Una dinastía familiar, tres generaciones y el secreto mejor guardado para sacar todos los mediodías el matambre más tierno de Camino de Cintura. Así podría resumirse la historia de la tradicional parrilla El Rey del Matambre, ubicada en Luis Guillón, muy cerca del Cruce de Lomas, que acaba de cumplir 30 años luego de estar al borde de la quiebra por la pandemia.
Un clásico de Camino de Cintura cumple 30 años: la historia de El Rey del Matambre
El Rey del Matambre pasó por tres generaciones y logró sobrevivir a la cuarentena. Mantienen en secreto la receta de su especialidad.
Hoy los responsables de alimentar con precios populares a decenas de trabajadores que pasan por Camino de Cintura son Natalia Romo, de 32 años, y su esposo Alejandro Espósito, de 40. Antes estuvieron los padres de Natalia: Analía Fontanella y Ernesto Romo (quien era conocido como El Rey del Matambre). Y los precursores fueron los padres de Analía, Elsa Bustos y José Berg, que empezaron con una primera parrilla hace medio siglo en la zona de Puente 12, en La Matanza.
“Mi papá, El Rey del Matambre, falleció hace tres años. Y yo decidí seguir la parrilla con mi marido. Era algo que mi papá quería: que el matambre se siguiera haciendo al igual que hace 30 años”, cuenta Analía mientras despacha platos de papas fritas, choripanes, sándwiches de vacíos y convida con la especialidad de la casa a El Diario Sur.
Al matambre se lo ve en la parrilla arrollado y envuelto en papel aluminio. Al plato llega ya desplegado y se destaca por su ternura y por un adobe especial. Hay chimichurri, salsa criolla y provenzal para agregarle. ¿Un adjetivo calificativo? Memorable.
“La receta es un secreto que pasó por las tres generaciones. Lo único que podemos decir es que se empieza a trabajar la carne a las siete de la mañana fuera de la parrilla para que llegue a las 12 del mediodía a punto caramelo”, sostiene Alejandro.
Son casi las 15 horas de un jueves y todavía hay mesas ocupadas en la vereda. En las instalaciones rústicas de la parrilla ubicada a 100 metros del cruce con la avenida Valette hacen sobremesa algunas parejas, pero sobre todo abundan los grupos de hombres que metieron una pausa en medio de la jornada laboral. Alejandro dice que entre semana la cantidad de clientes es dispar y que los domingos, con show incluido, son el día de más trabajo de la semana.
“Lo más importante es que nos pudimos poner de pie. Con la pandemia estuvimos siete meses cerrados. No podíamos hacer ni un delivery porque estaban los accesos cerrados con pilotes de cemento. Vivimos de los ahorros hasta que no dimos más y cuando volvimos teníamos un matambre y un pack de cocas de 600. A partir de ahí nos levantamos”, comenta Alejandro.
“Siempre estamos pensando en cuidar el bolsillo de la gente lo máximo posible”, agrega Analía. “Tenemos clientes que nos cuentan que los traían sus padres cuando eran chicos y ahora ellos vienen con sus hijos, y queremos que sigan viniendo. Cumplimos 30 años pero vamos por muchos más”, promete.