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Música para tus oídos

Por Ricardo Varela.

Feli trabaja en una empresa multinacional que históricamente vendía discos y ahora distribuye música en todos los formatos posibles, “vive” de “reproducciones” y de la comercialización de la imagen y conciertos de sus “artistas exclusivos”.

De repente, sin buscarla, le apareció una oportunidad de oro. Un traslado temporario a Madrid para cubrir una posición similar a la suya en la Argentina, pero con “la ventaja” del sueldo en euros (y de vivir en el primer mundo, no inflacionario y seguro).

Feli no estaba en “plan Ezeiza”, como lamentablemente están muchos jóvenes (y mayores) en nuestro país en éste tiempo. Sin embargo, la aventura la motivó. Era una oportunidad de probar en primera persona una experiencia en la que muchos conocidos se habían embarcado con distinta suerte. ¿Qué puede fallar?, pensó. Llegaba con casa y trabajo, para hacer una tarea que conocía de memoria, podría hacer una diferencia económica y a la vez recorrer algo de la vieja Europa. Había hablado con amigos y conocidos sobre los cómos, dóndes, cuándos y porqués. Le habían dado mil recomendaciones de lugares, sabores y colores que no se podía perder. Así partió con una lista de “musts” y otra de “encargos”. A la lista previsible: plaza Mayor, Puerta del Sol, museo del Prado, Puerta de Alcalá, las Ventas, el museo Reina Sofía con su famoso Guernica, el Mercado San Miguel, el parque del Retiro, el palacio Real y el Botín (restaurante más viejo del mundo según Guiness), se sumaron un par de perlitas. Su primo Martín le pidió una foto insólita: abajo del arco del Estadio Santiago Bernabéu donde Pity Martínez hizo el famoso “y va el tercero” en la final de la Libertadores de 2018. Y su amiga Camila le recomendó un pseudobar llamado “Peor para el Sol”, donde se mezclan músicos bohemios y consagrados en noches eternas (lejos de la luz y cerca de la puerta de Sol).

Así las cosas Feli llegó a Barajas cuando en Madrid hacía un calor africano, 42 grados a la sombra. El taxi del aeropuerto al centro de la ciudad le costó los mismos 30 euros que hace 10 años, en su viaje anterior al viejo continente.

La empresa le alquiló un estudio (ambiente y medio con entrepiso) en Malasaña, un barrio pintoresco y céntrico. Como casi todos los edificios de la zona, el suyo no tenía aire acondicionado ni ascensor, y el tercer piso se hizo cada día más alto.

El desembarco no fue el esperado, porque la compañía estaba refaccionando dos de las plantas de trabajo, por lo cual durante casi tres meses hizo homeoffice. Lejos de su home y de su office, el desarraigo empezó a competir con el calor infernal y los 3 pisos.

A punto del colapso optó por trasladarse de los 29 metros cuadrados madrileños a otras ciudades en plan “work and travel”. Así conoció las playas de Benidorm y Málaga y la majestuosa Sagrada Familia catalana antes de pasar las fronteras. Feli decidió transformar los futuros ahorros previstos, en lugares para atesorar. Así llegó a Londres en pleno funeral de la Reina Isabel, recorrió en bici las calles de Ámsterdam y navegó con fondo de canzonetta italiana los canales de Venecia. Todo, antes de volver a tiempo para la reinauguración de las oficinas de la Warner en el centro de Madrid.

Ese día, casi cuatro meses después de llegar, Feli linkeó nombres y avatars de whatapp con caras de carne y hueso. A partir de entonces el día a día se hizo más ameno. Los tiempos libres en soledad se llenaron con planes de “nuevos amigos” que la llevaron buscar la foto en el Bernabéu y al “Peor”. Las videollamadas con la familia y amigos de Buenos Aires ya tenían menos carga emocional y saudade.

En poco tiempo Feli “enamoró” a sus compañeros y jefe madrileño. En el caso del jefe, fue literal. Ella es una porteña todo terreno, que no pide permiso y abre las puertas antes de golpear. A eso le suma una capacidad de adaptación y de trabajo bajo presión poco comunes en la madre patria. El hombre, que tiene casi 60 y acaba de terminar su “segunda administración”, quedó flasheado como adolescente. Los casi 20 de diferencia no los amedrentan, aunque sí los dividen cientos de millones de litros de agua salada del océano Atlántico. Feli no se imagina una vida española, ni aún con aire y ascensor resueltos. En ésta orilla quedaron padres, hermanos y amigos. Y barrio, y planes inmediatos e inesperados y rondas de mate post COVID.

Por estos días, en la Warner España se define si a la banda de sonido de la peli de Feli se suma Leiva o sigue Abel Pintos.

Buena semana.

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