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El grito de los que ya no pueden hablar

A más de diez años de la tragedia de Cromañón, Mayra Botero estrena su ópera prima con relatos de los sobrevivientes de la tragedia y de los familiares de aquellos que no lograron salir con vida. Un relato escalofriante de los logros y penas de las víctimas.

Diez años pasaron de la tragedia de Cromañón. 194 personas fallecieron y casi mil quinientos resultaron heridos. Aún más son las vidas que cambiaron desde aquella noche del 30 de diciembre de 2004. Hoy algunas de aquellas voces, curtidas por el tiempo y el dolor que sobrellevaron durante estos diez largos años, cuentan sus historias, pasiones y logros en la opera prima de Mayra Bottero. La lluvia es también no verte recorre las historias de los fallecidos y sobrevivientes a través de sus testimonios y de los familiares más allegados, así como también la lucha personal y judicial.

Un establecimiento donde se realizaban conciertos y eventos ubicado en la calle Bartolomé Mitre – barrio de Balbanera en la Ciudad de Buenos Aires – fue el escenario de una de las mayores tragedias no naturales del país. Corría fin de año de 2004 y los jóvenes se reunieron en República Cromañón para celebrar fin de año con un recital de Callejeros. El lugar administrado por el conocido empresario Omar Chabán había sido inaugurado tan sólo nueve meses antes con un recital de la misma banda que tocaría el día del incendio. El 30 de diciembre un elemento de pirotecnia impactó contra una media sombra – que estaba recubierta por planchas de poliuretano – y el fuego no pudo detenerse. Al notar el incendio, los espectadores comenzaron a evacuar el lugar. Sin embargo, esta evacuación no se realizó en forma normal debido a varias irregularidades. La cantidad de personas que concurrieron al recital era mucho mayor que la capacidad del local, una de las salidas se encontraba cerrada con un candado y alambres, los gases tóxicos producto de los materiales inflamables asfixiaron rápidamente a muchas personas y el corte de luz producido al comenzar el incendio dificultó las tareas. El saldo fue trágico.

Mayra Bottero decidió ser portavoz de toda la lucha y las sensaciones de los sobrevivientes y su familia. "Siempre estuve interesada porque en la tragedia murió un amigo. Acompañé mucho a su familia. Antes se hacían marchas todos los treinta, cada fecha importante como el día de la madre o del padre, se hacía un evento que buscaba pedir justicia y crear memoria. Tiempo después e formó un grupo de amigos y sobrevivientes al que fui a filmar porque ya tenía ganas de hacer un documental hace 8 años atrás. Conocí a Santiago, con el que estoy de pareja hace siete años”, cuenta.

Así fue como empezó a buscar los protagonistas de su documental, aquellos indispensables por sus trágicas vivencias. "Hubo por lo menos tres criterios para seleccionar los testimonios. Uno tenía que ver con que las personas tuviesen la capacidad de explicar y dar testimonio de la experiencia que tenía más que ver con el proceso judicial – que es muy difícil de entender por su extensión y sus etapas, un mismo juicio abarca a varios – y otros son historias que fui escuchando, que me interesaban, y que sabía quienes eran los protagonistas pero a lo mejor nunca había hablado con ellos, a los que me acerqué y les pedí que me contaran lo que había escuchado; por ejemplo Mauro que es el chico con quien empieza la película, que es sobreviviente y estuvo en coma más de un mes. Después hay testimonios que están en el material de archivo, como es el caso de un papá que fue perito de la causa y no tenía cómo llevar a su hijo al hospital y se enteró que sus amigos lo llevaron en colectivo. Esas cosas las encontramos en el material de archivo y pensamos que no era necesario que la vuelvan a contar porque hay una fuerza adicional en la vejez del material que lo hacía más interesante”.

Poco a poco los fue conociendo e interiorizándose en sus problemáticas y sueños, aprendiendo de ellos. "En principio me respondieron una duda muy grande que tenía: ¿de dónde saca uno fuerzas cuando está atravesando el peor momento de sus vidas para salir a la calle y pedirle a la gente que te acompañe, pedir justicia, enfrentarse a los poderes más peligrosos?¿Cómo habían hecho para reponerse? ¿Cómo habían reconstruido sus familias? Eso tiene que ver con el amor que tienen por sus hijos, seguir criándolos y hacer justicia por su memoria”, asegura la directora de La lluvia es también no verte.

"Cuando yo los empecé a contactar estaban pasando ya un proceso de duelo muy avanzado porque muchos de los imputados estaban cumpliendo condena, se cumplían los diez años, muchos de los sobrevivientes fueron papás y mamás, los padres tuvieron nietos de otros hijos, estaban en un proceso muy vital. En el medio de la película, cuando estábamos casi terminando, dejan en libertad a la mayoría de los que estaban encarcelados y la sensación fue que todo volvía a empezar. Fue cíclico. Volver a agarrar la pancarta, otra vez hacer una conferencia de prensa, una marcha. Ahí pude darme cuenta cómo la institución judicial también marca el pulso de la historia de ellos. Cuando intentan despegar un poco algo los vuelve a traer a la tragedia”.

Fue volver a un punto cero. En agosto del 2014 - poco tiempo antes de cumplirse el décimo aniversario – la causa cambió el rumbo. Omar Chabán y del subcomisario Carlos Díaz, quedaron condenados en primera t segunda instancia – siendo rechazado el recurso de queja por la Corte-. No obstante, los músicos de Callejeros y los funcionarios habían sido absueltos y después condenados. Por el principio de la "doble conformidad” (que dos tribunales avalen la condena), se habilitó la revisión del fallo, quedando los músicos de la banda –con excepción de Eduardo Vásquez, condenado por el crimen de Wanda Taddei–, los tres funcionarios del gobierno porteño, y Raúl Villarreal - mano derecha de Omar Chabán - en libertad.

"Lo primero que recuerdo es ir hacia adelante, saltar la valla para intentar salir por la salida de los músicos. No tuve en cuenta que el fuego y el humo tienden a subir y yo subí al escenario y con eso me expuse más todavía. En el escenario siento que me cae una lona encima y me caigo mirando al campo. Ahí se me cruzaron una serie de imágenes de mi familia y asumí que era mi último momento. Esa lona de alguna manera me estaba abrazando y me estaba despidiendo”, cuenta Mauro Fernández, uno de los jóvenes sobrevivientes a la tragedia – quien estuvo en coma durante meses y logró recuperase – testimonio que da apertura a la película.

Su historia roza el milagro. Pocas esperanzas tenían sus familiares tras la tragedia, él tampoco las consevaba. Años después, puede contar su historia reconstruida por relatos de aquellos que nunca dejaron de creer en que un día se iba a despertar. "Un médico que estaba de licencia ese día en el Hospital de Quemados, que es donde me llevaron, se acerca de todas maneras al hospital porque había estado en la tragedia de Lapa y sabía que los hospitales colapsan, fue voluntariamente a ayudar. Pasa primero viendo los cuerpos de los que estaban separados como muertos. Estábamos separados como muertos. Dice que cuando pasa por delante de mío él ve una especie de luz sobre mí. Me vio y chequeó los signos vitales y vio un paro cardiorespiratorio, indicio de muerte cerebral, todos los indicios de que estaba muerto y por los cuales me habían separado con todos los demás. Sin embargo confió en esa luz y empezó a bombera manualmente, dos horas, tres horas. A la tercera hora vomité dos tarros gigantes negros de lo que tenía en los pulmones. Después de esa reacción – todavía inconsciente – me llevaron a terapia intensiva y empezó todo el proceso de posible recuperación”, relata en el documental.

Mauro, como muchos otros jóvenes, logró salir con vida de aquél lugar. No obstante, las secuelas van más allá de lo físico. Algunos perdieron las expectativas, otros lucharon fuertemente contra ellos mismos y decidieron quitarse la vida, algunos – con orgullo – rehacen sus vidas con nuevas parejas, hijos, estudios y trabajo. Sin embargo, nunca podrán olvidar aquella noche.Mayra tomó ese desafío, el de no dejar olvidar la causa, y decidió convertirlo en un documental que relata los padecimientos, vivencias y también las alegrías de aquellos que sobrevivieron y de quienes no lo lograron. La lluvia es también no verte es el testimonio de miles, plasmado en una decena de casos. Ya estrenado en pequeñas salas de cine, espera ser proyectado a nivel nacional por Incaa TV y en numerosos festivales, con grandes ansias de difusión más allá de la competencia.

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