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Che pibe, vení, votá

Gané quien gané, hay que celebrarlo. Fundamentalmente porque podemos hacerlo, en las calles sin estados de sitio ni toques de queda, donde el documento para identificarnos lo usamos para poder votar. Por Ricardo Varela.

La pandemia puso de moda llamarnos de “de riesgo” a los que linkeamos rápidamente el título del editorial con un joven Raúl Porchetto cantando a toda voz.

Eran comienzos de los 80, los tiempos de la recuperación democrática que les permitió a muchos cantantes argentinos asentar las bases de lo que hoy conocemos como rock nacional.

Se trata de una canción que terminaba así:

“Si hay que triunfar

Siempre te vamos

A llamar

Para guerras o elecciones

Pibe no nos abandones”

Muchas veces nos cuesta (a los de riesgo) explicarle a los más jóvenes cómo era vivir sin libertad. Más allá de situaciones puntuales vividas en primera persona o por familiares y amigos directos, la libertad “del almirante, general o brigadier” no sólo generó “marchas de broncas”, sino también muertes y desapariciones.

A eso: nunca más.

Y hoy vivimos el mejor antídoto (y la mejor vacuna) que garantiza ese nunca más: ejerciendo el derecho y la obligación de votar. Por ello hagámoslo con responsabilidad cívica y personal. Y esto va mucho más allá de cualquier bandería política ni pelea coyuntural entre candidatos y candidatas.

En tiempos en los que algunos (livianamente) se atreven a vincular las crisis económicas y políticas de la Argentina con las “consecuencias” de la vida democrática, los que vivimos aquellos años oscuros tenemos la obligación moral de decir (una y otra vez): nunca más.

Podemos sentirnos más o menos representados por lo que elige la mayoría, pero tenemos el ejercicio de poder elegir y ser elegidos. Una obviedad que durante muchos años no lo fue. Y que cobró vidas en Argentina, pero también en Uruguay, Brasil, Paraguay, Perú, Bolivia y Chile.

A este domingo de elección le seguirá un lunes de evaluación de resultados; de ganadores y perdedores; de confirmación de nuevas o viejas posiciones; pero en todos los casos se expresará blanco sobre negro qué eligen los ciudadanos de nuestro país para que los dirigentes políticos tomen nota.

Las elecciones de la pandemia en el mundo reflejan pérdidas de los oficialismos (sea cual sea la orientación política), emparentándose con lo que sucedió a través de la historia con las elecciones de las postguerras, donde perdieron aún los que las ganaron. Esto habla de una necesidad de las sociedades de referenciar situaciones o hechos con responsables gestores políticos. Y en consecuencia eligen otra opción. Probablemente el ejemplo emblemático se dio en la elección presidencial de Israel, donde Netanyahu dejó el gobierno después de 12 años habiendo gestionado como pocos el proceso de vacunación contra el COVID.

Con estos ejemplos quiero significar que en el análisis de una elección se deben sopesar muchos más elementos que la lectura lineal de porcentajes. No sólo se trata del impacto y llegada de los discursos de los candidatos; del peso de los sellos de los partidos políticos; del humor social; de la situación económica familiar; del índice de desempleo o inflación; de las falencias sanitarias, educativas o de seguridad. También está el contexto nacional e internacional y los condicionamientos micro y macro económicos de todos (y cada uno) de los países de los cinco continentes. Además, este año debemos sumarle las secuelas (y presentes) de una pandemia que le costó la vida a más de 5 millones de personas.

En este contexto elegimos hoy legisladores nacionales, provinciales y municipales. Gané quien gané, hay que celebrarlo. Fundamentalmente porque podemos hacerlo, en las calles sin estados de sitio ni toques de queda, donde el documento para identificarnos lo usamos para poder votar.

Buena semana.

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