Agustín Rossi fue concejal de la ciudad de Rosario, diputado nacional, presidente del bloque peronista en la Cámara Baja, ministro de Defensa, titular de la Agencia Federal de Inteligencia y actualmente es el jefe de Gabinete de ministros de la Nación. Tiene decenas de campañas electorales encima en su provincia de Santa Fe, cientos de debates legislativos, miles de entrevistas en medios. Aun así, “el Chivo” no pudo disimular su mal semblante, su incomodidad, su hastío en el debate de candidatos a vicepresidente de esta semana. Se esforzaba por atacar a sus adversarios, por dar un mensaje esperanzador de cara al futuro, por defender a Sergio Massa, pero lo hacía con una especie de “sonrisa al revés”.
Que de la mano de Barrionuevo triunfa la libertad
Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).
No creo que sea una anécdota que se limite al temperamento de un hombre. Luis Petri, el candidato a vice de Patricia Bullrich, quizás excusado por su experiencia menos frondosa que la de Rossi, lucía todavía más acartonado, recitando datos aprendidos de memoria, como un chico tímido que pasó al frente a dar el oral frente a la profesora exigente (vaya mi homenaje a Ángela Ercone, del Instituto San José de San Vicente, una de esas docentes “bravas” que quedan en la memoria de los alumnos). Veía las caras de Rossi y Petri y pensaba en Milei cantando “tiene miedo/ la casta tiene miedo”, acompañado por miles de jóvenes y adolescentes de hormonas exacerbadas y trabajos precarizados.
Parece inevitable el triunfo de Milei, ¿no? Massa apura un anuncio atrás del otro, incluyendo beneficios para los sectores de más altos ingresos, como la quita del Impuesto a las Ganancias en salarios que superan el millón y medio de pesos. Esas medidas incrementan el déficit fiscal, que se financia con emisión, que a su vez impacta en la inflación, que castiga con mayor vehemencia a los más pobres… Sergio lo está dando todo para salvarnos de Milei o nos está acercando peligrosamente a la híper o quizás todo a la vez.
A Patricia tampoco le va mejor. Ni Melconian ni Macri la hacen subir en las encuestas, que vaticinan que está afuera del ballotagge. Está pagando el precio de haber pasado sus últimos años tratando de sacarle rédito a las posturas ultras, pero no contó con que iba a haber uno más loco que ella, uno loco en serio, que la iba a dejar desperfilada. Y ahora parece que es demasiado tarde para volver al centro. Viéndolo a Larreta, con ese magro 10% que cosechó luego de una sostenida inversión política y publicitaria, tampoco lucía muy apetitoso el discurso del “diálogo y consenso”.
A “la casta” tampoco la ayudan episodios como el de Julio “Chocolate” Rigau, el empleado de la Legislatura Bonaerense y puntero político del peronismo que fue detenido en un cajero automático en La Plata cuando retiraba efectivo con 48 tarjetas de débito a nombre de empleados de la misma Legislatura. Tenía una bolsa con 1.275.000 y también decenas de recibos de extracciones anteriores de esas mismas 48 cuentas. Quedó en evidencia uno de los opacos mecanismos de financiamiento “alternativo” de la política, generalmente transversal a los diferentes partidos.
Con todos jugando para él, Milei está tan confiado en su victoria que, además de ir repartiendo ministerios, hace pública su unión con Luis Barrionuevo, el histórico titular de lo Gastronómicos que apadrinó a Menem, que ofreció el sacrificio de “dejar de robar por dos años” y que mandó a quemar urnas cuando perdió una elección en Catamarca. Desde las campañas de Bullrich y Massa ya pusieron el grito en el cielo por esta alianza, pero ninguno de ellos despreciaría la posibilidad de tener un Barrionuevo entre sus filas.
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