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A 6 meses de la toma de Guernica, todavía limpian el predio y están "intranquilos"

En las más de cien hectáreas que habían sido usurpadas en Guernica quedaron restos de las viviendas. Los vecinos de la zona temen que vuelva a pasar.

Esta semana se cumplen seis meses del comienzo de la masiva toma de tierras de Guernica, que durante largas semanas tuvo en vilo a la provincia de Buenos Aires y se convirtió en un tema de Estado. Desde el 29 de octubre que el predio de 100 hectáreas de los barrios de San Martín y Villa Numancia quedó completamente desocupado, pero todavía hay basura y restos de viviendas, y los propietarios siguen trabajando en la limpieza. En los alrededores, el miedo entre los vecinos persiste y aseguran que todavía no volvieron a la normalidad.

El Diario Sur recorrió el último miércoles las tierras en las que hasta unas ocho semanas atrás había mil personas instaladas en viviendas precarias. No quedó ninguna casilla en pie, pero los restos “arqueológicos” todavía hablan de aquella época que puso a Guernica en el centro de la escena. Hay palos, nylon, restos de comida y botellas, entre otros símbolos inequívocos de un asentamiento humano.

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Para Vilma Enriquez, una de las vecinas que sufrió la usurpación en el campo que trabaja desde hace 40 años, hay otras postales más dolorosas: los árboles que fueron talados y los restos óseos de vacas y terneros que los ocupantes le sacaron para comérselos. “Lo que más me duele es el monte. Nos había llevado mucho tiempo plantar los árboles y cuidarlos para que crecieran. Y no nos dejaron nada”, cuenta la mujer, que limpia casas por hora y junto a su marido y sus hijos crían algunas vacas y caballos. En los tiempos libres, recogen los residuos que quedaron en el campo.

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El estado actual del predio de Guernica donde se produjo la toma de tierras.

El estado actual del predio de Guernica donde se produjo la toma de tierras.

Entre las necesidades habitacionales de la gente, los especuladores y la tracción de movimientos sociales para realizar la ocupación de las tierras, a Vilma le tocó una de las peores partes de toda la situación. “No fue una toma pacífica, eran muy agresivos. Me sacaron casi todos los animales y vivíamos amenazados, hasta nos dijeron que nos iban a prender fuego nuestra casa. Lo peor fue que se metieron con mis hijos: al de 16 le apuntaron con un arma y al de 24 llegaron a tirarle. Por suerte la Justicia actuó muy bien con el desalojo”, refleja la mujer.

Otro símbolo es la carpa con operarios del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia que se mantiene en una de las entradas al predio. Quedaron desde el día del desalojo y antes habían permanecido con la presencia intermitente del titular de esa cartera, Andrés “Cuervo” Larroque, durante varias semanas. Ahora parece que su misión es alertar ante cualquier nuevo intento de toma en el lugar.

La usurpación masiva comenzó días antes del 20 de julio de 2020. Hubo enfrentamientos entre los grupos que ingresaban y los propietarios de las tierras, divididas entre cuatro dueños. Pero los ocupantes se impusieron y empezaron a construir viviendas precarias y a “aguantar”. La mayoría eran vecinos de Guernica.

“Ninguno de los de la toma de tierras que eran de Guernica estaban en situación de calle, todos tenían dónde vivir”, sostuvo el concejal de Juntos por el Cambio de Presidente Perón Guido Giana, que vive a metros del predio y cuyo campo estuvo a punto de ser tomado. “Al día siguiente del desalojo, nadie se quedó a dormir en los lugares que había preparado la Provincia, todos se fueron a sus casas”, remarcó.

“Esto arrancó por un movimiento social, no sé cuál de todos, que vio una oportunidad en un municipio con una intendenta recién asumida (Blanca Cantero) y llegaron para tomar 30 hectáreas. Pero pasaron los días y cada uno le fue avisando sus parientes y fueron avanzando todo lo posible. Y no siguieron porque en el fondo de los campos hay un arroyo”, sostiene Giana.

El drama de la toma de tierras se extendió durante tres meses, con idas y vueltas en la Justicia, movilizaciones a favor y en contra, y un debate sobre la propiedad privada y el déficit en el acceso a la vivienda que conmovió a la sociedad. Finalmente llegó el desalojo, que tuvo incidentes menores. Pero hay heridas que siguen abiertas.

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