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Es imposible competir con la gente que se divierte haciendo lo que hace

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

Hay una máxima en el mundo del emprendedurismo que sostiene que “no se puede competir con alguien que se divierte haciendo lo que hace”. La frase aplica perfectamente a este momento de la política argentina. Los que se divierten son Milei y los suyos: la pasan bien con sus locuras, declaraciones y medidas disruptivas. A veces se les va la mano, pero son gajes del oficio de acelerar en las curvas. En cambio, los peronistas no salen de la vergüenza por el gobierno de Alberto Fernández y corren con fastidio atrás de cada provocación de los libertarios. El PRO y los radicales son directamente la cara del aburrimiento: les quedaron las banderas de la institucionalidad, el respeto a la libertad de prensa, la importancia de los buenos modos… Son cosas importantes, fundamentales, imprescindibles para la democracia, pero que se sabe que no ganan elecciones.

¿Con qué se divirtió la gente de Milei estos días de éxtasis luego de ganarle a Mauricio Macri en su cancha porteña? Con las empanadas de Darín: el gran actor argentino, a pesar de que tenía razón en el punto que intentaba marcar sobre lo cara que está la Argentina, quedó como un aristócrata de “la casta” que compra comida cara y que trata de “hacerse el nacional y popular”, como le dijo el ministro de Economía Luis Caputo (¡justo él!).

También publicaron en redes sociales un afiche de Maradona junto al Presidente (una imagen surrealista para provocar indignación, teniendo en cuenta que el Diez era un izquierdista consumado) y lanzaron una iniciativa para poner al aire una serie animada que divulga conceptos libertarios para niños en el canal Paka Paka, donde el kirchnerismo hacía lo propio con sus ideas. Más cositas: el anuncio del servicio militar voluntario (una cortina de humo que ya se publicitó varias veces y que por supuesto no tiene ningún sentido) y el endurecimiento de la política migratoria (un tema que los sectores reaccionarios nunca logran que “prenda” en la Argentina).

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Los libertarios se divierten y contagian. Los conversos al credo que antes fueron macristas, como Caputo o Federico Sturzenegger, se suman con entusiasmo a las chicanas y provocaciones. El Presidente grita, tiene gestos adolescentes como negarle el saludo a su vicepresidenta, publica payasadas en las redes, se saca fotos con cara de desquiciado y aprovecha su posición para insultar y tomarse revancha con cada personaje que ose criticarlo, desde Lali hasta Melconian. Ejerce el poder y, sobre todo, la pasa bien a su manera, en la medida en que su castigada psiquis se lo permite, como le ocurre a muchísima gente. A mí no me gusta, pero a un montón de argentinos evidentemente sí, o al menos no le molesta mientras cumpla su misión de dominar la inflación a cualquier costo.

¿Cuándo fue la última vez que vimos a un peronista divertirse, o al menos haciendo algo que tenía ganas de hacer, que sentía que era importante, que no era simplemente un compromiso que si pudiera elegiría esquivar, como las recorridas de Massa en la campaña de 2023 con sus extensas ojeras? Pienso en el Alberto de las filminas en la cuarentena: disfrutaba de posar como docente y la sociedad le creía, aunque, a la luz de todo lo que pasó después, la escena tiene tintes de perversión.

Un mejor ejemplo: el Axel que recorrió la provincia de Buenos Aires entre 2018 y 2019 en un Clio, con su mejor amigo como chofer, tomando litros de mate y leyendo libros sobre la historia bonaerense. En cada pueblo lo esperaban con un agasajo y él estaba cómodo denunciando “el modelo neoliberal macrista”, cobrando su sueldo de diputado nacional y sin la responsabilidad de tener que gobernar. Qué bien la pasaba y qué bien le fue en las elecciones en las que derrotó a María Eugenia Vidal, a la que ya le pesaban los timbreos, que en otra época fueron la diversión del PRO: “Mauricio”, “Gabriela”, “Horacio” explorando las vidas de la gente común y comiendo medialunas.

Todo esto puede ser una pavada -no lo descarto-, pero en tiempos donde gran parte de la suerte de la política se define a través de las emociones y en la imagen que se proyecta en las redes sociales, creo que nadie se va a poder imponer ante Milei si no logra conectar con algún tipo de convicción genuina o, aunque sea, encuentra la forma de pasarla un poco mejor. Quizás sea demasiado pedir.

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