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Dogmatismo y estoicismo

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

La marcha universitaria de esta semana fue masiva. Tuvo el apoyo de un abanico amplio del espectro político: la izquierda, los radicales, los peronistas, los sindicatos, Horacio Rodríguez Larreta. La opinión pública (más allá de los más politizados que pueden asistir a una marcha) tira para el mismo lado: una encuesta reciente de Hugo Aime reveló que el 69% de los consultados está en desacuerdo con que se vete la ley que garantiza la estabilidad presupuestaria para las universidades.

Aun así, el Presidente Javier Milei no cambió de idea y avanzó con el veto a la ley de Financiamiento Universitario, y ahora el Gobierno prepara sus cañones para dar la pelea en el Congreso y que la oposición no “voltee” el veto.

La ley de financiamiento establece, a grandes rasgos, que las partidas presupuestarias destinadas a universidades nacionales se recompongan en base al índice de inflación y tengan una actualización bimestral hacia adelante, más un aumento para el personal docente y no docente para que lleguen a los niveles de 2023 en términos reales, y luego sigan mensualmente a la inflación. ¿Qué costo tendría? Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, $738.595 millones en lo que resta del 2024. Equivale a 0,14 puntos del PBI, a un tercio de lo que costaba la reforma jubilatoria que vetó Milei o una tercera parte de lo que el Estado dejará de recaudar por la reforma que benefició a quienes pagaban Bienes Personales.

¿Por qué el Gobierno insiste con el veto si el costo fiscal es tan viable de asumir por el Estado y la opinión pública está tan volcada a favor de la ley? Lo mismo ocurrió con la fórmula jubilatoria que daba un módico aumento, con un muy reducido impacto fiscal y un amplio apoyo de la gente: veto y asado de festejo en Olivos.

Pueden parecer tiros en el pie, errores no forzados, crueldades innecesarias. Pero en realidad es dogmatismo. Milei tuvo que ceder en muchas de las banderas del programa con el que hizo campaña: la dolarización, el cierre del banco central, la salida del cepo cambiario, las privatizaciones. La única tabla a la que sigue atado es a la del fiscalismo, un concepto que la sociedad entiende y en gran medida acompaña, y que tiene relación directa con la inflación, el gran problema de la Argentina en los últimos años. Así que Milei se va a presentar como “el adulto en la habitación” ante los “degenerados fiscales”, el ajustador estoico al que no le importa si adelante tiene universitarios, jubilados o comedores para los más pobres. Es un discurso coherente y que, al menos por ahora, no representa una decepción para la mayoría de quienes lo votaron.

Mientras tanto, el Presidente recibe ayudas soñadas. La Cámpora y algunos intendentes del conurbano largaron un “operativo clamor” para que Cristina Kirchner sea presidenta del Partido Justicialista a nivel nacional. Justamente, la ex Presidenta empezó a hablar en sus últimas intervenciones públicas de equilibrio fiscal. Es un concepto inédito en ella, pero con el que busca una suerte de “actualización doctrinaria” que también la diferencia del gobernador Axel Kicillof, con el que la interna ya es a cielo abierto. A sus “clases magistrales” le sumó esta semana una recorrida por un barrio humilde de La Matanza con el cura villero conocido como “padre Tano”, seguidor del Papa Francisco. No es casual esta actividad de Cristina luego de las fuertes críticas que el Sumo Pontífice hizo la semana pasada al gobierno de Milei. Se está moviendo como candidata de cara al año que viene. Milei lo agradece.

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