Es la primera vez que una elección de medio término en la Argentina genera tanta atención internacional. Lo sé porque todos los españoles con los que trato (y también los latinos) me preguntan por Milei. Si es verdad que mejoró la economía y que bajó la inflación, si es cierto que promocionó una estafa con una criptomoneda y que es un corrupto, si aumentó la pobreza y la desocupación, cómo nos afecta a los argentinos la intervención de Donald Trump.
Correo desde Madrid II: el mundo nos mira ir a votar
La figura del Presidente argentino genera clics en los diarios españoles y reproducciones en sus redes sociales.
A las dudas naturales que genera un personaje exótico como Milei, se suma que muchos españoles ven en él un espejo que adelanta. Algo de lo que podría pasar con España si continúa el crecimiento de la formación de ultraderecha, VOX, cuyo referente, Santiago Abascal, es uno de los “amigotes internacionales” de Milei.
La figura del Presidente argentino genera clics en los diarios españoles y reproducciones en sus redes sociales. En El País, de centroizquierda, lo muestran como el tipo de villano que España tiene que evitar. En El Mundo, de tradición liberal, lo llevaron en la tapa luego del último encuentro con Trump en el que el presidente americano afirmó que la ayuda del Tesoro iba a estar condicionada al resultado de las elecciones de este domingo. No hacían falta adjetivos para una reunión de excéntricos con un resultado tan insólito.
Leé más:
Sería exagerado decir que los ojos del mundo miran nuestra elección de medio término. La Argentina no es tan importante y la política tampoco le interesa tanto a la gente de a pie. Pero es cierto que este domingo el gobierno de Trump se juega su apuesta más fuerte en América Latina, con un nivel de incidencia inédito. Así que para el mercado no se trata de una elección más. Los neutrales, por su parte, se enterarán qué tal va saliendo ese experimento de la motosierra allá en el extremo sur de América.
Pero para que ocurran esos efectos el domingo a la noche, primero hay que ir a votar. La democracia tiene ese componente mágico. Las acciones de millones de argentinos, en Salta, Jujuy, Monte Grande, San Vicente o Tierra del Fuego, van a ser las que decidan la conformación del nuevo congreso y, en términos más generales, marquen el nivel de conformidad con el gobierno de Milei. Luego todo lo demás: los títulos en los portales, la sonrisa o el fastidio de Trump, los movimientos en los mercados.
El declive en múltiples aspectos de la Argentina en los últimos años justifica el desencanto con la política y es el marco de la baja participación electoral en los diferentes comicios que hubo este año. Pero votar sigue siendo la mejor manera de no resignarse. Este domingo, más allá de los nombres y los partidos, cada voto será una forma de seguir insistiendo en que todavía queremos tener la última palabra sobre nuestro propio destino.
No soy ejemplo para pedirle a nadie que vaya a votar porque estoy a 10 mil kilómetros y por primera vez desde que cumplí los 16 años mi cuadrito del padrón va a quedar sin firmar (y tampoco voy a estar cubriendo en el territorio como hago desde 2015). Pero sí puedo decirles que ejerzan su derecho por mí, que esta vez no puedo.

