Por su parte, Florencia habló sobre los motivos que la impulsaron a hacer la misma carrera que su madre. “Yo crecí viendo a mi mamá trabajar de esto, trabajar con niños, trabajar con adultos. Y creo que fue una transmisión inconsciente de lo que es el amor por esta profesión tan linda”, sostuvo.
“Ella me acompañaba a la institución donde yo me estaba formando como psicoanalista. En ese momento estaba participando de los grupos de estudio y ella se tiraba a un costado simplemente a dibujar y de lo que escuchaba no entendía nada”, rememoró Olga sobre la niñez de su hija, ya entre libros de psicología.
Florencia, a su vez, puntualizó que comparte con su mamá diferentes cuestiones propias del trabajo que ambas comparten. “Somos de conversar mucho pero cuando se trata de hablar de trabajo podemos estar mucho más tiempo conversando y el ánimo cambia, es como que conectamos al hablar, conectamos por la pasión, por la profesión y seguimos y seguimos hasta que alguna de las dos dice bueno ya está, basta”, relató.
“Yo estoy orgullosa de mi mamá porque desde que soy chiquita que la veo trabajar días enteros y volver rota del trabajo y al otro día encarar, rota de cansancio, pero con ganas, con pasión. Eso me pone muy contenta a mí”, finalizó Florencia.
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Olga y Florencia se desempeñan como psicólogas en la región.
Mary, de San Vicente, siempre junto a su hijo en el camino del fútbol
María Cristina González (42), más conocida como Mary en San Vicente, donde vive, sostuvo el inicio de la carrera de su hijo Nicolás Luayza, de 21 años, quien se desempeña como futbolista y hoy juega con el plantel profesional del Sport Colombia de Paraguay.
“Él arrancó a jugar al fútbol a los 3 años en el Club Deportivo San Vicente, casualmente, cuando empecé a ir con mi nene más grande, él se metía a jugar y el profe me dijo que lo dejara seguir entrenando”, recordó Mary, en diálogo con El Diario Sur.
“Así empezó después a entrenar con dos categorías más grandes y quedó. Se armó una liga, lo llamaron, estuvo en baby fútbol con 7 añitos, fue a jugar el mundialito a Banfield y quedó en el club”, destacó Mary, que a partir de ese momento acompañó a su hijo Nico a cada lugar en el que lo llamaban para jugar.
“Ahí empezó la odisea de viajar, lo más lejos que había ido yo era a Alejandro Korn, así que empezamos a ir dos veces por semana, después fue a Lanús, hasta los 15 estuvo entrenando allá”, comentó la mujer. “Más tarde le tocó volver a Banfield a la novena, estuvo un tiempo ahí, en Banfield de vuelta y se fue a Defensa y Justicia. Después se quedó libre en el medio, tuvo un bajón, hasta que un conocido de acá le consiguió un lugar en Paraguay, en un equipo que se llamaba Sport Colombia”, continuó.
“Se hace difícil porque yo estoy acostumbrada a acompañarlo y ahora al estar lejos no sé cómo está, no conozco el equipo”, sostuvo Mary sobre la distancia que la separa de su hijo en estos días. “Como siempre le digo a mí no me importa que llegue a primera, sino que sea feliz”, finalizó.
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Mary junto a su hijo Nicolás a la salida de un entrenamiento.
Romina y Milagros, juntas a la facultad
Romina Ibarra tiene 45 y vive junto a su hija Milagros Arias de 19 años, en la localidad de San José. Es abogada y este año optó por seguir su vida universitaria al inscribirse en la Universidad de Lanús (UNLa) para continuar con sus estudios de Ciencias Políticas. A su vez, Milagros arrancó con la carrera de Audiovisión.
“El primer día fuimos juntas y recuerdo lo emocionante de ingresar con mi hija a la Universidad, de caminar esos pasillos y estar ahí por si necesitaba que la ayude en algo”, comentó Romina, en diálogo con El Diario Sur. “No fue necesario, ella se desenvolvió muy bien, busco su curso, nos abrazamos y solo vi como ingresó al salón con sus pares y docentes”, agregó la mujer.
“Yo estaba muy feliz, arrancando esta nueva etapa, no creímos nunca que se iba a dar de esa manera, coincidir con mi mamá en los primeros pasos míos dentro de la misma Universidad, a pesar de ser diferentes carreras”, recordó, por su parte, Milagros.
“Fue toda una casualidad porque después de terminar la escuela secundaria estuve entre varias carreras, pero después de idas y vueltas me decidí por Audiovisión en la UNLa. Y justo ese año se anotó mi mamá para retomar Ciencias Políticas”, continuó la joven.
“Ese día no pude evitar recordar mi primer día universitario, los miedos, la soledad de la inmensidad de la Universidad, me dio paz saber que ella no estaba sola”, detalló Romina, que cumple el doble rol de estudiante y docente universitaria, ya que la mujer es abogada y está cursando su segunda carrera universitaria.
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Romina y Milagros entrando juntas a la Universidad de Lanús.
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