Una pareja de jubilados del barrio El Ministro de Presidente Perón, ubicado en cercanías a la ruta 58 y a San Vicente, se encuentra en una situación desesperante por problemas de salud muy graves, que los obligan a hacer tratamientos hospitalarios, pero que no pueden cumplir por la dificultad para salir de sus casas ante el deterioro de las calles.
El drama de una jubilada de Presidente Perón que no puede salir de su casa para hacerse diálisis por el estado de las calles
Una pareja de jubilados del barrio El Ministro de Presidente Perón se encuentra en una situación dramática por el mal estado de la calle en la que viven.
María Teresa Westrepp, de 68 años, y Domingo Osvaldo Russo, de 72 años, viven en una casa sobre la calle Rubén Darío, entre Roberto Payró y Gregorio Laferrere, las cuales están absolutamente destruidas. Desde las últimas lluvias quedaron intransitables y el paso de vehículos de gran porte de las deteriora más y más. Por eso, junto a otros vecinos de la zona reclaman la intervención urgente por parte del Municipio de Presidente Perón.
María Teresa, quien es enfermera jubilada, depende de la realización de diálisis tres veces a la semana. Sin embargo, el estado de las calles le complica dirigirse al centro de tratamiento. Por su parte, Domingo es paciente oncológico por un cáncer de próstata y padece de pancreatitis aguda tras sobrevivir a una salmonella.
La jubilada, en diálogo con El Diario Sur, explicó entre lagrimas: "Allá por el año 2005 me enfermé de los riñones, tenía cálculos renales y después de la pandemia, en la que me enfermé de covid, me dejaron de funcionar. Ahora vivo de la diálisis que me tengo que hacer cada lunes, miércoles y viernes en Luis Guillón. Estoy hace seis días sin dializar, dependo de una maquina para vivir, si no dializo me muero". Y detalló: "Si no dializo se me acumula agua en los pulmones y, a la larga, se me genera un paro cardiorrespiratorio, no puedo vivir con el Jesús en la boca, me voy a morir".
"No podemos salir a la calle"
La mujer contó: "Antes vivía en Capital, cuando trabajaba en una clínica de allá, hasta que nos pudimos mudar para acá, porque nos gustaba. El problema es que las calles se empezaron a destruir, nosotros a enfermar, y se complicó mucho la situación. Yo me cansé de mandar notas al municipio, al servicio público, a todos, porque la calle es intransitable".
Según la mujer, que en su momento también padecía de diabetes, el punto crítico de las calles es Gregorio Laferrere. "Cuando lotearon todo esto no pusieron cañerías, no hay zanjeo ni desagüe. Con las tormentas se hundió la calle, ya no se puede pasar por ahí. Encima pasaban camiones mal intencionados y la arruinaron aún más", explicó.
"Si acá tiene que entrar una ambulancia o bomberos se les hace imposible. Este barrio está totalmente olvidado. Tampoco hay luz, de hecho, nosotros pusimos los postes de luz que hay. Pagamos los impuestos como corresponde y nada. Se olvidaron de nosotros", reclamó María.
Incluso, recordó: "Nosotros pusimos plata, o sea, pusimos 12 camiones de tosca para arreglar la calle y ocho o nueve camiones de piedra. Había una maquina que desparramaba el material, y arriba se le ponía el cascote. Sin embargo, empezaron a pasar los camiones mal intencionados, sin esperar a que se seque la pavimentación y lo destruyeron por completo".
A pesar de todo esto, María y Domingo cuentan con la ayuda de los vecinos, los cuales hacen lo posible para solucionar los problemas del barrio juntos. "Un vecino me ofreció romper el alambre que separa nuestras casas para que nosotros podamos pasar a su terreno y salir por la otra calle, porque por esta no se puede salir. Aparte, vamos a juntarnos entre cinco vecinos para ver si podemos traer otro camión con cascote y arreglar de vuelta. Ellos ayudan mucho, están siempre pendientes", agregó.
"Quiero morir cuando dios quiera, no por culpa de la obra social"
Tanto María, como Domingo, requieren de medicaciones, análisis y tratamientos vitales para su salud, pero por varias razones, se les está haciendo imposible la obtención de cada uno de ellos.
María, quien es insulínica dependiente, está sin remedios hace más de seis meses, y sin diálisis hace una semana. "Requiero el Sevelamer de 800 miligramos, pero no me lo traen hace seis meses. También se atrasaron con mi insulina. Incluso, hay veces que estamos cuatro días sin luz, por lo que la insulina ya no sirve y hay que tirarla, y la obra social no me la quiere reconocer", manifestó.
Por el otro lado, Domingo requiere una inyección especial para su cáncer de próstata, la cual se inyecta una vez por mes. Sin embargo, la entrega de la misma se atrasó dos meses, a lo que María relató: "Cada inyección vale 700 mil pesos, pero no puede no dárselas, por lo que le dije: 'Bueno, si lo tenemos que pagar habrá que hacerlo, no te podemos dejar sin eso', pero la obra social tampoco nos quiere reintegrar eso".
Y añadió: "Domingo tiene dos estudios pendientes para hacerse, que son las pruebas del antígeno prostático (PSA), pero se los cancelaron porque se habían robado los reactivos. Cuando el se lo hizo, la primera vez, le dio 18 puntos, cuando lo normal es que no supere los 4, por lo tanto, ya no puede superar los 3 puntos. La última vez que se lo pudieron hacer le dio 2,50, entonces hay que ver ahora, sin medicación y dos meses después cuánto le da. Sin medicación puede empeorar mucho eso". A lo que concluyó: "Estamos en una situación similar. Yo quiero morir cuando dios quiera, no por la obra social".
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