El camino de Milagros Álvarez, una vecina de San Vicente de 28 años, logró llegar a la meta que ansiaba hace mucho tiempo: se recibió de profesora en Educación Especial orientada a personas ciegas. Fueron seis años en los que luchó incansablemente para cumplir su sueño de ayudar a abrirse camino a las personas que sufren la misma discapacidad que ella.
Milagros, joven ciega de San Vicente, se recibió de profesora de educación especial
Tras seis años de estudio, la joven de San Vicente de 28 años lo logró. Ya trabaja en una escuela especial de Monte Grande, a la que va cada día en colectivo.
Milagros comenzó su vida académica en la Universidad de Buenos Aires donde, cursó la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Soñaba con convertirse en periodista, sin embargo pronto descubrió que la carrera no era para ella. “No me veía ejerciendo durante los próximos 20 años. En cambio con el profesorado me pasó algo distinto, por eso me veo trabajando durante los próximos 20 o 30 años tranquilamente y creo que al final de eso se trata, donde uno se vea, donde uno quiera quedar y que si uno tiene el privilegio de estudiar lo que le gusta”, expresó “Mili”, en diálogo con El Diario Sur.
Fue en el año 2018 en el que decidió comenzar el profesorado de Educación Especial, el cual terminó la semana pasada en el ISFD N°1 de Avellaneda. “Realmente entendí que hay ciertas cosas que personas en situación de discapacidad visual, que es la especialidad que elegí, no hacen, y no porque no puedan, sino porque no se les brinda oportunidades”, indicó la joven, que es no vidente desde su nacimiento y vive con su familia en San Vicente.
Milagros, además de sus estudios, practicó diversas actividades como es el caso de clases de danza clásica y deportes como lanzamiento de bala y de disco. Ella asegura que esas actividades le brindaron instrumentos para poder superar distintas adversidades, que ahora quiere transmitir a sus alumnos. “Yo quiero poder aportar desde mi lugar las herramientas que tengo y lo que adquirí gracias a las personas que me brindaron la oportunidad pude adquirir a través de otros. Entonces, si yo lo pude hacer porque tuve oportunidades, cualquier persona, que quiera obviamente y que decida hacer diferentes cosas, lo puede hacer también porque no tiene nada que ver el tener una discapacidad o no”, subrayó.
Ese camino comenzó hace seis años, en 2018, y fue interrumpido por la pandemia dos años después. “A mí ese contexto no me favoreció, no es lo mismo cursar de forma virtual que presencial y solo pude seguir con algunas materias de las que tenía que hacer. Retomé en el 2022”, relató Mili, que ya trabaja como docente en la Escuela Especial N°505 de Monte Grande, hasta donde viaja sola cada día en el colectivo 435.
El desafío del último examen
El último examen que rindió Milagros fue escrito, y la joven lo hizo primero en braille y luego escribiéndolo a mano en imprenta mayúscula. Así eran los requisitos de la materia. “Por lo menos en el último examen, fue una situación en la que pasé muchos nervios. Yo llegué a mi máquina de braille, que para los que no la conocen es una máquina que tiene 6 teclas para escribir, una tecla de espacio, una tecla de retroceso y otra para dejar renglón. Y nada, me temblaba todo, ya que se mezclaban todas las teclas y borré un montón de cosas. Cuando la profesora me devuelve una de las notas con la nota escrita en braille, fue como una emoción enorme porque fueron muchos años de altos y bajos”, recordó Milagros.
“No hay muchas profesoras o muchos profesores en general en situación de discapacidad visual, por lo menos en lo que se refiere a educación especial, porque hay una mirada social muy determinante acerca de que un profesor ciego no puede enseñar esto o lo otro y es difícil romper con todo eso. O también para uno mismo decir, bueno yo no tengo que demostrarle nada a nadie, pero a la vez se me exige que sea brillante en todo porque si no, no voy a poder enseñar”, concluyó la joven de San Vicente, que ya piensa en iniciar en una nueva carrera: el profesorado de literatura.
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