, si no lo tiran abajo, va a quedar ahí ese espacio. Un horror, porque hicieron tanto para que nos vayamos y al final por lo menos se hubiera quedado la calesita ahí y daba otra imagen. Más allá de que no hay chicos en la plaza, pasás por ahí y es una tristeza total”, señaló la hija de los vecinos históricos de Lomas.

El sector donde antes estaba la calesita en la Plaza Grigera, ahora completamente vacío.

A raíz del contratiempo con la calesita, la situación económica del matrimonio también se complicó, como la de millones de argentinos. Hace más de dos meses que no tienen el ingreso que les generaba el kiosco y la calesita, desde aquel 26 de febrero en que comenzó el desarme la mudanza. Al ser personas que pertenecen a la población de riesgo, son las más expuestas al contagio del COVID-19 y se presume que  deberán esperar mucho tiempo más para volver a trabajar.

“Están encerrados desde el 13 de marzo, muy angustiados y preocupados. Están viviendo con ayuda de mi hermano y mía, y de ahorros porque con la jubilación no les alcanza para mucho. Ayer me decían ‘hasta septiembre no vamos a poder abrir’ y eso los pone mal”, contó Sonia sobre la angustia de Don Juan y Doña Delia. “Mi papá es de riesgo, tiene una enfermedad crónica que le sale muy caro por mes”, añadió.

Como ella misma lo dijo, las palabras que mejor describen esta situación son “angustia e incertidumbre”. Nadie sabe hasta cuándo seguirá el encierro. Mucho menos, cuándo se armará el histórico carrusel lomense en Finky. Mientras el país y la economía están paralizadas por tiempo indeterminado, Don Juan y Doña Delia esperan en silencio que todo vuelva a ser como antes. Desde su casa, sueñan con el día en que esas partes desarmadas se vuelvan a unir. La calesita es su vida y esperan que pronto pueda volver a girar, como lo hizo desde 1949.

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