Franco Tenaglia tiene un apodo codiciado en el mundo de las artes marciales mixtas, el kickboxing y el boxeo sin guantes: lo llaman “El Rey de la Calle”. De 28 años y oriundo del barrio “El Gaucho” de Burzaco, se ganó ese mote por su extraordinaria historia, que él califica como de película.
Mano a mano con Franco Tenaglia, el luchador de Burzaco que es campeón mundial y conoció el delito y la prisión en Europa
Tiene 28 años, se crio en Almirante Brown y es el campeón mundial de boxeo sin guantes. Su historia es de película: emigró a Europa, se destacó en peleas ilegales en Inglaterra y estuvo preso en Alemania por vincularse con la mafia albanesa. Repasa su vida y el impacto de su barrio.
A vuelo de pájaro: entrenó deportes de combate desde niño y esa pasión por las peleas también estuvo cruzada por participaciones en negocios ilegales, como la venta de drogas. A los 18 años emigró a Europa, con el sueño de ser luchador profesional. Vivió de las peleas clandestinas en Inglaterra, un ambiente manejado por organizaciones mafiosas. Trabajó para un grupo de albanos y estuvo preso en Alemania. Logró egresar del universo del hampa y convertirse en un luchador profesional. Actualmente está radicado en España y, entre otros logros, en octubre pasado se consagró campeón mundial de boxeo sin guantes, una disciplina con un altísimo nivel de brutalidad y daño sobre los peleadores.
Franco contó con detalles sus historias relacionadas al delito en diferentes entrevistas en Europa. Ahora, desde un gimnasio de Lomas de Zamora donde recibe a El Diario Sur para participar del ciclo Charlas del Conurbano, prefiere no ahondar en esa parte de su biografía porque no quiere “dar un mal mensaje” para los jóvenes de la región que lo siguen. Lleva en su rostro las marcas de peleas brutales (incluso sufrió lesiones graves). En su acento da muestras de su doble pasaporte, con modismos y tonos españoles que se entremezclan con los de su tonada materna; si le toca hablar en inglés, se ven las huellas de la pronunciación británica que aprendió en sus años en el Reino Unido.
A nivel deportivo, el año próximo competirá en la UFC, la competencia de artes marciales mixtos más importante del mundo. Y, en términos generales, se propone “ser el hombre más duro del mundo”. Para eso trabaja todos los días, incluso en estas vacaciones que está pasando en la Argentina para visitar a su familia.
Contame cómo era tu barrio cuando eras chico.
Era un barrio humilde y había delincuencia. No era para cualquiera crecer ahí. Te despertaba, tenías que estar muy atento. Recuerdo volver de kickboxing a la noche, bajarme del colectivo en la Monteverde y tener que ir corriendo tres cuadras hasta casa porque siempre me querían robar. Agradezco donde nací porque es lo que me ayudó a pasar por las cosas que me fueron pasando más adelante. Me endureció pero también enseñó mucho de códigos, de valores. Cuando crecés sin tener nada, todo lo que te rodea es un poco más real. Amo a mi barrio, a mi ciudad, a mi gente. Y siempre que subo a pelear lo llevo conmigo.
¿Eras de pelearte en la calle en esa época?
Sí. Para mí es fundamental que todo ser humano sepa defenderse. Nunca me dejé atormentar por nadie y tuve situaciones de peleas callejeras.
¿Y tu vocación por la pelea viene de la calle o del entrenamiento?
Yo nací para pelear. Para mí empieza de una forma espiritual. A mí me gusta pelear desde que tengo conciencia. En mi círculo nunca tuve nadie que haga eso. Vino desde mí, desde adentro. La única lógica que le encuentro es que sea algo ancestral. Me siento un guerrero.
¿Cómo empezaste a relacionarte con el delito en tu barrio?
No fue mucho. No puedo decir todo porque no quiero dejar un mal mensaje, porque a veces se malinterpreta. Cuando te das cuenta que trabajando como un burro 50 horas a la semana apenas te alcanza para vivir… Yo saqué la cuenta de muy joven y me di cuenta que el país en ese momento me daba una vida de supervivencia, trabajar solo para pagar mis gastos básicos. No iba a completar mi sueño e iba a ser un infeliz toda la vida. Entonces decidí arriesgarme, arriesgar mi libertad, mi reputación, para conseguir dinero a corto plazo y alcanzar mi objetivo. No estoy de acuerdo con que todos hagamos esos, pero al final la necesidad hace al hombre y lo mío fue todo por una causa que al fin hoy le estoy devolviendo a mi comunidad.
¿El objetivo ese era ser un luchador profesional?
El objetivo siempre fue hacer muchísimo dinero para poder ayudar a mi comunidad, a mi familia y a la gente que amo. Lo de viajar y ser peleador me ayuda a este objetivo, porque es lo que sé hacer. Yo sé pelear.
Me parece importante que aclares a grandes rasgos en qué tipo de actividades delictivas incursionaste.
Hacía cosas que ahora están mayormente legalizadas, como la venta de flores divertidas, esas cosas. Eso ya tendría que estar legalizado del todo, en otros países es legal.
¿Qué edad tenías cuando te fuiste del país y cómo fue?
A los 18. Fue divertido, interesante. Me fui sin mucho dinero porque tuve un problema en uno de los viajes y perdí mucho. Llegué a Madrid con 350 dólares. Estuve cuatro meses en España pero con el tema de no tener papeles se me hacía difícil. Decidí después volar a Cardiff (Gales, Reino Unido), donde tenía unos conocidos que hice en España. Y ahí empecé con las peleas ilegales. Me pagaban entre 300 y 500 libras por peleas los fines de semana, a nudillos descubiertos, de la vieja escuela del vale todo.
¿Cómo es pelear en la clandestinidad, cómo manejabas el miedo?
Como a mí siempre me gustó me pelear, a mí me encanta eso, no tengo miedo, al miedo lo tengo neutralizado. Es algo duro, de película, porque peleabas con tipos que no sabías quiénes eran ni la edad ni el peso. Si te parten el brazo o quedas inconsciente, con suerte te llevan a un hospital y arreglate. Y eso fue algo que me pasó. Pero nunca lo afronté con miedo.
¿Tuviste muchas lesiones?
Sí. Me rompí la mandíbula, las dos manos, los pies, la rodilla, la rótula me la partí en dos, huesos orbitales de la cara. Pero las lesiones son físicas, el espíritu sigue estando.
¿Qué diferencias sentís vos entre las peleas clandestinas y las deportivas?
La diferencia es el dinero. A nivel interno yo lo veo igual. Cuando me meto en una pelea soy yo y lo demás desaparece. Entro en modo supervivencia porque el otro tipo si te da un determinado golpe te puede matar. Yo cuando peleo con alguien, mis golpes son todos letales, intento causar el mayor daño posible.
¿Qué andás haciendo en Zona Sur estos días?
Vengo a visitar a mi familia que es lo más preciado que tengo. Quiero darles una buena vida como lo merecen. No puede ser que mi abuela esté jubilada y no tenga un centavo o que mi madre después de trabajar toda la vida tiene que estar dudando antes de salir a comer afuera. Quise cambiar esa realidad y lo estoy logrando. Y vine a ayudar y decirle a la gente que aunque no tengas nada lo único que necesitas es un poco de salud y las pelotas bien puestas y después podés conseguir lo que quieras.
De todas las experiencias por las que pasaste, ¿Cuál fue la más difícil?
Estar lejos de mi familia fue el desafío más grande. No me importa pelearme con tres tipos adentro de una jaula. Lo más difícil era no poder hablar con mi madre. Estuve cinco años sin verle la cara a mi madre, a mi hermana, a mi familia. Tener a tu amigo de toda la vida e irte a tomar algo con él y contarle tu vida… no tener eso es lo más duro. Pero al final todo es por la causa. Cada uno elige su camino y siempre tenés que sacrificar cosas en la vida.
¿Y cuando estuviste detenido se te hizo más dura ese sentimiento de extrañar?
Estuve en prisión preventiva en Frankfurt siete meses. No importa donde estás, si en el paraíso o en el Himalaya, la sensación de extrañar es la misma en cualquier lado. Ahí (por la detención en Alemania) no estuve tan mal, es un país bastante civilizado por suerte. Me sirvió mucho para reflexionar. Caí como un pelotudo, fui un peón de mucha gente. Eso lo vas aprendiendo cuando te vas dando con la gente de la calle. Leí muchísimos libros, entrené muchísimo. Y pude descubrir una parte mía que no hubiera descubierto.
¿Cómo fue salir de eso, convertirte en un deportista profesional y contar tu historia abiertamente?
Yo soy una persona real, no tengo un personaje ni voy a ocultar nada sobre cómo llegué a donde llegué. No podría dormir tranquilo con mentirles a las personas que me siguen y decirles que soy un ejemplo perfecto que hace todo bien. Me gusta que la gente sepa que me mandé mil cagadas y que el camino al éxito está lleno de fracasos, me gusta que se vea la parte real.
¿Creés que tenés algo del Conurbano que te permitió llegar adonde estás?
Sí, los códigos, la humildad, la vida en general, mis amigos, mi país, mi gente. A veces no coincido con muchas cosas de cómo pensamos los argentinos, pero viajé por el mundo, conocí mucho, y creo que tenemos que agradecer que los argentinos tenemos una manera especial de sobrellevar las dificultades.