Bailando cumbia en el Palacio Real
Me tocó llegar a Madrid desde el Conurbano en una fecha muy simbólica tanto para España como para América Latina: el fin de semana del 12 de octubre, cuando se conmemora la llegada de Colón a América en 1492. Para nosotros, el Día de la Diversidad Cultural, aunque históricamente lo llamamos el “Día de la Raza”. Para los españoles, es el Día de la Hispanidad, la fiesta nacional más importante del calendario, el equivalente a nuestro 25 de Mayo.
¿Qué celebran ellos el Día de la Hispanidad? Desde la perspectiva tradicionalista, ponen en valor lo que consideran el mayor legado de España para el mundo: la expansión de su lengua, cultura y religión por América, la “obra civilizadora” sobre los pueblos originarios y la fundación de ciudades y el desarrollo de instituciones en el “nuevo” continente. Por otra parte, como Día Nacional, festejan la unidad de España, un concepto que tiene una carga especial en los últimos años a la luz del impulso que tomó el independentismo en Cataluña.
¿Y nosotros, qué se supone que celebramos? Ya sea como Día de la Raza o de la Diversidad Cultural, el espíritu de la conmemoración siempre apuntó a destacar el trascendental encuentro entre las culturas americanas y europeas, sin por eso dejar de hacer una revisión crítica y contextualizada del exterminio y la explotación de pueblos originarios que llevaron adelante los conquistadores del siglo XVI cargando “la cruz y la espada”.
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Los españoles hicieron en los últimos años una actualización de su festividad con un espíritu que podríamos calificar como “imperialismo suave”: tratan de incluir a los países de América Latina en sus festejos por el 12 de octubre para celebrar la riqueza y la potencia del mundo hispano, del que, nos gusten o no los españoles, formamos parte. Así que el gobierno de Madrid, que no es precisamente de izquierda, organizó el pasado fin de semana una serie de espectáculos artísticos abiertos que incluyeron a artistas como los colombianos Bomba Stereo o los argentinos Babasónicos y Miranda!
Los españoles, a esta altura del siglo XXI, ya no sacan pecho por la conquista. Pero el Gobierno de Javier Milei no se dio por enterado y publicó un spot en el que declaró que en el proceso de conquista “la civilización prevaleció sobre el salvajismo y el orden sobre el caos”. Como es usual, aprovecharon la efeméride para dar su extraña batalla cultural.
Mientras tanto, acá en Madrid, estuve en el show de Karina La Princesita en el parque Puente del Rey, a metros del Palacio Real de los Borbones. El concierto fue espectacular, con unas diez mil personas (casi todos argentinos) que bailaron y cantaron los hits tropicales. “No puedo creer que haya tanta gente, creo que esto es un punto de inflexión en mi carrera”, dijo Karina desde el escenario. El punto de inflexión, acaso, no se deba solamente a su talento (que es mucho), sino al trabajo de una clase política argentina que hace más de una década que, con sus resultados, no para de expulsar argentinos hacia el exterior. El fracaso de los políticos es el éxito de los artistas que ahora llenan estadios y cobran en euros.